Casi un año y medio sin noticias del doctor. Por suerte, las condiciones están dadas para retomar nuevamente la historia. Entonces, nada mejor que recapitular los sucesos que, hasta el momento, lo están sacando con vida de la selva.
Luego de incendiar la choza que habitaba en el medio de la selva, el Dr. Kovayashi, acompañado por sus dos primates amigos Nikola y David, emprendió el viaje que, en el mejor de los escenarios, lo llevaría de regreso a su casa en los suburbios de Buenos Aires. Como era previsible, el camino, lejos de ser simple y seguro, condujo al trío a través de diversos problemas y aventuras.
El primer escollo que debieron sortear fue un campamento de traficantes de fauna. Kovayashi fue hecho prisionero y encerrado durante una noche en un calabozo pestilente. Al amanecer fue despertado por el Sr. X, líder del campamento, con un monólogo en el que le describía cómo había asesinado a su propio padre de un palazo. Luego de salvar su vida casi de milagro, el Dr. fue narcotizado y al despertar descubrió que el campamento había sido abandonado. En la cabaña principal halló el cuerpo sin vida del Sr. X, picado en sus fauces por un escorpión amarillo. Ese atardecer, Kovayashi encontró un sobre con dinero y una carta de puño y letra del Sr. X en la que le confirmaba la existencia de un embarcadero. Ni lento ni perezoso, el Dr. decidió partir cuando antes hacia allí, aunque sin demasiada certeza del rumbo que debía tomar. Como siempre, confiaba en su intuición. Antes de partir le encargó a sus monos encender una hoguera para quemar el dinero, el campamento, las jaulas, las aves muertas y el cadáver del Sr. X.
Después de una azarosa travesía nocturna por la selva, al salir el sol los sorprendió el olor del río, y al ver el embarcadero los viajeros se sintieron aliviados y con renovadas esperanzas. Los acantilados que se cortaban sobre el río eran altísimos, pero lograron llegar al muelle, donde se quedaron a esperar a algún barco que pasara hacia el sur. Tres días y tres noches duró la espera hasta que finalmente pasó por allí el Timor, el catamarán comandado por un hombre tan afable como sospechoso: el capitán Sygmund Makraff.
Con la tranquilidad de saberse llevado hacia el sur, aunque siempre alerta y vigilante de Makraff, Kovayashi se entregó a las cavilaciones acerca del futuro que le esperaba en Buenos Aires. Las estimaciones más optimistas indicaban un mes sobre las aguas. Con este tiempo por delante, el doctor se entregó a la lectura de los manuscritos de Feather & Teller, que incluían la historia de El Gringo y la Lucecita. Arriba del Timor, el doctor debió resignarse a escuchar las retorcidas historias del Capitán Makraff. Así fue cómo se enteró de la existencia del holandés que tráficaba nativos prostituídos a través de puertos de ultramar y de la existencia de los hombres-hormiga.
Y hasta ahí llega la historia. Estén preparados, ¡en breve más capítulos!