FONTANA,M.; GIL CANTERO, F. y REYERO, D. (2013). La perspectiva pedagógica de la vida familiar. Un enfoque normativo. Estudios sobre Educación, 25, diciembre, 115 - 132.
Como suele ocurrir con conceptos que tiene tanta importancia en la praxis de las personas, como es el concepto de ‘familia’, debemos definir qué es ‘familia’. No es tarea sencilla en unos tiempos en el que tratar de concretar algo parece un ejercicio arriesgado, pues la posmodernidad en la que estamos inmersos nos hace plantearnos cualquier interpretación posible. Sin embargo, cabe aceptar que, como se muestra en el artículo, consideremos una familia aquél conjunto de personas que viven en el mismo hogar. Dicho esto, en esta entrada resaltaré algunas pinceladas sobre el artículo. En primer lugar, me parece imprescindible tener en cuenta la importancia de que exista en la educación familiar una finalidad educativa concreta y de carácter valorativo. Sin duda, esto podríamos considerarlo como requisito sine qua non a lo que es recibir educación familiar. Ahora bien, es cierto que hay relaciones familiares que son perjudiciales para el desarrollo sano y equilibrado con el mundo, pero debemos ser sinceros y reconocer que no somos únicamente nuestra familia, ni en lo bueno ni en lo malo.En segundo lugar, la parte en la que se menciona a los factores tecnológicos y su influencia en la reproducción humana. Su uso nos hace replantearnos la propia figura de la ‘familia’. Resulta que ya podíamos controlar el cuándo tener un hijo y ahora, además, podremos decidir el cómo va a ser. Esto, sin duda, choca claramente con el principio de acogida incondicional a los descendientes. Para más, esto plantea la posibilidad de que en nuestra sociedad estemos considerando a los hijos como un objeto de consumo de los padres, es decir, que los hijos sacien las necesidades de los adultos, cuando debiera ser claramente al revés. Sin embargo, los hijos necesitan de esa incondicionalidad y seguridad, por ello, deben ser la atención primordial de los padres.
Con todo, quiero insistir que deben definirse, sin titubeos, aquellos valores que permitan alcanzar la felicidad desde el seno familiar. Esto se consigue a través del día a día, no podemos esperar recoger el sentido felicitario de la vida y transmitirlo de una manera teórica. En este sentido, no cabe la posibilidad de aceptar en la familia un valor y su contrario, dicha contradicción menoscabaría el proceso educativo familiar. Por tanto, no podemos caer en la tendencia de considerar a la familia como un grupo democrático más, en el cual todo es debatible. Estoy de acuerdo en considerar esto, como aparece en el texto, un “error pedagógico”. En definitiva, la familia debe tener un argumento y unos valores definidos que sean concretos y reales, pues somos alguien dentro de una realidad y la realidad es tener clarividencia de lo que nos rodea. Lee, duda y escribe.