Zapata (centro) y sus socios chinos
Como se sabe, en Brasil el icono más grande del populismo a nivel continental, Lula da Silva, está contra las cuerdas y dando espectáculos lamentables –con lloriqueos incluidos- en un intento por manipular el corazoncito de sus compatriotas y salir bien librado de la gigantesca cloaca que se ha destapado en Petrobras. Es inverosímil que no le haya tocado ni un milloncito de los 2.400 millones de dólares que se han repartido, en apenas ocho años, gente de su partido y empresarios vinculados a contratos con el Estado. Dicen los entendidos que el mayor legado de Lula no son los supuestos 30 millones de brasileños que sacó de la pobreza sino el haber arruinado y destruido la reputación de la petrolera estatal, el buque insignia de la economía brasileña que quizás no se recupere nunca. Hacerse al inocente o inmaculado mientras los demás se bañaban con billetes y champán no es creíble bajo ninguna circunstancia. Que el dueño de la mayor constructora de América Latina (Odebrecht) haya sido condenado a prisión y que el expresidente Lula esté siendo investigado por la fiscalía por varios delitos es buena señal de que en Brasil la justicia todavía funciona y conserva cierta independencia.
Al contrario, en Bolivia, hablar de la justicia es un chiste de mal gusto por decir menos. Tanto es el descrédito de esta repartición del Estado que a nadie le extraña que hasta ahora no se esté investigando a las principales autoridades del Gobierno por diversos casos de corrupción, como el del bullado Fondo Indígena, que solamente unos cuantos ejecutivos y dirigentes medios estén encarcelados por el millonario desfalco. Lo mismo sucede con el reciente Caso Zapata que involucra directamente al presidente Morales, a quien no le han mandado ni un cuestionario que le escueza el desayuno. Es tan evidente y nauseabundo el asunto con los empresarios chinos y tan gigantescos los contratos que, echarle toda la responsabilidad a una joven arribista y a su red de amigos y contactos, resulta atrozmente risible que Morales y sus principales ministros no hayan sido convocados ni siquiera a declarar.
A medida que avanzan las pesquisas periodísticas van saliendo más detalles de la trama de corrupción. Resulta que la CAMCE Engineering Bolivia Branch fue constituida hace apenas dos años atrás con una inversión de Bs. 100.000 (aprox. 15.000 $us). Con este capital tan irrisorio milagrosamente se adjudicó contratos del gobierno boliviano mediante invitación directa en varios proyectos que sumados alcanzan la friolera de 574 millones de dólares. Asombroso que una empresa china de dudosos antecedentes se haya impuesto a transnacionales europeas de sólido prestigio. Se sabe también que esta misma compañía tiene jugosos contratos en Ecuador, Kirguistán y otros países tercermundistas. Por si fuera poco, el hijo del embajador de China era el representante de la empresa en Bolivia. Turbios nexos que implican a ambos regímenes por todo lo alto.
Una vez aterrizaron los chinos, el haber nombrado a una joven inexperta como su principal nexo con el gobierno plurinacional (que por una de esas raras coincidencias resultó ser una ex novia del presidente Morales) para tan millonarios y estratégicos emprendimientos estatales fue la gota que colmó el vaso. A raíz de aquello, la emprendedora muchacha devenida en instantánea ejecutiva de negocios se pavoneó en círculos empresariales, contratando portadas a todo color y posando orgullosa al lado de sus nuevos amigos asiáticos. Y no satisfecha con ello, incluso tuvo el desparpajo de recorrer oficinas gubernamentales desde donde no solo hacía lobby para sus patrones chinos sino que también dirigía sus propios negocios privados, según testimonios de la propia gente del gobierno. Asi que a nadie debería sorprender su meteórico ascenso social y sobre todo su creciente prosperidad económica. Y el supremo líder y su cáfila de cortesanos e informadores no se enteraban de nada.
Ni a los bancos les pareció sospechoso que la autonombrada empresaria moviera, tan solo en 2015, montos cercanos a tres cuartos de millón de $us, ni preguntaran acerca de los orígenes de esos dineros o en su defecto denunciaran a autoridades del sistema financiero, cuando cualquier ciudadano corriente está obligado por ley a llenar formularios estrictos por depósitos que sobrepasen los diez mil dólares. Con razón, se jacta el gobierno de que gracias a su década dorada los bancos están mejor que nunca.
Como era de esperar, todos los ejecutivos chinos implicados en los negociados ya se han marchado del país con toda calma, incluyendo el anterior embajador y su hijo. El fiscal general prácticamente se ha cruzado de brazos y solo se le ha visto averiguando las minucias del caso Zapata, donde de ninguna manera va a osar siquiera investigar al jefe de Estado. Nunca dijo nada cuando se compró con sobreprecio el satélite, tampoco se preocupó por esclarecer la estafa de las barcazas que implicó a varios jefes militares. Hace días saltó la denuncia de que se han comprado dos aviones de transporte que hasta ahora no vuelan. Todo de procedencia china, por supuesto; que no solamente están llenando el país de baratijas sino que también de chatarra millonaria, y costeada por todos los bolivianos para mayor afrenta. A diferencia de Brasil, ningún jerarca paga las consecuencias. Más bien las ratas quieren comerse a los gatos. Pavoroso.