Hemos cubierto un día más de elecciones con la noticia de una caída anunciada y el triunfo de aquellos que primero cayeron y que ahora solo recuerdan su triunfo, mientras que los antaño ganadores, ahora intentan mirar hacia dentro para observar qué funcionó mal, sin percatarse aún que la caída no es tanto por lo no visto dentro, como por lo que no quisieron ver fuera.
No es un juego de palabras ni de hechos ni de personas, quizás lo olvidan aquellos que siempre deberían de tenerlo presente: con el pan, la salud, la educación y la vida de los demás, no se juega.
Al igual que en un partido de futbol la estrategia manda, sin olvidar el orgullo, los incentivos, la preparación y la lucha; más de poco sirve todo ello si los resultados son pésimos y el equipo se hunde en lo más bajo de la tabla.
¿Solución? En el equipo sería el cambio de entrenador y la continuidad de los mismos jugadores; en la vida política la decepción da paso a la abstención o al voto a “otros” —sin que importe muchas veces qué equipo es, quien lo dirige y quienes juegan—, lo que lleva a un cambio de entrenador, jugadores y hasta equipo.
Pero lo peor de este lance es que dos semanas después de haber ganado holgadamente, no sabemos quiénes forman el equipo ni su estrategia, tan solo quien lo dirige.
Continuamos inmersos en el desconocimiento, a la vez que cae la economía, sube el endeudamiento, aumenta el paro, triunfan los recortes triunfan y nos seguimos preguntando… ¿Qué será, será…?