Revista Talentos

¿Dónde estás?

Publicado el 01 marzo 2015 por Isabel Topham
Iba paseando por las calles de la ciudad, con la mirada baja y los puños en los bolsillos. Sus pasos se sincronizaron con el ritmo de la canción, algo lenta y pausada. Mientras tanto, sus pensamientos irrumpían en su cabeza y una lágrima calló por su mejilla. No paraba de preguntarse aquello que, sin saber por qué, le hacía más daño.
¿Dónde estás?
Sabía que no quería saber la respuesta pero, sus ojos estaban al borde de llorar desmesuradamente, y su corazón tan roto que ya daba igual saberlo. Se acordó de aquella última discusión en la que perdió los nervios, la calma y su sonrisa, en donde comenzó a sentirse mal y un vértigo de cientos de mariposas en el estómago. No pudo contenerse las lágrimas que se fue a la cama, sin mediar palabra.
¿Dónde estás? ¿Dónde estás?
Vaga entre recuerdos e imágenes no deseadas en estos momentos que lo confunden y empieza a pensar en disparates alejados de la realidad y su cordura. No sabe cómo reaccionar ante tal vacío, no sabe dejar de querer. La quería y, sin embargo, quería verla lejos. Lejos de todo, lejos de su propia libertad.
Quería tenerla entre sus brazos, acariciarle el pelo con las yemas de sus dedos, mientras siente su cabeza en los muslos y, observa su reflejo en sus pupilas. De vez en cuando, se rompe el hilo de la conversación con alguna que otra carcajada de ella, y él contempla su imagen en silencio, tímidamente.
La buscaba desesperadamente por todas las calles de la ciudad, en cualquier lado, miraba a uno u otro de sus lados, sentía nervios o miedo debido a la ilusión del momento, tartamudeaba con tan solo recordar su belleza, e interior. Y, de nuevo, volvió a llorar desconsoladamente llevándose las manos a la cara con la intención de ocultar sus lágrimas. Huía en vano de los recuerdos, y cada paso que daba era un gesto más que debía de olvidar para borrarla de sus memorias.
¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¿Dónde estás?
Empezó a impacientarse cuando, de repente y por ciencia infusa, la tenía justo delante. Todas sus lágrimas se secaron, y su sonrisa volvió a aparecer por momentos hasta que, ella (igual de atónita) iba caminando de la mano de otro apuesto hombre.
¿Dónde estás? Se volvió a preguntar una vez más, llorando, hecho polvo cayendo lentamente de rodilla quedando a ras del suelo. Esta vez, escudado en el silencio fue él mismo quien lo rompió al tiempo que, inconscientemente, volvió en sí. Intentando no creer en la escena que habían percibido sus propios ojos.

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