Por: Milton Zambrano Pérez
Queda tremendamente difícil cambiar la fecha del 20 de julio de 1810, convertida en el gran hito para la celebración de la Independencia en este país. Han corrido muchas décadas desde cuando se decidió tomar esa fecha como el referente principal para festejar nuestra salida del redil del Imperio español.
Por lo menos desde 1910 se montó el aparataje para conmemorar los cien años del surgimiento de la república por parte del gobierno, de los políticos y de los académicos de esos tiempos (de la Academia Colombiana de Historia, que existía desde 1902). La idea era continuar elaborando mitos fundacionales que apalancaran el proceso de concreción de un proyecto de nación, intentando destacar lo que uniera y colocando en segundo plano todo lo que motivara enfrentamientos.
Por aquellos años no había en ninguna parte del territorio carreras de historia para formar profesionales de esta disciplina, razón por la cual los relatos históricos eran obra de aficionados amantes de Clío que se ocupaban de otras profesiones principales, como la medicina, el derecho o la arquitectura, por mencionar algunas.
Este hecho no descalifica de entrada sus productos, pero sí puede servir para explicar porqué se estableció la efemérides mencionada arriba sin tanto rigor historiográfico, cometiendo (quizás sin quererlo) gruesos errores de datación que lesionan, incluso, la interpretación histórica.
Como se ha dicho por parte de los Ministerios de Educación y de Cultura que el "Bicentenario de la Independencia" debe ser un motivo para pensar la nación y construir conocimiento acerca de lo que ocurrió a principios del siglo XIX, los historiadores contemporáneos debemos aceptar el reto y opinar sobre lo que conocemos de pronto un poco mejor que la mayoría de los compatriotas.
Siguiendo esa pauta, hay que empezar diciendo que el 20 de julio de 1810 es una fecha mal seleccionada para festejar el "Bicentenario de la Independencia de Colombia". Por varias razones. La primera de ellas es que en aquel frío día bogotano no se declaró ninguna independencia por parte de nadie, ni siquiera por José Acevedo y Gómez, convertido por la historiografía oficial en un lúcido prócer a raíz del discurso agitador que conmovió a la plaza.
La Junta de Gobierno que se crea como consecuencia de la revuelta capitalina tampoco proclamó en esa fecha ninguna independencia absoluta con respecto a España y, por el contrario, reconoció los derechos de Fernando VII oponiéndose a los designios de Napoleón, que había invadido la península en 1808.
Si uno revisa el documento original en que se consignan las peticiones y posiciones de los miembros de la Junta santafereña y sus adláteres, no encuentra por ninguna parte frases como "independencia absoluta con respecto a España" o juegos de palabras de significado similar o parecido. De hecho, en la nómina de firmantes del acta inicial resalta el nombre del Virrey de la época, Antonio Amar y Borbón, y de otros oficiales del Rey con residencia en Santa Fe de Bogotá.
La primera independencia de Cundinamarca (territorio donde estaba enclavada la capital) se produjo sólo en el año 1813, bajo el período que algunos historiadores llamaron de la "Patria Boba". Pero antes de este año y en otros lugares del virreinato sí ocurrieron insurrecciones independentistas donde se planteó con claridad que no querían saber nada de Fernando VII ni de ningún otro poder extranjero o local.
Tal fue el caso de Quito (bajo jurisdicción de la Nueva Granada, aunque fuera Presidencia con relativa autonomía), que se proclamó independiente en agosto de 1809; de Mompox, rebelada contra Cartagena, España o cualquier otro poder en 1810; o de la propia Cartagena, que declaró su independencia absoluta el 11 de noviembre en 1811.
Si las cosas sucedieron así como las reseñamos hasta ahora, uno de inmediato se pregunta: ¿por qué tomaron aquel lejano 20 de julio como el referente principal (sin merecerlo) si no existe ninguna prueba que permita asegurar que por allí comenzó el desmadre independentista en esta tierra que luego se transformó en república?
Aparte de la respuesta preliminar asociada con la carencia de historiadores profesionales en las cercanías de 1910 (año del supuesto "Centenario de la Independencia de Colombia"), es pertinente agregar otras alternativas bastante probables: a) una vez montada la primera celebración (aunque fuera inadecuada por falta de rigor científico) quedaba de para arriba desmontar el entuerto con miras al Bicentenario.
b) Convenía tomar a Bogotá como el epicentro de los festejos por ser la capital del virreinato y, después, de la república. Quito ya no pertenecía a Colombia y Mompox o Cartagena eran (y son) centros urbanos de segundo nivel si los comparamos con la capital, el nervio político de la nación.
c) En ese nervio se concentró la crema y nata de la intelectualidad, del poder y de las instituciones decisorias en materia de montajes de mitos colectivos y de celebraciones patrias. Este ha sido desde hace mucho tiempo un país centralista y esa gabela sociopolítica no la iba a ceder el gobierno nacional concentrado en Bogotá, concediéndole el honor de convocar a todo un pueblo a otra región o ciudad de Colombia.
Ya se anotó al comienzo la dificultad de que las élites gobernantes cambien la fecha del 20 de julio como el referente principal para celebrar el Bicentenario de la Independencia. Pero nuestra obligación como estudiosos de las fuentes y como constructores de discurso histórico es llamar a las cosas por su nombre sin dejarnos sorprender por mitos insostenibles a la luz de los indicios históricos.
Por eso hay que rematar diciendo (en aras de la certeza histórica) que en aquel 20 de julio bogotano no hubo ninguna independencia absoluta con respecto a nada ni a nadie, por lo cual la celebración del Bicentenario quedaría reducida al mero recuerdo de los gritos destemplados del "tribuno del pueblo" que alborotó el cutarro ese día de mercado en la capital del virreinato. O sea, a lo sumo conmemoramos un vozarrón de protesta y un discurso veintejuliero que emocionó a más de uno, contribuyendo a crear una turbamulta de dudosas consecuencias inmediatas. Pero no la independencia de Colombia.
Porque si de independencia se trata, no hubo una sola sino varias en diversos lugares y tiempos tanto en la mal llamada "Patria Boba" como posteriormente. Por esto sería más adecuado decir el "Bicentenario de las Independencias" (en plural) y no continuar utilizando el singular centralista, erróneo e inconveniente a la luz de las huellas que nos legó el pasado.
Y quizás sea bueno también (como se estila en otros lugares del planeta) mencionar las primeras repúblicas para recoger en ese concepto el inicio del proceso republicano que se frustró con la llegada de los ejércitos de Pablo Morillo y la implantación de la reconquista española que acabó con las "republiquitas" independientes regadas por casi todo el territorio.
En consecuencia, el 7 de agosto de 1819 (con la mítica Batalla de Boyacá) arrancaría la etapa de la segunda república y, también, la de la independencia definitiva concretada legalmente en la Constitución de Cúcuta, que tuvo como antecedente a la de Angostura. De este modo intentaríamos ser un poco más fieles a los datos históricos sin falsear la historia para construir ídolos con piernas de arena.
Estaría muy bien solicitar a las autoridades nacionales que repensaran dicha efemérides para ponerla más a tono con la evidencia empírica. Obsérvese que la idea no es desmontar las celebraciones patrióticas. Porque los pueblos necesitan sus mitos fundacionales y celebrar sus fiestas republicanas, siempre y cuando estas se sostengan sobre fundamentos históricos sólidos y no sobre falsedades fácilmente desmontables. Ya que hasta ahora los 20 de julio sólo recordamos, en efecto, nada más que una bulla y la agitación de un grupo capitalino que pedía cambios. No la independencia definitiva de nuestra república. Es decir, adoramos una mentira (casi un falso becerro, como en la Biblia) solemnemente institucionalizada…
COORDINADOR DEL GRUPO DE INVESTIGACIÓN CULTURA Y TRADICIÓN EN EL CARIBE COLOMBIANO DE LA UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO. Correo: mzp1951@hotmail.com.