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Ego calentito…por Puri Paniagua

Publicado el 18 septiembre 2013 por Palaciomontarco

Nuestro primer post de la vuelta al cole iba a ser una recopilación de los mejores momentos de la terraza de este verano. Sin embargo, esta mañana hemos recibido un post de una buena amiga, Puri Paniagua, que no podemos evitar copiaros. Es de esos que te remueven un poco y te llevan a reflexionar…

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Ahí va el “caramelo”. Ánimo con la semana y un fuerte abrazo de Mirentxu, Carmen, Bego y Sheila.

Vuelvo del verano con el ego calentito, y no es del sol. En este periodo estival he alternado días que son simplemente de “no trabajo” con días de vacaciones de verdad; que no es lo mismo.
Me fui alterada, con poco sosiego. Alguien me envió –con cariño- un interesante artículo de Pérez Reverte, “carta a un joven escritor”. La verdad que me encantó, aunque me descolocan algunos de los mensajes de su contenido.
Dice Pérez Reverte : “Vaya por delante que no hay palabras mágicas. No hay truco que abra los escaparates de las librerías. Nada garantiza ver el fruto de tu esfuerzo, esa pasión donde te dejas la piel y la sangre, publicado algún día. Este mundo es así, y tales son las reglas. No hay otra receta que leer, escribir, corregir, tirar folios a la papelera y dedicarle horas, días, meses y años de trabajo duro -Oriana Fallacci me dijo en una ocasión que escribir mata más que las bombas-, sin que tampoco eso garantice nada. Escribir, publicar y que tus novelas sean leídas no depende sólo de eso. Cuenta el talento de cada cual. Y no todos lo tienen: no es lo mismo talento que vocación. Y el adiestramiento. Y la suerte. Hay magníficos escritores con mala suerte, y otros mediocres a quienes sonríe la fortuna.”
Pues eso, que no es lo mismo talento que vocación; como bien vemos en los bobo-programas de televisión, donde hay decenas de aspirantes a emular a Madonna, Lady Gaga o a David Bisbal, con gran vocación, pero sin el talento que transmite emoción, que despierta instintos y derrama escalofríos.
Y claro, me pasé varios días en la tumbona, bajo el sol, con el tinto de verano, meditando si lo mío es talento -de “tálanton”, las balanzas, el valor – o solo vocación –los “llamados” los que aportan compromiso y dedicación-.
¿Habrá talentos perdidos por falta de vocación? Imagino a algunos Ronaldos –como el auténtico- hundidos en los arrabales de las ciudades de Brasil profundo sin interés por el esférico aunque dotados para ello.
Y cuando ya tenía la piel tostada por el astro brillante que no nos ha dado tregua, y el cuerpo calentito del vinito helado –cómo engaña la copa, te ponen hielo, pero sigue produciendo calor-, concluí que el mayor talento es la vocación, la capacidad de esfuerzo, de compromiso, de superación, de resistencia. Sin ello, por muy diferencial que sea tu don, no hay éxito.
Las redes sociales, los “Me gusta”, los tuits, los “followers” del “blog”, son como alcohol barato, el de garrafón, que te nublan la cordura y te calientan el ego, con un altísimo riesgo de resacón a corto plazo.
Mi valor, mi don, mi talento, -el de cada uno- sea lo que sea, lo es en términos absolutos, sin depender de los demás. Si siento el éxito en función de la respuesta de los otros, de los aplausos, de los comentarios o críticas, les doy poder o autoridad sobre mí. Ahí no quiero estar.
Dice Pérez Reverte: “Lo que distingue a un novelista es una mirada propia hacia el mundo y algo que contar sobre ello, así que procura vivir antes. No sólo en los libros o en la barra de un bar, sino afuera, en la vida. Espera a que ésta te deje huellas y cicatrices. A conocer las pasiones que mueven a los seres humanos, los salvan o los pierden. Escribe cuando tengas algo que contar”. Amigos, ahí voy.
Estoy hambrienta por compartir las experiencias que me traspasan, es lo que me produce placer. El son de las palabras, la cadencia de las frases, las ideas que se entretejen y arman un conjunto con sentido. No sé si tengo talento o vocación, y mi ego ya se quedó chamuscado. Qué liberación.


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