Antes de entrar propiamente en la novela, es justo que hable de Sofía Pascual Pape, quien ha traducido el texto. En general soy muy puntillosa con las traducciones y quiero en esta ocasión celebrar la obra que ha realizado Sofía. Es fantástica; tiene la frescura que los diálogos requieren como si los hubiera escrito un castellano-parlante. No he logrado contactar con ella en Internet, pero aquí dejo constancia de una traducción brillante.
“El abuelo que saltó…” es un divertimento, tal vez más profundo de lo que aparenta, sobre la vida de un centenario que decide escaparse de un geriátrico al que llega después de mil historias, a cual más rocambolesca. Raya el absurdo y nos hace soltar la carcajada a cada rato.
A partir de su salida de la institución, Allan Enmanuel Karlson, el protagonista, cuenta sus peripecias pasadas y presentes alternadas en cada capítulo. Así repasa, en la práctica, el siglo XX. Diríase que el lei motiv es el aguardiente a través del cual, consigue meterse en el bolsillo a los dirigentes mundiales de la época, a todos los que pueda imaginar el lector. Karlson conoce el manejo de la dinamita desde pequeño cuando
trabajaba en la fábrica de su tío. Con estos dos elementos traza un periplo mundial, lleno de ingenuidad y aceptación de lo que sobreviene; sin embargo, la intención es una solapada denuncia de esos años.
Tiene frases gloriosas: habla de “autónomo en el ramo del robo” de “el colaborador más estrecho del colaborador más estrecho” que coloca en un hilarante capítulo; el “colorín colorado, este cuento se ha acabado”. No conviene destripar dónde aparecen, aunque como digo sorprenden agradablemente al lector, quien además tiene la oportunidad de recordar la historia, con mayúsculas, del siglo pasado, así como inventar otra paralela, como la del hijo secreto de Einstein.
Jonas Jonasson (1961) es periodista y esta es su primera novela.
Entrevista a Jonas Jonasson en Pagina2.
Reseña: Isolda Wagner