Soñé con ese abrazo. Era Navidad y habíamos cumplido con la fiesta de rigor. No cualquiera, la primera, sin mamá. Un encuentro ruidoso en silencios, en ausencias presentes, en interrogantes sin respuesta, como si la muerte los tuviera.
Oía la música. Uno que otro petardo. Llegué a la esquina en donde nos juntábamos siempre con los chicos del barrio. Podía sentir la alegría de los otros, su reticencia a juntarse conmigo. En la calle, las primeras parejas se animaban a bailar.
Entonces me vio, mamá de un amigo. Y me abrazó muy fuerte. No recuerdo si me dijo algo, pero ese abrazo era una forma de decir estás acá, es así. O es lo que uno repone con la escritura, si es que la escritura repone algún hueco.
Me despertó todo lo que entra en ese abrazo.
No sé si pueda expresarlo y desconfío de los recuerdos, temo que derrapen en la cursilería. Quizás escribir es una forma de saldar el pasado y agradezco ese gesto, mientras el domingo se despereza y una de mis gatas hace guardia a mi lado.