En el acantilado resuenan los ecos de aquellas olas que rompen y turban el silencio de la noche, naufragan en el embate traicionero el sabor a jazmín y a azahar que rubrica mi piel.
Los rizos color azabache de mi media melena, brillan aún húmedos, a la luz de luna, impregnados de sal.
Bajo el brillo de la luna, cegada anda el alma insulsa de esta peregrina.
Dormitan sin más como en el invierno las campanillas.Tal vez en primavera, vuelvan como las golondrinas, una nunca puede saber de esas cosas.
Ella tranquila en su parsimonia pasea por las lindes del camino, buscándose a si misma.
En ese transitar por los infiernos y los cielos, ni el calor, ni el frío, turban su presencia.
No piensa, no desea, no hay nada, sólo vacío que llena el silencio de vida, de su alma, de su esencia.
Aquellos tiempos llenos de miradas, sentires dispersos la ahogaban, ahora, son otras cosas, las que importan, la vida misma, aunque no olvida y en el silente vacío que la viste, llora.
Cada vez que llegas a mi cielo, luna llena, serena, brillante, le encuentro mirando furtivamente entre los barrotes de esa cárcel cerrada a cal y canto, candado en el averno, en que mi mente, mi cuerpo, mi alma fue sumida.
Desando el camino pero no encuentro ese cruce en que dejamos la vida, y me pierdo, desolada, sumida en la fría soledad que me arremolina, sin candil, ni lumbre, sin reflejos de vida..........
Marijose.-
Fotografía del acantilado Marijose Luque.
Fotografía del eclipse Zenda Caballero
Fotografía de la luna y el andante de A.G.