Echeverría o el fascismo

El descubrimiento de vastos yacimientos de hidrocarburos volvió a poner a México en el contexto geopolítico internacional. Era 1977 y se antojaba una novela de género negro, policiaca, de espionaje: La cabeza de la hidra. Todavía no se ha investigado bien cuáles fueron los motivos del régimen para ocultar la riqueza petrolera del país, hasta que llegó López-Portillo a Los Pinos (con LEA se llegó a importar gasolina). En alguna entrevista exclusiva, Carlos Fuentes hizo esa su famosa declaración, "Echeverría o el fascismo" al reportero Joaquín López-Dóriga, quien entonces lucía una de esas camisas de cuello grande y estampado atrevido. Acababa de suceder la matanza del 2 de octubre de 1968 y ya teníamos una nueva masacre ejecutada por Los Halcones, un grupo paramilitar lanzado contra los estudiantes que se manifestaban el jueves 10 de junio de 1971: Parecía increíble que el propio Presidente atentara contra su gobierno, de modo que la matanza se le endilgó a "emisarios del pasado", digamos al Jefe del Departamento del Distrito Federal, Alfonso Martínez Domínguez, por no controlar a ese grupo de choque organizado oficialmente para vigilar el sistema de transporte colectivo Metro. Carlos Fuentes fue embajador de México en Francia de enero de 1975 a abril de 1977.

Se ha dicho que es una novela menor, pero a mí me gusta y me la he leído al menos 4 veces en distintas épocas: Dice el tópico, y dice bien, que cada lectura ofrece cosas nuevas: Había olvidado que el autor-narrador aparece como personaje, pues Félix Maldonado le llama por teléfono a partir de la p. 90. Sus diálogos en clave, parecen sacados de los textos del viejo Shakespeare los malos utilizan textos de Lewis Carroll. De modo que, como parte del proceso creativo, es verdad que el lector escribe su propia versión también ( Proust).
La novela comienza con el protagonista Félix Maldonado, quien se traslada del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) al Sanborns de Madero (Palacio de los Azujelos) para un desayuno político con su jefe el doctor en economía Berstein (el licenciado Maldonado es jefe de la Oficina de Análisis de Precios de la Secretaría de Fomento Industrial). Es entrañable ese y otros recorridos por el viejo y abandonado Centro Histórico de la capital de los imecas: Uno siente, ve, la dolorosa miseria de los indios de México y la característica picardía chilanga para sobrevivir. Berstein y otros personajes le piden, le advierten, le ordenan a Félix que no vaya a la entrega de los premios de ciencias y artes en Palacio Nacional. Pero el muy gallito no obedece y pierde su nombre: Un tipo, un loco llamado Félix Maldonado, ha atentado con pistola contra el primer mandatario de la nación.

-¿Dónde está Bernstein?
-Eso sí lo sabemos. En Coatzacoalcos, Hotel Tropicana (ficticio; sugiero al director de la película usar el Hotel Colonial).
-¿A qué fue?
-Pues a eso, a recuperarse del balazo que le dieron (p. 116)

James Bond del subdesarrollo, nuestro Félix Maldonado pasa de la realidad a la pesadilla a bordo de un taxi. Este recurso me recuerda al que utiliza Gustavo Sainz en Fantasmas Aztecas. En algunos puntos, nuestro más airoso novelista se adelanta a su tiempo: El gadget electrónico que levanta la cortina del supermercado del judío Abby Benjamin y su negocio de tráfico de drogas. La clave de esta novela policiaca es ajnom al de las suites de la calle de Génova (Zona Rosa, es decir, "ni roja ni blanca", como atinadamente la bautizó José Luis Cuevas en los 60s).
La partida reiniciará. (p. 233)
Sí, pero con sus variantes (la verdadera locura es esa de todos los días y que llamamos rutina): Félix Maldonado será Diego Velázquez cuando el Presidente de la República está a punto de saludarlo en Palacio Nacional.

Carlos Fuentes, La cabeza de la hidra. Joaquín Mortiz / Editorial Artemisa. Colección Literatura Contemporánea, número 6. México, DF (1985). 283 p.