Revista Fotografía

E de Edición

Publicado el 13 julio 2014 por Magiaenelcamino @magiaenelcamino

 
“El trabajo del editor suele no verse ni entenderse”, eso me dijo una vez una gran editora. Y creo que tenía mucho de razón.

Si hacemos una encuesta sobre qué piensa la gente sobre cuál es la tarea del editor, muchos responderán que solo corta y pega texto. Pero la edición implica, además, un proceso de construcción de contenido, implica una ideología, implica tomar decisiones permanentemente, implica zambullirse en las letras del otro (o en las propias) e implica pensar el libro como un todo.
En muchas oportunidades el editor es el que hace de coordinador de todo el proceso. Es el que tiene contacto con el autor, con los ilustradores, con el diseñador, con los fotógrafos, con los promotores, con la imprenta…
Si bien no es lo mismo la edición técnica que la edición literaria, ni tampoco es lo mismo la edición de una novela que de un libro de viajes, hay algunas cuestiones generales que las unifican.

Nosotros decidimos hacer una autoedición de nuestro libro. Casi siempre que escribimos algo hacemos autoedición, por ejemplo, cuando releemos un mail antes de enviarlo. Pero editar tu propio libro es un gran desafío. Porque no es un mail ni un post en un blog. Y porque estás tan empapado de tu texto, de tus ideas, de tus sensaciones, que muchas veces es difícil encontrar los errores o las posibles mejoras.

Mirar de lo global a lo particular.
El editor debe tener la idea general del libro en la cabeza y realizar muchas lecturas. La teoría dice que en cada una debe mirar algo puntual. Si comienza a “mezclar” lecturas no resuelve ni una cosa ni la otra. En una lectura puede mirar la coherencia o las repeticiones de ideas. En otra puede prestar atención a la gramática y ortografía. En otra puede tener en cuenta los hilos conductores. En otra, buscar sinónimos a ciertas palabras que no “cierran”. Si miramos solo un árbol (por ejemplo, un párrafo o un capítulo) y no prestamos atención al bosque (el libro completo) posiblemente cometamos muchos errores.

Ayudar a dar a luz.
Elsa Drucaroff dice “El problema es que uno se enamora con lo que escribe y tiene una relación muy poco objetiva con lo que hace.”
Ante esta realidad aparece el editor que es quien “ayuda a dar a luz el texto”. ¿Qué significa esto? Significa que ayuda a que se entienda lo que se supone que el escritor quiso contar, quiso transmitir.
Cuando hacemos una autoedición todo se complica porque la subjetividad está a flor de piel. Nosotros somos los que estamos “enamorados” de lo que escribimos y, al mismo tiempo, los que tenemos que mirarlo desde otros ángulos y modificarlo, cambiarlo, corregirlo. Parece que siempre es posible escribirlo mejor. Y es verdad.
Esto fue una de las cosas que más nos costó en el proceso de edición de nuestro libro. Por ejemplo, yo leía un texto que escribía Dino y sabía lo que él quería transmitir porque lo había vivido junto a él, pero eso que él quería decir no se decía con lo que había escrito. Entonces tenía que buscar explicaciones para que entendiera por qué había que cambiarlo y, sino me entendía (porque estaba enamorado de su texto o frase) tenía que modificarlo para mostrarle los dos texto y que vea la diferencia.
En otras letras les contaremos algunas anécdotas.

Dejar el texto en reposo.
Un buen consejo para cuando se realiza una autoedición es dejar el texto en reposo, abandonarlo por un tiempo. Pero abandonarlo en serio. No pensar en él. Ocupar nuestra cabeza con otras cosas. Después de unos días, retomarlo. Puede pasar que vuelvan a leerlo y que nada haya cambiado. Pero puede pasar, y en general ocurre, que lean algunas partes del texto y no puedan creer cómo pensaban que estaba terminado. El hecho de dejar reposar el texto, como cuando dejamos reposar  la comida para que tome más sabor, nos ayuda a despejarnos un poco y sentir que empezamos de cero.

La lectura de los otros.
Una vez que consideramos que el texto está terminado, la mejor manera de darle un cierre es pedirle a dos o tres personas que lo lean. Cuanta menos relación y menos contacto con nuestra historia tengan esas personas, mejor. Podemos pedirle que lo lean y que marquen todo lo que “les haga ruido”. Obviamente que no tenemos la obligación de aceptar todos los comentarios, pero sí debemos aprender a estar lo suficientemente abiertos para escuchar las críticas (tanto buenas como malas) que tengan para hacernos. Posiblemente esas personas verán cosas que nosotros, tan sumergidos en el tema, nunca veremos.

Nuestro libro está a punto de llegar a este momento. Al que se lo daremos a tres o cuatro personas (a las que les estamos muy agradecidos) quienes con un lápiz rojo (o del color que quieran) marcarán cosas, escribirán impresiones y nos ayudarán a darle el toque final. La Ansiedad es cada vez más grande.

El proceso de edición de un libro es muy extenso. Hay muchas cosas técnicas, desde la maquetación hasta el circuito de edición, que exceden este sencillo post. Pero no podíamos dejar de hablar de esta palabra ya que nos sumergimos en la experiencia de autoeditar nuestro libro y nos está costando más de lo que esperábamos.

 

El planing es como el bosquejo, como el croquis de lo que será el libro. Es dónde plasmamos las secciones que tendrá el libro, los lugares donde irán las imágenes,  la cantidad de páginas que pensamos dedicarle a cada parte, etcétera. El que sigue es parte del planing de nuestro libro. Digo “parte” porque está “resumido”. 

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Aldana Chiodi

Los papeles dicen que soy geógrafa social (profesora), periodista y editora, pero me identifico más con ser viajera, escritora y fotógrafa de viajes. Me encanta viajar, escribir, fotografiar, conocer y compartir otras culturas, llevar magia y arrancar sonrisas por el mundo y la nueva vida que elegí junto con mi compañero y amor: La libertad es un viaje de ida.
Si querés saber más sobre mi historia podés leer acá.
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