— Mira esa chica.
— ¿Cuál?
— Esa de allí.
— ¿Qué le pasa?
— Es guapísima.
— Bueno, no está mal.
— Se parece a tu novia.
— ¿Qué?
— Que se le da un aire.
— Si tú lo dices…
— ¿Puedo ir a hablar con ella?
— ¿Qué?
- Que si puedo hablarle.
- ¿Por qué me pides permiso?
— No sé, ya sabes, se parece a tu novia.
— Puedes ir si te apetece.
— ¿Seguro que no te molestaría? Quiero decir, es tu novia.
— No es mi novia.
— Pero como si lo fuera.
— ¿Cómo si lo fuera?
— Sí. Quiero decir… ¿cuál es la diferencia?
— Que no es mi novia.
— ¿Entonces puedo ir a hablarle?
— Claro.
— ¿Seguro?
— Joder. Ahora no lo sé. ¿Te gusta mi novia?
— Nunca me lo he planteado. Ya sabes, es tu novia.
— Pero si pudieras besarla la besarías, ¿verdad?
— No, hombre. Yo creo que cada persona es diferente.
— Acabas de decir que sería como besar a mi novia.
— Ya lo sé pero…
— Espera, espera, que aquí viene.
— …
— ¿Sandra? No te había reconocido. ¿Qué tal cariño?
Imagen: PTGreg