La pequeña durmienteNo es que el mundo esté bien: es que no existe.
No hay nada alrededor:
sólo tu sueño.
Nada tiene más ley que tu abandono,
tu suave abjuración,
la dulce apostasía que te ausenta.No hemos fundado el mundo: nunca cambia.
Pero este cuadro es nuevo
--padre e hija--,
porque sólo el amor es diferente,
sin por ello dejar de ser lo mismo.El anchuroso mundo, que no importa,
gravita en torno a ti: lo has imantado,
y vive irreprochable hacia tu brújula.
Lo innúmero se rinde a tu unidad sencilla.Durmiente flor desnuda en mis palabras,
adormidera de los desencantos,
prístina amapola pálida.
____________________________________________________________________________Fuera de mí
Carlos Marzal (Valencia, 8 de septiembre de 1961)
Visor Libros, 2004Pero si en Metales pesados prevalecía el desconcierto indagatorio y las correspondientes zozobras expresivas, en su siguiente libro, Fuera de mí (2004), domina más decididamente la entonación pletórica, el himno a la plenitud del ser. Abandonada por el poeta la pesquisa gnoseológica basada en la estricta observancia racionalista, ahora el conocimiento de lo primordial se define como «un saber de sinsaber», o como la «analfabeta ciencia de estar vivo».
...
Aunque el poeta anuncia en el título su condición de ser enajenado, fuera de sí, en ningún lugar se propone una salida por la vía de la trascendencia, otro mundo para cuya posesión hubiera que renunciar a éste, pues el presente himno se funda en el nihilismo o nadismo de las creencias; al contrario, cuando se idea un paraíso que exige mortificación o negación del cuerpo, «más nos encomendamos a estos límites / de paupérrima carne vanidosa». En los instantes de máximo fervor, el cuerpo queda convertido en «fanal / de carne en que titilo», y el sujeto remeda el movimiento nervioso hacia la claridad («y voy que tiemblo») a través de la «noche ufana del alma», señas de una tradición sanjuanista bajo cuyo peso el poeta avanza a tentones y trastabilla en las palabras: un testimonio éste de la cortedad del decir en la que ya no bastan las antiguas destrezas formales.
[ Cervantes Virtual - Ángel L. Prieto de Paula]