Revista Literatura

Draco Dormiens Nunquam Titillandus (*)

Publicado el 12 agosto 2010 por Evagp1972
Draco Dormiens Nunquam Titillandus  (*)
(* Nunca hagas cosquillas a un dragón que duerme)

Cinco años de amor y un día. Aprovechando que aún están de vacaciones y que Lorena ha salido a hacer la compra, Paola va a poner orden, por fin, en la habitación que utilizan a modo de desván. La persiana está medio bajada, pero vislumbra estanterías llenas de libros cubriendo las paredes, y en los estantes superiores, cajas con apuntes de la carrera o el doctorado. Bolsos en el suelo junto a mantas envueltas en plástico transparente...A pesar de la poca luz, detecta desagradables motas de polvo por todas partes. Lo más sencillo será empezar por los zapatos, se dice, y avanza decidida a la ventana del fondo. Levanta la persiana y ve alzarse a su lado dos columnas de cajas de zapatos, una frente a la otra, que le llegan hasta el pecho. ¿Cuántos años hace que no pone orden aquí? ¿Tres, cuatro? Se acabó. A arremangarse tocan.

Va quitando y reubicando cajas de la primera columna, de manera que, al cabo de unos minutos, queda al descubierto la segunda. Extrae de la primera caja unos zapatos de tacón alto, muy elegantes, rojo fuego. Recuerda entonces la boda de Elena, a la que asistió con la ilusión de una chica joven que acaba de romper una relación complicada, y espera que la vida le regale nuevas oportunidades para ser feliz. Se presentó enfundada en un ceñido vestido rojo, y a juego, esos mismos zapatos. Elena la calificó de “deslumbrante” cuando se saludaron, y debía estar en lo cierto: uno de los invitados intentó seducirla, pero al final de la velada descubrió que éste había venido acompañado… de su novia. Adúlteros. Los detesta, a ellos y a las tontas que les aguantan los cuernos.
Un mechón de su larga cabellera rubia se interpone entre ella y los zapatos que aún sostiene en las manos. Lo aparta con decisión; no tiene tiempo para pensar en tonterías. Al loro, se dice, y sonríe pensando en el expresidente del Barça. Otro que tal baila.
Pone los zapatos a un lado, levanta la caja vacía y… entonces la ve. Una pequeña y abultada carpeta azul, llena de papeles, que reconoce enseguida. Sorprendida, emocionada -¡Creí que las había perdido!- Paola olvida los zapatos para abrirla y sumergirse en la lectura de aquellas cartas que su madre, Carla di Maggio, recibió durante meses de una antigua amiga, Eva Roma.  Estaban ordenadas cronológicamente, desde 1986 en adelante:
   Barcelona, 15 de noviembre de 1988
Carla querida,
Desconozco si continúas viviendo en tu preciosa residencia de Via Sacchetti. En todo caso, espero que alguien de la Orden te hará llegar esta carta. Quizá la recibas con algunos renglones ocultos por el vigilante rotulador negro del censor. En ese caso, vaya por delante mi saludo a estos profesionales tan simpáticos de la Orden a los que tengo, como sabes, un profundo cariño.(...)
La Orden. Un escalofrío recorre su columna vertebral y recuerda la tarde en que jugaba a saltar entre las baldosas blancas y negras del vestíbulo, en su antigua casa de Via Sacchetti. Mamá llegó a casa como una exhalación, cerró de golpe la puerta, pálida y sudorosa, las cejas y las comisuras de los labios curvadas en un gesto de dolor, como una máscara grotesca. Apoyaba la espalda en la puerta cerrada, como temiendo que alguien –o algo-  del exterior la hubiera estado persiguiendo. Tenía la respiración acelerada, y apretaba  contra el pecho una carpeta azul llena de papeles. En un primer momento Paola casi no la reconoció y estuvo a punto de gritar; pero Carla abrió los ojos, reaccionó y se acercó a ella para abrazarla. Tranquila, cariño, soy yo. Agarró a Paola del bracito y la llevó pasillo adelante. Mamá tiene miedo –pensó- y mientras avanzaban hacia el comedor, mantuvo la cabeza hacia atrás, fija en la  puerta cada vez más lejana, esperando y temiendo un golpe que hiciera añicos los cristales, unas  garras que rasparan con furia la madera, el monstruo que había perseguido a mamá para hacerle daño.
Diez años después, su madre le revelaría la naturaleza de la Bestia a la que se enfrentó, y por qué esa tarde diversos miembros de la Orden la habían seguido por las calles de Roma.  
-   - ¿Dónde estás, amor?
Es Lorena. Abstraída en la lectura, Paola no ha oído el sonido de las llaves en la cerradura, ni el portazo que seguramente ha dado al cerrar la puerta. Le desagrada pensar que quizá otras personas pudieran entrar en su casa sin que ella se percatara, y robarle las cartas  que su madre guardó tan celosamente. Tendrá que ser más precavida. Incluso en vacaciones.

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