Un águila seguía siempre al rebaño.Su grito resonaba en todo el ámbito azul del día; las ovejas se paraban mirándola: a veces volaba tan terrera que se sentía el ruido de sus plumas y de su pico, y toda su sombra pasaba por los vellones de las reses.
Tendíase el pastor en encima de la grama;y se apretaba el ganado contra el peñascal del resistero. Todo el hondo era de sol:labranza roja,árboles tiernos,huertas cerradas,caseríos como escombros,caminos hundidos en el horizonte de humo...El pastor y el águila se aborrecían."¿Desde dónde estará mirándome ahora?", se preguntaba de noche el pastor.Y escondió armadijos cerca de la majada, y les puso cebo de carroña, de tasajo y hasta pan de su comida.
Despertábale un temblor de huesos,de aletazos,de gañiles.En los cepos se retorcían raposas,grajas,perros, búhos...;y el pastor los aplastaba con sus esparteñas y con las manos.No eran ellos los aborrecidos,y porque no eran los aborrecía y los chafaba.Y una mañana su risa y su voz rodaron triunfalmente por el valle. El águila aleteaba,desgraciada y magnifica,sangrándole las garras entre los muelles de presas.Recostóse el pastor a su lado y estuvo aguardando todo el sol para regodearse mirándola :quiso verse dentro de sus ojos inmóviles de brasas redondas, y en esas lumbres se estremecía una frialdad de bravura y de señorío indomable.Se los hubiera reventado,mordiéndolos como un fruto,