Y es que en los últimos meses, me he planteado muchas opciones en mi vida. Os mentiría si dijera que no hay días en los que he dudado seriamente del camino que me llevó a elegir esta profesión. Os mentiría si dijera que no me he levantado alguna mañana sólo por el dinero que me pagan por hacer mi trabajo. No sería cierto si dijera que no he pensado en dejarlo, en dedicarme a otra cosa que me hiciera pensar menos, estudiar menos, vivir mejor.
He pensado rehacer el camino, repetir el MIR, elegir otra cosa, en otro sitio… Y he llorado. De impotencia, informando a una familia muy parecida a la mía de que no pudimos hacer nada. De rabia, por ser la única tuerta en un mundo de ciegos, de nervios, por llegar a casa después de la peor guardia del mundo con el único consuelo de que hice todo lo que estaba en mis manos hacer, y sin saber si eso había sido suficiente. De incomprensión, bañada en sangre de un paciente que acabó atacando a otros. De soledad, tomando difíciles decisiones en el silencio de una noche en la que la mayoría dormía plácidamente (en sus casas), ajenos a esos momentos que marcan la diferencia.
Me he caído, he parado, he pensado. Y después me he agarrado de la mano de los gigantes que caminaban junto a mí, y me he puesto de pie. Y después de todo lo malo, he llorado de alegría, con el abrazo de una familia que me agradecía la peor guardia del mundo, sin saber que en ella me hice un poco más mujer. He aprendido, he crecido, he cambiado el miedo por el respeto y he sonreído. He visto los milagros que es capaz de hacer esta ciencia, que es la mía, y he creído.
Y creo. Porque por mala que sea la guardia, al final siempre vuelve a salir el sol. Porque mis erres mayores son esos regalos que alguien de ahí arriba puso para que el mundo fuera un poco menos gris. Porque mi tutor es esa luz en medio del camino que hace que aún no me haya perdido y porque he presenciado milagros saliendo de las manos de alguno de esos gigantes con los que comparto los momentos en los que las dudas desaparecen.
Porque llevo una semana volviendo a casa con una sonrisa por esos pequeños grandes momentos que da esta profesión, y porque lo más importante, es que hice todo lo que estaba en mis manos hacer, y eso es lo que me deja dormir tranquila.
Un consejo para los que queréis ser cirujanos: Si dudáis, ya sabéis que no es la mejor opción, pero si lo tenéis claro no dejéis que os convenzan de otra cosa.