Crucé el pórtico y atravesé la puerta del templo, allí encontré como un resplandor en la oscuridad una figura bellísima, ella me subyugó.
Era la escultura de un ángel, o tal vez un arcángel, como yo lo rememoré, el Arcángel de la Cripta.
La iglesia estaba en penumbras, un hombre avanzaba mimetizándose como una sombra, apagando las pequeñas luces que se diluían fantasmagóricas.
Yo quería capturar la imagen del arcángel, que proyectaba su propia luz interna.
El hombre continuó avanzando y dejó solo una luz, ella alcanzó para fotografiar su imagen, pero había algo profundo, que iba más allá de su belleza metafísica, la belleza que desencadenó el escultor.
Su rostro delicado me conmovió y logré ver entre sus manos entrelazadas, el Libro de la Sabiduría; bajo los pliegues de la túnica asomaba su pie mórbido y etéreo, suspendido en el aire.
La serenidad y la paz, tras el pórtico, me llevó a pensar, ¿qué misterio tenía ese arcángel?
Una luz ámbar parecía irradiar como sangre pulida desde el mármol.
La luz más intensa y más hermosa, lo sagrado, lo inconmovible estaba en él.
Tal vez, el alma del escultor y el soplo que animó a ese arcángel, logró enseñarme sus revelaciones.
Realicé la última toma apresurada, se hacía tarde…
El hombre que contemplaba la escena, se acercó preguntándome tímidamente _ ¿por qué me gustaba tanto esa escultura?
Yo le contesté _ Es bellísima, logró conmoverme.
Después de un tiempo, observé que su cuello esbelto y su rostro sereno, tenían marcas, habían sufrido mutilaciones.
Y sus manos quebradas sostenían con dignidad el Libro Sagrado, tras haber soportado la profanación del templo, un incendio producido hace varios siglos…
Pero su belleza, era perfecta, tan inquebrantable, que no pude repararlo la primera vez, tampoco me importó.
Su rostro puro, en la fotografía, aparecía con sus mejillas arrebatadas.
Y su perfil tan delicado, se recortó sacro, en el azul de la cripta.
Era simplemente, la imagen de la perfección.
Lo que no se halla tras el pórtico y a la salida de los muros, los muros que refugian y apuntalan los pilares de un mundo, más espiritual e inmortal.
Fotografía "El Arcángel de la Cripta"
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