El andamio
En días tristes y duros, cuando no tengo ganas de salir de casa, miro con los ojos largos a través de la ventana, sucia por la última lluvia eterna de tres días y medio. Sólo mirar por el cristal. Más allá del andamio está el cerezo. Sonrío al descubrir que aquél pintor ha vuelto a la ciudad y, como un loco, va mojando su pincel en el viento, deshaciendo la escarcha, lanzando los colores a su antojo contra el aire que se escurre sobre todos los lugares, pintando la primavera. La magia llegó al cerezo hace un instante, más allá del perfil gris del andamio. Las hojas blancas y rosas revientan en los tallos llenos de luz. Y como quien cae de un sueño, regreso a la vida pequeña de la estación. Todo renace como si nunca hubiera existido. Pero cómo cambian a través de los años y cómo el recuerdo, atravesado entre los párpados, te muerde en una flor. Te pellizca en aquella primavera azul, junto a un estanque de hojas de limón y rosas amarillas, en un paseo de cerezos.
El loco lava su pincel y lo sacude. De nuevo la lluvia… llena de colores.
MARÍA JESÚS SILVA
Fotografía: ROBERTO HERRERO