Revista Talentos
—Ven conmigo —me dijo—. Tengo un Regalo Especial para ti. Yo le seguí; ¿qué niño, después de haber descubierto a Papa Noel en su casa, no le habría seguido? Así que, emocionado y eufórico, agarré su mano y fuimos a la parte trasera de mi casa, donde un coche oscuro esperaba silencioso junto la acera. Papa Noel me abrió la puerta trasera y entramos.—¿Te has portado bien? —me preguntó. Yo, impaciente por ver el Regalo Especial, asentí—. Bien, los niños buenos me gustan —afirmó. Sus ojos brillaban—. Solo ellos se merecen mi Regalo Especial.—¿Y cuál es? —le pregunté.Él aferró mi mano suavemente y la posó sobre algo duro, una especie de barra. Entonces fue cuando toda mi emoción y alegría se rompió, me asusté y grité, y cuando Papa Noel empezó a hacerme daño en la muñeca. Esa noche, aquel hombre me dejó dos marcas: una en la muñeca, que desapareció, y otra de la que jamás me he librado, como si la hubiese hecho con esos rotuladores permanentes, pues han pasado cerca de treinta años desde aquello, y ahora, yo también me dedico a hacer Regalos Especiales a los niños buenos.