Pu Yen T'u (Bu Yantu). Todas las cosas bajo el cielo tienen su visible-invisible. Lo visible es su aspecto exterior, es su yang; lo invisible es su imagen interior, su yin. Un yin, un yang, es el dao. Cual un dragón que se desplaza en el cielo, si se descubriera por completo, sin aura ni prolongación, ¿de qué misterio podría estar envuelto? Por ello, tras las nubes se oculta siempre un dragón. Arrastrando vientos y lluvias, se lanza, raudo, y da vueltas, soberbio. Tan pronto hace brillar sus escamas como deja adivinar su cola. Por mucho que abra los ojos, el espectador nunca acaba de verlo todo. Con su doble aspecto visible-invisible, el dragón ejerce su infinito poder de fascinación. Así pues, el paisaje que fascina a un pintor debe incluir al mismo tiempo lo visible y lo invisible. Todos los elementos de la naturaleza que parecen acabados están en realidad ligados al infinito. Para integrar lo infinito en lo finito, para combinar visible e invisible, es imprescindible que el pintor sepa sacar partido del juego de lleno-vacío del que el pincel es capaz, y de concentrado-diluido de que es capaz la tinta. Puede empezar por el vacío y hacerlo desembocar en lo lleno, o a la inversa. El pincel debe ser ágil y vigoroso: ante todo evitar la banalidad. La tinta debe ser matizada y variada: hacer lo posible por no caer en la evidencia. No olvidar que el encanto de mil montañas y diez mil valles reside en los virajes disimulados y las junturas secretas. Ahí donde las colinas se abrazan unas a otras, donde los peñascos se abren unos a otros, donde se entremezclan los árboles, se agazapan las casas, el camino se pierde a lo lejos, se refleja el puente en el agua, hay que utilizar blancos para que el halo de las brumas y el reflejo de las nubes compongan una atmósfera cargada de grandeza y misterios. Se trata de una presencia sin forma pero dotada de infalible estructura interna. ¡No bastaría con todo el arte de lo visible-invisible para restituirla!
Vacío y plenitudFrançois Cheng ( Nanchang (China), 30 de agosto de 1929)Vacío y plenitud es una de esas obras fundamentales que permiten acceder a la comprensión de la pintura china. Su autor, François Cheng, conocido especialista en poesía y pintura chinas, expone el desarrollo que, a lo largo de quince siglos, ha tenido la pintura en China, pero su estudio no es de carácter histórico sino filosófico.
La primera parte explora el sistema de la pintura en relación con la filosofía taoísta a partir de la noción de vacío que todo artista debe conocer, eje fundamental de la concepción china del universo y su comprensión del mundo objetivo, ligado a la idea del aliento vital y al estado supremo al que el hombre debe tender. La segunda parte concreta ese sistema en la pintura a través de los escritos teóricos del célebre pintor Shitao (1641-1707).
Cheng explica también al lector occidental la adscripción de este arte a la concepción taoísta, incorporando fragmentos de pintores y tratadistas chinos sobre elementos y momentos de la actividad pictórica.