Revista Talentos

Dos relatos breves para soñar

Publicado el 18 julio 2015 por Aidadelpozo
Hoy traigo dos minirrelatos mientras preparo la cuarta parte de "¿No te estarás enamorando?" Espero que os gusten y, como siempre, gracias por estar. Esta es vuestra casa, entrad sin llamar. 1

Contemplaba el rostro de aquella mujer, perdiéndose en sus ojos grises. Se movía rítmicamente al compás de sus gemidos, aferrándose a la humedad de sus labios y enredado en su lengua. Ella le encadenaba dulcemente con sus piernas y acariciaba su rostro y su cabello, mientras sus bocas intercambiaban saliva y susurraban versos mezclados con jadeo. Aún poseían en sus ojos el brillo del primer orgasmo y el frescor de las sábanas aliviaba la incandescencia de sus pieles. Por un momento él se giró, dejando huérfanos los labios de su compañera. Su imagen en el espejo de la pared le devolvió el reflejo de un hombre al que no conocía, un hombre muy distinto del que aquella mañana había salido de su casa con traje y corbata, para enfrentarse a la misma rutina de siempre. Encima de ella, aquel hombre que jadeaba, gemía y amaba, se entregaba a la esperanza. Aquel hombre del espejo, en ese momento, era feliz.

2

"Si supiera que voy a ser feliz", dijo mientras sus ojos se clavaban en los míos, "pisaría sin miedo las hojas secas, esas cuyos crujidos me atormentan en otoño. Si tuviera la certeza de que al pronunciarlas, mis fantasmas iban a dejar de pasearse en mis noches sin estrellas, las oirías decir mil veces". Sonreí, toqué su cara y besé su boca. Su bigote blanco me hizo cosquillas. "No tengo una bola de cristal, mi amor", contesté nerviosa, mientras mis labios rozaban sus ojos cansados, "no puedo prometerte que seremos felices. No soy yo quien tiene pesadillas ni miedo a sentir de nuevo. No hay espectros que me visiten todas las noches, helando mi sudor. Sólo puedo decirte...", dije mientras mis manos comenzaron a acariciar su vientre, bajaron muy despacio y encontraron su deseo, "que por las noches mi cuerpo abrigará el tuyo y gritaré para espantarlos". Y entonces sonrió y susurró: "te quiero.

Semanas más tarde todo había acabado. Lo nuestro duró casi un año. Suficiente para que ambos aprendiéramos una lección: que susurrar te quiero es sencillo y que amar es complicado. Quizás yo no sé amar y los susurros de él eran solo eso.

DOS RELATOS BREVES PARA SOÑAR

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