Una luz surcó en azul la encrucijada, el laberinto de calmas por donde
se escapan cabizbajas las ganas perdidas y lánguidas. Por donde se
funden grisáceas, venas, arterias y manchas. Gracias grasas y aguas
pasadas banas. Sangre y lagrimas, carne desecha y nervios de piel
quemada, que bajo una lapida seca desesperanzan. Se anuncia aceite
de entrañas al cien por ciento gama alta, a la venta en una plaza
donde las llamas no callan, pues los poros inmolados gritan basta…
Y el Camposanto que estalla, rememora con sus lágrimas la hazaña.
Candela y lava reventaron el cielo de sus bocas que acallaban
asustadas por Don Paria, el Diablo de las castas castradas que en
el manicomio mandan. Que amaneció esta mañana con el alba ya
alocada; y volvió a la madrugada en que incendiaba las comarcas
sanas, para destruir sus casas. La redundancia da vueltas entre
montones de paja, de gajos secos, de leños y de tablas; y detalla
la amalgama en tinta abstracta, en una prosa volcánica inspirada.
¡En aquellas voces, que aunque quemaban, no limitaban palabras!
Y seguían gritando basta, pues ni en cenizas desmayaron sus
entrañas. Y chispeaban azarosos e iluminaban sus barbas; y sus
músculos vaporosos rendían al hombre tributo. Y hasta las damas
sin faldas se encendían a la plancha, dándoles besos de luto. Se
sentía amargor y embrujo en aquel horno convulso lleno de
espíritus de humo, pues los residuos carcomidos de este mundo,
gravitaban hilarantes y tartamudos, gritando el mismo discurso…
¡Basta! - Basta ya que cuesta mucho irse al calvario desnudo.
- Pues en la candela no hay turnos y todos nos quemamos juntos;
y quien piense que no duele, que ose inmolarse por gusto y ya
verá que no es nieve. ¡Pues las llamas tienen dientes! Que la nada
llora inerte y sin moverse, pues porta almas de seres que aunque
estén muertos aun tienen ADN. Las entrañas del silencio no son
verdes, pues en gris se ve el presente cuando el futuro no viene
pues la vida no lo quiere; que triste amor ve difunto el existente.
La materia del azul pierde el color si el aire vuelve y sopla gente; y
sus cenizas se dispersan para siempre, adiós y ausencia perennes.
Y no se huelen, ni se entienden, cual ritual de almas calientes.
¡Triste e inmortal redención que en fuegos hierve!
Picture by Ariel Arias