A partir de mediodía, empecé a sentirme abrumada. Nada particular. Me fastidió batallar con cosas de la casa y tener en mente que hay que pagar esto y lo otro. En reacción, mi niña, que siempre percibe todo, se puso especialmente demandante. Yo no estuve amable ni paciente.
Ahora mismo, ella duerme la siesta. La he tenido en brazos un rato después de la teta, y ha sido como un bálsamo para el estrés. No me siento totalmente relajada, pero ya no estoy abrumada.
Cuando despierte, va a sonreírme como si hubiéramos tenido la mejor mañana de nuestras vidas, y yo voy a disculparme, pero ella habrá pasado por alto mis fallas y faltas. Es el mejor amor. Hay quien pensará que los bebés son interesados: que despliegan su encanto nada más para que te vincules con ellos y les cuides. Yo no lo creo; yo creo que aman de un modo maravilloso.
Silvia Parque