Revista Literatura

El arte de tapar fisuras

Publicado el 13 febrero 2011 por Ludwig
El arte de tapar fisurasNuria Malabares, directora de Comunicación de la Multinacional "la Inombrable", descolgó el teléfono.
- Dígame...
- ¿Señora Malabares?.
- Si. Soy yo. ¿Con quién hablo?.
- Soy Salvador Hernández del periódico “el Objetivo”. Quería hacerle unas preguntas...
- Señor Hernández. Las cosas no funcionan así. Lo que ha de hacer es enviarme las preguntas de su entrevista y ya le enviaré las respuestas...
- Señora Malabares. Mañana voy a publicar un artículo acerca de la “conciliación de la vida profesional y familiar” en su empresa y quería antes conocer el punto de vista oficial.
- Usted ya sabe que nuestra empresa es líder en este país en lo que a conciliación se refiere. Siempre nos hemos preocupado por nuestros empleados...
- ¿Por todos?.
- Pues claro, por todos – Nuria empezaba a irritarle aquella conversación.
- Bueno, el caso es que voy a publicar en la edición de mañana una entrevista con una tal Begoña...
- Ya sé quien es. Dejó la empresa a finales del año pasado – Nuria abrió su correo y puso como destinatario a Marcos Halcón, gestor de las redes sociales de la empresa. Escribió “Elimina todos los mensajes que aparezcan en las redes sociales con la palabra Begoña...”. Y lo envió.
- Por lo que dice la entrevistada, la despidieron - dijo el periodista -. Al parecer solicitó una reducción de jornada y se la denegaron.
- Hay ciertos puestos de trabajo que no contemplan la reducción de jornada – dijo Nuria.
- Pero se trata de un derecho que tienen todos los trabajadores. Algo, además, de lo que ustedes alardean de cumplir.
- Señor Hernández. Le aconsejo que no publique esta entrevista. Es tendenciosa y posiblemente se deba a algún tipo de resentimiento de esa persona
- ¿Resentimiento, señora Malabares?. ¿Cómo puede estar resentida una persona contra su empresa, sabiendo que ésta se desvive por la felicidad de sus trabajadores?.
- Señor Hernandez. Creo que ya no tenemos nada más de que hablar. Que tenga un buen día.
Colgó el teléfono y lo volvió a descolgar. Marcó un número.
- Por favor. Póngame con el señor Cristóbal Gámez, el director. Soy Nuria Malabares de “la Inombrable”. Si... Espero.
- Cristóbal. ¿Cómo estás?.
- Hola Nuria. Todo bien, como siempre.
- Ya me he enterado de que estáis en pleno Ere. Espero que la reducción de plantilla os permita sobrevivir, ya que "el Objetivo" es un buen periódico. ¿Cómo le va a tu hijo?.
- Bien. Está muy contento con el master que está haciendo en Oxford. Por cierto, muchas gracias de nuevo por facilitar su entrada en aquella universidad.
- No hay de qué. Un día por ti y otro día por mi...
- Si. Sospecho que tu llamada no ha sido para charlar. ¿Cual es la crisis?. ¿Os han vuelto a pillar espiando a Attac?. ¿Habéis vuelto a vaciar algún acuífero?, ¿Habéis matado a otro sindicalista en algún país americano?. ¿Vuestro proveedor de cacao en Costa de marfil ha reventado a otro niño recolector?. ¿Os han pillado mezclando café de comercio justo con el que compráis a bajo costo?.
- Para, para... No seas tan sarcástico. Se trata de un artículo que un periodista tuyo, Salvador Hernández, quiere publicar mañana. Se trata de una entrevista que cuestiona nuestras políticas hacia nuestro personal. Se trata del fruto de una persona resentida que dejó la empresa el año pasado.
- Seguro que hay algo más, Nuria. Piensa que Salvador es una persona que analiza mucho todo aquello sobre lo que escribe...
- Bueno, Cristóbal. ¿Me vas a ayudar ó no?. Piensa que estamos gastando muchos millones en publicidad en vuestro periódico. Si la retiramos, ¿a cuantos periodistas más tendréis que despedir para no tener que cerrar “el Objetivo”?.
- Creo que voy pillando...
- Podrías despedir a ese Salvador...
- No puedo. Es hijo de un consejero del periódico.
- Bueno. Quizás podrías ponerlo en la sección de recetas de cocina, horóscopos...
- Esta bien, Nuria. Lo arreglaré.
Cuando Cristóbal Gámez colgó el teléfono, estaba muy irritado.
- ¡Será asquerosa! - pensó -. Por culpa de gente como tu, nuestro periódico debería llamarse “el Subjetivo” y no “el Objetivo”... ¿Cuándo aprenderán a hacer lo que dicen y a decir lo que hacen si a la larga siempre les acaban pillando?.
Descolgó el teléfono.
Señorita Escobar – le dijo a su secretaria -. Llame al redactor jefe y a Salvador Hernández para que vengan a mi despacho. Gracias.

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