Donde las dan las toman.
Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas. Es un impulso irrefrenable que tengo desde que ví a los niños del paritorio dentro de sus cunitas. Por eso, aunque parezca macabro, trabajar aquí me hace feliz. Es como ser cómplice de mi mismo, ser Dios. Ciertamente, se ha convertido en una gran pasión. Pero no es la única que tengo, también adoro el baloncesto. Disfruto como un enano, y nunca mejor dicho: Liliputiense, me llamaban en el colegio, eso desde que nos mandaron leer “Los viajes de Gulliver”. En cambio, mi hijo si que llegará lejos encestando. Tiene quince años y ya pasa del metro noventa y cinco.
Torcuato González Toval.
El siguiente microrrelato lo escribí haciendo un juego de continuación al magnífico texto de Manuel Nicolás Andreu que fue el Ganador del 14/10, semana 5 del concurso Relatos en cadena de la Ser. Pichad AQUÍ para leer el relato.
Participé con otro que publicaré otro día. Gracias a todos.