Hace pocas semanas tuve la oportunidad de escuchar las reflexiones pausadas y muy interesantes del señor Jorge Wagensberg (doctor en física, profesor de la UB y director del CosmoCaixa). Es un placer escuchar a un sabio que no pretende dar clases de nada, que habla porque tiene cosas que decir y además sabe cómo decirlas –al contrario de los charlatanes, esos que hablan sin que tengan nada que decir y acaban aburriendo a los muertos-. Andaba yo ya preocupado por la economía, pero pensando en si la economía debe ser considerada realmente una ciencia o si, por el conrtrario, sólo es una gran mentira. Me debatía entre esas dos opciones. Es por eso que, entre las muchas reflexiones que escuché del señor Wagensberg sobre temas muy diversos, hubo dos afirmaciones que no pude quitarme de la cabeza. Se las explico:
Primera. Si toda la humanidad viviera en las mismas condiciones que vivimos en el primer mundo –en Barcelona, por ejemplo-, necesitaríamos ocho planetas como el nuestro para obtener los recursos necesarios.
Segundo. Cualquier científico sabe que todo sistema es limitado y, por lo tanto, cualquier subsistema que se desarrolle en él también será limitado.
A partir de aquí, encontré algunas consecuencias inmediatas. De la primera afirmación se deduce que para que todo el planeta sea sostenible, por cada persona del primer mundo que existe tiene que haber cuanto menos siete personas en algún lugar que no consuman prácticamente ningún recurso. Con lo cual, cuando escuchamos a los economistas ofrecernos recetas de cómo debemos gobernarnos, en realidad estamos escuchando a alguien que nos dice cómo debemos seguir explotando a siete inocentes que ni tan solo podrán soñar con nuestros recursos. Dicho de otro modo, la economía se convierte en gestión de la desigualdad y la explotación.
De la segunda afirmación se sigue que los economistas, cuando afirman que debemos seguir creciendo, en realidad no cuentan que el crecimiento es limitado y que es imposible crecer eternamente. Por lo tanto, animándonos al crecimiento nos abocan a la destrucción –más o menos tardía y más o menos cíclica, pero destrucción. Dicho de otro modo, la economía es una ciencia incapaz de ver más allá de sus narices y sólo piensa en el corto plazo para obtener el mayor beneficio para aquellos que poseen el poder –económico, por supuesto. A esto se le llama servilismo, no ciencia.
Y de ambas afirmaciones surge una pregunta: ¿Es verdaderamente la economía una ciencia, si no tiene en cuenta principios fundamentales de la realidad y sólo ofrece recetas para gestionar la desigualdad en el corto plazo? Creo que el señor Popper acusó al psicoanálisis y al marxismo de ser pseudoteorías científicas. Pero, si el señor Popper hubiera vivido unos años más, me hubiera gustado preguntarle si una ciencia que es incapaz de predecir qué ocurrirá a corto plazo y que no tiene ningún interés en el futuro, debe ser considerada verdaderamente una ciencia. Para ponerles en su sitio, yo invitaría a los economistas del FMI y del Banco Mundial a que tengan un programa de TV al estilo de los charlatanes que en las madrugadas engañan a incautos leyendo cartas y horóscopos. Seguirían engañando, sí, pero estarían en el lugar adecuado. Hasta ahora no han demostrado mucho más.El Asombrado Mirón, una visión sobre la actualidad política y social, una manera crítica de interpretar la realidad.