Tengo ganas de saltar, correr, de trotar a ritmo por el camino que va de la vieja casa a la playa. Hoy soñe que volvía a correr descalzo por la arena, dejando atrás miles, millones de huellas húmedas de unos pies curiosamente livianos, ágiles.
Me desperte con dos agudos dolores, uno el de mi rodilla maltrecha, otro un punzón hiriente en mi cabeza recordándome que hubo un tiempo que mis articulaciones funcionaban como goznes bien engrasados.