Veamos. Registro las entrevistas y todos los datos del usuario en un programa que está en red, así que el día que no tengo Internet estoy perdido. Una buena parte de las coordinaciones con otros profesionales las hago por correo electrónico. Busco información, bajo impresos, miro direcciones y hago gestiones en Internet. He reducido el uso del papel al mínimo. Nada de folios. A lo sumo posits del neolítico que voy pegando por todas partes. Utilizo documentos y plantillas que están en el ordenador y gestiono mi agenda en el móvil.
La mayoría de contactos del profesional con el usuario continúan siendo presenciales. ¿Es esto malo per se?. No, y sí. En las últimas jornadas de servicios sociales básicos casi todo el mundo parecía estar de acuerdo en que, acentuado por la crisis económica, la gestión y la burocracia ocupaban buena parte de la jornada de los profesionales. Sobre el desprecio con el que algunos se refieren a la gestión o a los protocolos ya dije lo que opinaba, pero no es esto lo que me interesa ahora. La cuestión es si esa gestión tiene que ser siempre presencial y si estamos aprovechando todo el potencial que sí tiene el 2.0 en la vida civil.
Algunas de estas cosas ya están pasando, otras serán diferentes a como me las imagino, y muchas no pasarán nunca. Pero de la misma forma que ya nadie espera que venga el expendedor de gasolina, servicios sociales no serán los mismos de aquí a veinte años. Tenemos los instrumentos para hacerlo; son los mismos que utilizamos fuera de nuestras oficinas. Sólo falta que esos veinteañeros enfermos de tecnología, enérgicos y desacomplejados, se dejen ver por los servicios sociales y conviertan en tecnológicamente viables nuestros deseos
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