Querida Andrea:
No sé por qué, pero hoy me dio por extrañarte, por echar de menos tu presencia. Será tal vez porque el primer amor le deja a uno más huellas que ningún otro. Lo cierto es que estaba en la cama, junto a Patricia plácidamente dormida, y de pronto rememoré otra noche del pasado, junto a vos, plácidamente dormida, y sentí una aguda nostalgia de aquel sosiego de anteayer.
Alguien dijo que el olvido está lleno de memoria, pero también es cierto que la memoria no se rinde. Dos por tres suenan como campanitas en el ritmo cardiaco y una escena se hace presente en la conciencia como en una pantalla de televisión. Y aquel cuerpo que las manos casi habían olvidado vuelve a surgir como un destello hasta que otra vez suenan las campanas y el destello se apaga. ¿Te ocurre a veces algo así? ¿O será que me estoy volviendo un poco loco? Puede ser. Mientras tanto este probable loco te envía un invulnerable abrazo.
Querida Andrea:
Antes que nada, eufórico como estoy, me siento obligado a transcribir tu cartita: “yo también estoy loca. Yo también sueño contigo, dormida y despierta. Yo también oigo campanitas. Yo también añoro, no sólo tus manos en mi cuerpo, sino también mis manos en el tuyo. No voy a dejar a mi marido, porque es bueno y lo quiero, pero quiero encontrarme contigo, con o sin campanitas, pero estar contigo ¿Puede ser?”
Es claro que puede ser, mujer primera. Tampoco pienso dejar a Patricia, la verdad es que la quiero. Pero la otra poderosa verdad es que necesito estar contigo. Tengo la impresión de que vos y yo, que no funcionamos demasiado bien como marido y mujer, si funcionaremos espléndidamente como amantes. ¿Recordás aquello de “fiel pero no fanático”? Hasta el viernes, muchacha, en el café de siempre
Mario Benedetti
Publicado por: gogolEtiquetas: Palabras de amor