Einstein y Szilard en una recreación posterior a la firma de la célebre carta a FDR.
La semana pasada se cumplieron dos aniversarios clave para el inicio de la Era Nuclear: los conocidos bombardeos nucleares de Estados Unidos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaky, los primeros y únicos de la historia. Y curiosamente también, el aniversario de una célebre carta que Albert Einstein dirigiera al presidente norteamericano Franklin D. Roosvelt (FDR) en 1938, en la que alerta sobre el potencial uso militar de la recién descubierta reacción en cadena y recomienda tomar acciones para que los Estados Unidos construyan el arma desiciva que le permitió finalizar la guerra contra Japón.
El Proyecto Manhattan fue el primer programa científico tecnológico a escala gigantesca con un objetivo específico: dotar a los Estados Unidos de la mas devastadora arma jamás producida. En el marco de ese programa se reclutaron a los mejores físicos e ingenieros del mundo. Los premios Nobel en física y química eran legión, y entre quienes participaron en el Proyecto Manhattan se destacan personalidades que forjaron la física moderna. A lo largo de este tiempo hemos leído y escuchado asociado a este proyecto el nombre de Albert Einstein, como principal impulsor de la iniciativa norteamericana que desembocó en la creación de este programa.
La célebre carta que Einstein entregara al presidente norteamericano Franklin D. Roosvelt, el 2 de agosto de 1939, se considera el origen de este proyecto, al motivar al presidente norteamericano la creación del mismo. A pesar de no haber trabajado en el proyecto, el Ejército de los EUA estimó que sus posiciones pacifistas lo desacreditaban para tal tarea, el nombre de Einstein aparece asociado como inspirador del proyecto Manhattan. Nunca antes las palabras de un científico generaron una respuesta de escala semejante a la realizada por los EUA con esta iniciativa. Había nacido una era nueva, en la que el lobby permitió a los científicos y técnicos participar de eventos realmente claves y dramáticos en la historia bélica y por cierto, en la política. Esa carta es célebre por esas razones y sin embargo, como sucede habitualmente, tiene una historia que es desconocida.
La historia recuerda a Albert Einstein como el autor de estas palabras, aunque esto es inexacto: las únicas palabras que proceden de puño y letra del físico alemán son las que la rubrican su nombre. La redacción de la misma estuvo a cargo de su colega húngaro Leo Szilard, quién ademas había demostrado a Einstein la potencial aplicación bélica de la fisión.
Szilard es un protagonista central en el desarrollo del armamento nuclear: fue el primero en divisar el terrorífico potencial que la recién descubierta fisión nuclear podría tener en el campo de batalla. Además de su capacidad como científico, Szilard tenía un particular olfato político que lo distinguía de muchos de sus colegas. Inmediatamente recurrió a dos compatriotas y colegas suyo: Eugene Wigner y Edward Teller para poder llegar a comunicarse con los aliados. En principio Szilard estaba preocupado por los yacimientos de uranio descubiertos en el Congo Belga, que podía motivar una iniciativa alemana para obtenerlos. Su principal preocupación era llegarle a la realeza belga para señalar el potencial peligro que suponía el combustible nuclear en manos nazis. Para ello recurrió a las gestiones de su viejo amigo y colega Albert Einstein.
Además de los aspectos técnicos y bélicos involucrados, Szilard tuvo presente que para lograr obtener armamento nuclear se requería una inversión masiva, a una escala inimaginable en esos tiempos, y por lo tanto entendió el aspecto eminentemente político del asunto. Nadie que el conociera, salvo Einstein, era capaz de llamar la atención sobre estos temas con la suficiente credibilidad. El 12 de julio de 1939 se reúnen en Long Island, y es en esa ocasión en la que Slizard le señala a Einstein el potencial bélico de la fisión nuclear. Daran habe ich gar nicht gedacht dicen que dijo el sabio alemán: 'no tenía ni idea de eso'. Luego de esta reunión Szilard redactó dos cartas: una dirigida al embajador belga en los EUA y otra a FDR. La segunda carta fue entregada al presidente norteamericano por el economista Alexander Sachs. En la carta se mencionaban los recientes avances de Enrico Fermi en el dominio de la recién descubierta fisión nuclear y los preocupantes avances de los científicos alemanes en la materia. Asimismo en la misiva se propusieron una serie de medidas destinadas a que los Estados Unidos tomaran acciones decisivas para la investigación y desarrollo de armamento nuclear. El resto es historia.
Szilard fue un científico ciertamente avanzado en su época. Tan temprano como en 1934 presentó una patente en la que se describía el posible uso de la reacción en cadena para la generación de grandes cantidades de energía y otros posibles usos. Las características de las propuestas técnicas realizadas por Szilard en 1934 son controversiales: la descripción de un posible reactor nuclear difieren notoriamente de la tecnología finalmente desarrollada, y por cierto, las aplicaciones bélicas de la fisión nuclear no aparecen detalladas. Por cierto no describe la tecnología necesaria para desarrollar un artefacto de uso militar tampoco. Ciertamente las propuestas de Szilard son confusas e inmaduras, pero en definitiva se trata de un aspecto visionario a destacar. En 1942 Enrico Fermi logra la primera reacción en cadena controlada. Previamente comienza el desarrollo de la energía nuclear tanto en sus aplicaciones civiles como militares con la puesta en marcha del Proyecto Manhattan.
Szilard se convirtió en un militante por la paz, antes de que los Estados Unidos bombardearan Hiroshima y Nagasaky. Escribió una carta y promovió un petitorio que fueron dirigidos al presidente Truman antes de los bombardeos. En 1960 fue galardonado con el premio Atomos por la Paz por sus esfuerzos en pos de la paz mundial. Fue todo un personaje, cuya labor como lobbista determinó la creación de un programa de la magnitud que fue el Proyecto Manhattan, y por cierto, del nacimiento de la era nuclear y las peores de las consecuencias asociadas a la misma: el uso de armamento de destrucción masiva nuclear.
Sin embargo, el verdadero autor de la carta que jugó un papel tan importante en esta tarea no fue Albert Einstein sino Leó Szilard, quién vio en su colega alemán el respaldo necesario para hacer que su carta llegara al primer nivel de decisión de los Estados Unidos. No dejo de pensar en la obvia dicotomía que deja esta historia: ¿son los avances científicos tecnológicos los que determinan la historia, o es el rol concreto de las decisiones políticas, y los hombres, los que los llevan adelante? Sin Einstein ni Szilard es probable que los EUA desarrollaran el armamento nuclear que cambió la historia, pero sin la acción concreta como la contada aquí cualquier otra especulación sería simplemente un ensayo de ficción histórica.
Leí este pedacito de historia en The Curious Wavefunction y en Restricted Data, de donde extraigo la mayoría de la información.