Por: Milton Zambrano Pérez
Internet ha producido una revolución pacífica planetaria. Mejoró la comunicación de las personas situadas bien lejos entre sí. Cambió los ritmos de vida de casi todas las edades, creando nuevas adicciones pero también novísimas redes virtuosas.
Ha ayudado a ampliar la difusión de los conocimientos científicos de toda índole, democratizando el acceso a la información que circula en forma de libros, revistas o periódicos. Los blogs permitieron el surgimiento público de un grupo de gentes que opinan a favor o en contra de tal o cual gobierno o tema, acrecentando como nunca antes la base popular de la discusión de ideas.
Revistas y periódicos del mundo entero se posicionaron desde hace años en la red, estimulando la aparición de una comunidad de lectores que aumenta a diario y que prefiere el formato virtual a las ediciones impresas. O que combina sus apetencias. No sólo por razones económicas sino por la rapidez con que se movilizan las noticias o las opiniones en ese medio que, además, integra videos y sonido. Lo que no pueden hacer las herramientas tradicionales.
El éxito de Internet se debe, en parte, a que mezcló la velocidad de la radio, los avances informáticos y algunos aspectos relevantes de la televisión y de la prensa escrita, aparte de ser un instrumento muy dinámico con una gran capacidad de transformación y crecimiento.
Hoy en la red mundial se mueve casi cualquier cosa. De calidad y productos indeseables. Materiales académicos serios y documentos que nunca debieron publicarse. Fuentes de archivos, libros digitales, sitios de cultura y arte, de música, deportes y un semi-infinito etcétera. Hay mucho para elegir. Ahí reside su gran poder atrayente pero también su riesgo. Sobre todo para los jóvenes.
Se podría continuar la enumeración de los logros de la red mundial en todos los idiomas pero eso (para muchos) tal vez sea un simple pleonasmo. En esta columna sólo discutiremos el papel idiomático y adictivo de una herramienta de la web que ha hecho furor, más que nada entre la juventud.
Estamos hablando de Facebook. Ese sitio (quizás como ningún otro) ha contribuido a incrementar lo que algunos psiquiatras y psicólogos denominan la "adicción a Internet". Un problema que genera trastornos de personalidad especialmente en los jóvenes, cautivos de la red tratando de escapar de sus dificultades. Entre las que sobresalen la depresión, la soledad o las penurias económicas.
A veces las condiciones o trastornos cerebro-psicológicos encuentran un nicho para expresarse en Internet y en Facebook. Pero el uso indiscriminado de esos medios de comunicación, diversión o investigación ha creado un apego casi enfermizo en muchos usuarios que no pueden ser felices o vivir normalmente si no están conectados.
Cuando dejan de ser internautas parece que sufrieran un "síndrome de abstinencia", de manera parecida a como sucede con los alcohólicos o los drogadictos cuando no tienen cerca su objeto de deseo y satisfacción (obviamente contando con las diferencias notables que existen entre tales vicios).
Ellos se transforman: sufren de irritabilidad, se vuelven ansiosos y se muestran insatisfechos. El cansancio de la vista y del cerebro contribuye a elevar su mal humor y su agresividad. En tal estado de desgaste provocado por la vorágine virtual (que para algunos ocupa la mayor parte del tiempo de vigilia) esos seres son capaces de llegar a extremos inconcebibles.
De existir una condición orgánica o psicológica que lleve al individuo a asumir conductas anormales es probable que Internet o Facebbok contribuyan a acelerar el surgimiento de una enfermedad. O a crearla. Ya sucedió que un muchacho agredió de muerte a su madre porque esta le prohibía el acceso al computador. Su agudo trauma lo condujo a él también al suicidio.
Los chinos han promovido medidas drásticas para combatir lo que llaman la "adicción a Internet". Están reeducando a los jóvenes vinculándolos al ejército como pacientes. Una medida discutible que no oculta el interés de los burócratas por limitar el acceso de los pobladores a la información. Pero que indica, también, que para ellos el tema se ha convertido en una dificultad de salud pública.
Facebook es la botella que ha colmado esta orgía cibernética que inunda casi todos los resquicios de nuestra vida. Si existe algo como la "adicción a Internet" esta herramienta es el tabaco que hacía falta. El "vicio" ha aumentado gracias a Facebook, que ata a la mayor parte de las edades. Ni los cuchos o cuchas se salvan.
Porque es terriblemente "adictivo" poder escribir cartas cortas, enviar fotos o colgar videos para la familia que está al otro lado del planeta. O comunicarse en tiempo real (por escrito o audiovisualmente) con la novia o el novio, con los hijos o los padres o con cualquiera. Hasta con un fantasma de la red que sirva para combatir el aislamiento, la nostalgia y la soledad. O para despertar la pasión.
Otro efecto colateral notable de Facebook se relaciona con la forma como escribimos. Ahora la gente teclea más, se ha dicho. Sí escribe más pero, ¿cuáles son las cualidades de lo escrito? Adhiriendo a la perspectiva de los puristas es pertinente decir que (sobre todo) la muchachada está descuartizando el castellano. Sin premeditación. Ni alevosía. Sólo jugando.
A veces uno cree que su ideal es transformar nuestra lengua escrita en algo bastante parecido al ruso. Porque no les preocupa para nada la ortografía o las normas sintácticas más elementales. "Redactan" espontáneamente, como se les ocurre, casi imitando (sin quererlo) la escritura automática que alguna vez propusieran los surrealistas franceses.
He aquí una pequeña prueba: (lean con atención la frase que sigue en castellano internáutico; se entiende a pesar de la sensación de mareo) ah bezez huno crhee ke zhu hideal hez tranzfhormahr nuheztrha lhenghua hezcryta hen halgo vazthanthe parezidho hal rruzzo. Al ruso cuando se le convierte a los caracteres de nuestro alfabeto, desde luego.
O (en el mejor de los casos) su escritura es bastante similar al castellano paleográfico, el que se generalizó por allá en los siglos XVI y XVII en América. Cuando escaseaban las comas y puntos y coma, las mayúsculas y las palabras se escribían de varias maneras, sin tener en cuenta ninguna norma.
Con lo cual la muchachada efectúa una ardua tarea contrarrevolucionaria que tiene por objeto retroceder el modo de escribir a los tiempos en que comenzó el baile en Europa. ¿Cuándo soñaron los retoños con cumplir este nefasto papel? De arrastrar el castellano (inerme como un cadáver) a un catastrófico pasado a punta de palo. Pobrecito.
Desde luego que no han soñado nada. Ellos escriben y ya. Para comunicarse y punto. Mamando gallo, anotando vulgaridades y lo que sea. Porque eso sí: la destrucción contrarrevolucionaria del idioma tiene como condimento principal un catálogo bastante nutrido de obscenidades que es imposible reproducir ahora sin reventar las retinas y escandalizar a la tribuna.
¿Por qué la descomposición idiomática promovida indirectamente por Facebook suele tener el eje de la mala lengua y de la "escritura automática"? ¿Porque los polluelos se lo han propuesto así conscientemente? ¿Como Saramago, que a veces prescindía de las mayúsculas por molestar o para ir contra la corriente? ¿O como otros escritores burlones que critican la rigidez de las academias del idioma?
Si la cosa fuera por ahí uno hasta se recostaba a dormir. Pero nada: los pelaos y peladas (y hasta las frutas maduras y los cuchos) escriben así porque se les olvidó la gramática que supuestamente aprendieron en la infancia (o más adelante) o su "enseñanza" fue tan mala que aparte de los bostezos generó la repulsión. Y el odio.
Desde este ángulo su "estilo" de redactar puede concebirse como una protesta pública contra los métodos de los malos maestros de la lengua y contra las escuelas, colegios o universidades que les cobijaron. Siendo optimistas. Gajes de la modernización informática.
Se podrían agregar a la lista de factores que estimulan el delito la velocidad y la inmediatez del contacto virtual. Porque colocar una coma o un punto o una mayúscula al ritmo frenético en que marchan los párvulos dando vueltas en Facebook a veces demanda mucha energía. Sobre todo si chatean con varios congéneres. Mamando gallo y compitiendo en el uso de vulgaridades.
Por esta causa suelen ser muy económicos. Ahorrativos, sería mejor decir. No se desgastan colocando los signos de puntuación, las mayúsculas o escribiendo oraciones o párrafos donde se pueda reconocer que les pasó por dentro la enseñanza formal.
Eso no les inquieta. En consecuencia, se convierten en delincuentes, en homicidas de su propia lengua. Aunque no lo sepan y no lo puedan ver. Porque (recuerden): el desconocimiento de las normas no exime de la culpa. O sea: hay víctima (el cadáver inerme), hay delito y hay culpables. ¿Qué medidas se podrían plantear para redimir la afrenta, descartando los procedimientos marciales de los chinos? Está por verse.
De tal manera que Facebook se convirtió en una vibrante vitrina del olvido que será el idioma castellano, de continuar la contrarrevolución inconsciente prohijada por nuestros contemporáneos. Aparte de ser una exposición maximalista de la catástrofe promovida por la enseñanza formal contra la buena redacción en casi todos los rincones del país.
Porque el daño viene de abajo, de la primaria y la educación media. Y se proyecta a los niveles superiores, a los universitarios. Toda esa mala educación está revelando sus facetas perversas en la red mundial, más que nada en la inatajable Facebook. Que es un filoso bisturí que le rebana las tripas sin piedad al inerme castellano.
Cuando Iván Goldberg (el psiquiatra estadounidense que en 1995 habló por primera vez de la discutida "adicción a Internet") abrió la boca para jugar con algo que observaba al frente de los computadores, no se imaginó que su categoría fuera a impactar de modo tan fuerte los medios especializados en medicina.
Ni Mark Zuckerberg (el joven creador de Facebook) pensó que su engendro superaría el nivel de juguete de lujo entre los universitarios de Estados Unidos. Porque para sorpresa de medio mundo hoy su invento provoca más estragos que la marihuana, el opio o la cocaína juntos en cuanto a sus efectos adictivos.
Aunque los portadores del nuevo mal no sean vistos como drogadictos y no exista, por tanto, rechazo social contra la moda Facebook. A pesar de que esta se ha masificado más que el SIDA y posea el potencial de convertirse en la calamidad de salud pública más protuberante de los últimos tiempos. Oigan la campana de los chinos.
Con el adorno complementario de que es, además, el principal útil para descuartizar virtualmente nuestro idioma. Que ahora se escribe mucho, pero peor que hace poco. Y mañana será la hecatombe, si no atacamos con firmeza la contrarrevolución.
Porque el castellano internáutico cada día se parece más al tatarabuelo paleográfico (que sólo es entendido por los iniciados). Es decir, estamos como en la película…en un regreso al pasado. ¿Khe azher? Kysaz hezo zhea themha dhe hotrha columhnha.