¿Dónde van los personajes cuando la novela se acaba?

Publicado el 01 noviembre 2009 por Mcaellas

Una buena pregunta debe evitar a toda costa una respuesta, se contesta a sí misma Dora García en una de sus obras. Quizás se van a una galería de arte. Los personajes, digo. Quizás se van a la galería PROJECTESD. Quizás van a esa galería porque exhiben la exposición MEN I LOVE, de Dora García. Hacen como yo. Tocan el timbre y entran. Atraviesan el portal, tocan otro timbre y entran. Ahí mismo, en los bajos del Passatge Mercader expone Dora sus conceptos. Lo primero que veo es una mesa blanca, tipo Ikea, con un montón de libros negros que en su portada exclaman: robe este libro. Escojo el que está menos alineado y leo Si tiene este libro en sus manos, probablemente se encuentra en una exposición, en una sala dedicada a la artista Dora García. De acuerdo. No lejos de usted se encuentra una cartela en la que se indica que este libro, o más bien una cierta cantidad de ejemplares del mismo, constituyen la obra expuesta. No es así, replico. Lo que indica la cartela es POR FAVOR, NO RETIRE NINGÚN LIBRO. Sigo leyendo. No lejos de usted, igualmente, debe encontrarse un vigilante de sala, que de vez en cuando le lanza una mirada observando sus idas y venidas. Mentira. No hay ningún vigilante en la sala. Si ha abierto este libro y está leyendo estas líneas, sin duda también ha mirado a ese vigilante de sala, esperando descifrar en su rostro bien aprobación bien censura. Repito. No hay ningún vigilante en la sala. Sospecho, sin embargo, de la colocación de cámaras. Miro con disimulo a ambos lados. Estoy solo en la sala. Si continúa leyendo ahora, no sabrá si la ausencia de un gesto significa la indiferencia total, el consentimiento tácito, o si, en este mismo momento, el vigilante se dirige hacia usted para aclararle definitivamente que no puede tocar esta obra. Nada de eso sucede porque, como ya he explicado, no hay ningún vigilante en la sala. Quizás por eso me siento tenso, incómodo, inquieto. Sería preferible, desde luego, continuar con la lectura de esta introducción en otro lugar, es su casa por ejemplo, o en un café; en un ambiente y en una posición más adecuadas a la lectura. Totalmente cierto, sería preferible. Pero sigo aquí, de pie, leyendo este misterioso artefacto. No me cabe duda de que usted ya debe de haber reflexionado sobre lo penoso que es leer de pie y más en una exposición, y este libro, evidentemente, ha sido hecho para ser leído, no tiene otra cosa que texto. Es muy penoso, ciertamente, como tantas las cosas en la vida. ¿Entonces? Vamos, coja este libro, métaselo en su bolsillo, en su bolso, y váyase. Si se atreve. Me atrevo, claro que me atrevo. Cojo el libro, miro a la puerta por si las moscas, y lo meto en mi bolsa marrón. Si no lo hace ahora mismo, va a lamentarlo después; le hará falta regresar de nuevo a este lugar, quizás tendrá que comprar una nueva entrada, y pudiera ser que haya otro vigilante de sala con una actitud más agresiva que el presente. Ya lo he hecho. De una. Me siento bien. Soy un delincuente conceptual. Minimalista, pero delincuente al fin y al cabo. Cuando esta exposición acabe serán raras las ocasiones en que vuelva a encontrarse con este libro en una situación similar. Solo podrá encontrarlo en la librería Section7books en París, sede de la editorial Paraguay Press que ha publicado este libro, y tal vez deberá pagar un precio respetable para adquirir este mismo libro. No pienso ir a París este año. Ni siquiera a Paraguay. Consuélese pensando en que sería un modo honesto de retribuir el trabajo de los autores y respaldar editoriales independientes. A las editoriales independientes ya las retribuyo bastante a menudo, pienso y abandono el lugar dando por terminada esta conversación ficticia con un libro que ya está en una estantería del barco a donde me mudé esta semana, un barco anclado en pleno Eixample, en las alturas de Carcelona.

Es importante la banda sonora...

http://www.youtube.com/watch?v=tTV8PmLu4tc

Por primera vez sentía el miedo de verdad

Y aún entonces ya sabía que no me abandonaría

Y soñé con una multitud siguiéndome

que me gritaba el tiempo no se puede detener