Revista Literatura

El balance

Publicado el 21 diciembre 2014 por Netomancia @netomancia
La revista más importante del país le había pedido que hiciera un balance del año en lo personal. Era justificable, pues los últimos doce meses habían sido los más fructíferos de su carrera como escritor. La responsabilidad le brindaba cierto placer. Era la publicación favorita de su madre y una de las más leídas en su pueblo.
Su última novela estaba entre las diez más vendidas desde hacía meses y el éxito había potenciado la venta de sus otros cinco libros anteriores, que hasta el momento no habían logrado instalarse masivamente. Sin dudas, había sido "el año". Por eso, con la hoja del procesador de textos aún en blanco, buscaba las palabras exactas para comenzar.
¿El balance debía ser un escrito formal, o bien podría inyectarle algo de humor para hacerlo más ameno? Aunque esto último podría darle aire de soberbio, de intelectual jugando con el lector. De todas maneras, estaría más cerca de la jovialidad que sentía en ese instante. Además, hacerlo con tono neutro, destacando los éxitos como si fuera la lista de las compras, le daría un tono gris, opaco, que sin dudas causaría mala impresión.
Por otra parte, hacer un buen texto invitaba a lectores de la revista que aún ignoraran sus novelas, a introducirse en la lectura de las mismas. No solo era aparecer en la revista de mayor tirada, sino de hacerlo bien. Límites no tenía. Le habían indicado que podía narrar con libertad absoluta. Por supuesto, supeditado siempre a una página de la revista. Una cifra de caracteres considerable, que no debían sobrepasarse, dado que ilustrarían la nota con un importante dibujante que le habían mencionado pero cuyo nombre ya había olvidado.
En un borrador, sobre una hoja de su cuaderno espiralado, había trazado una línea que recorría la superficie de manera vertical separándola en dos partes diferenciadas. A la izquierda habia dibujado el signo "+" y la derecha su opuesto. Debajo, encolumnadas, venían frases o palabras sueltas que resumían los aspectos a favor y en contra del año.
El curso seguía titilando en la pantalla. Su mujer, con la que se había casado también ese año, preparaba el mate en la cocina. Podía verla de reojo. Cada tanto le preguntaba algo, que él, debido a estar ensimismado en la faena de hacer el balance, debía pedirle que le volviera a repetir.
Contestaba a su pregunta y le pedía que por favor lo disculpara unos instantes, para poder hacer el balance. A los pocos minutos, ella volvía a interrumpirlo. No lo hacía adrede. Como toda mujer, existe una necesidad por mover los labios y solicitar la atención de quienes la rodean.
Volvía a responder y trataba, una vez más, de comenzar a pasar a la pantalla lo que estaba gestando mentalmente, merced a las anotaciones que había estado realizando en el cuaderno espiralado. Ella le alcanzaba entonces un mate. Otro alto. La sonrisa, el mate tibio y sabroso, el "gracias" dando a entender "no quiero más" y otra vez con la idea en la punta de los dedos, ansiosos por machacar el teclado de la notebook y darle vida al documento en blanco.
No podía ignorar que a pesar de los éxitos, le habían rechazado un guión cinematográfico. Incluirlo era una decisión inteligente, porque al mismo tiempo era estratégica: algún productor podría interesarse de inmediato.
Otro mate.
Miró a su mujer recordándole el "gracias" de un minuto atrás. Ahora la sonrisa fue de la joven, que volteando los ojos hacia arriba y riendo le aseguró que "se había olvidado". Era hermosa. Incluso cuando lo interrumpía, al menos por ahora. No podía adivinar si el amor perduraría con los años, si los descuidos que lo distraían le traerían problemas el día de mañana. La única verdad era que el presente tenía el sabor de la miel.
Ya sabía como comenzaría. Las primeras palabras debían enganchar al lector. Y sabía como hacerlo. Nada más ingenioso que combinando los títulos de sus novelas. No era novedoso, pero si efectivo. Al menos, eso creía.
Ella le habló. Tuvo que pedirle que le repitiera.
¿Qué pensaba él de los astrólogos que sacan los libros de predicciones? Dijo en voz alta la pregunta como para estar seguro que era lo que ella le había formulado. El sí con la cabeza de su mujer le confirmó que había escuchado bien.
Hizo un gesto con los hombros y de inmediato le recordó que estaba en algo muy importante. Ella se acercó y lo besó en la mejilla. Sintió en su cuerpo un aire de bienestar que lo envolvía por dentro y por fuera.
Observó nuevamente el cuaderno con los apuntes. Su novela, el premio que le habían dado por febrero, el otro en mayo, el número uno en el top de ventas, el acuerdo con la editorial...
Blanco o negro.
¿Blanco o negro qué? dijo en voz alta, casi sin darse cuenta, volteando su mirada hacia la puerta, donde su esposa se estaba colocando un pilotín para la lluvia.
El alfajor respondió. Blanco o negro, el alfajor. Ella iba por unas galletitas para la tarde y a él lo enloquecían los alfajores, fueran blancos o negros.
El que quieras dijo, aunque lo que quería era poder hilvanar sus ideas sin interrupciones. Pero tampoco le iba a contestar así. Ella no trataba de molestarlo y no podía obligarla a ignorarlo. Sabía que si lo deseaba, podía irse a escribir a su escritorio en el altillo, pero en cambio, elegía ese sitio para estar cerca de ella.
Es que también en la columna de lo positivo había anotado su nombre. La había conocido en enero y en marzo se casaron, en medio de todo el revuelo que se había levantado por el éxito inmediato de su novela. Y si estaba allí, cerca, por elección propia, no podía enojarse. Porque en definitiva, el éxito, los premios, las ventas, eran decisiones de otros. Está bien, motivadas por lo que había escrito, pero decisiones de otros de cualquier manera.
En cambio, ella, era decisión propía. El casamiento, la convivencia, era también un trato a conciencia. No se trataba de un argumento inventado en una noche de desvelo. Sino un proyecto de vida consensuado de a dos. Y eso tan hermoso, también había sucedido a lo largo del año.
Ella buscaba un paraguas, sin dejar de hablar. Había visto una tienda de ropa nueva y quería ver si conseguía una camisa para...
- Voy con vos - dijo el escritor, poniéndose de pie.
La mujer se sorprendió. Le preguntó si no tenía que entregar eso en lo que estaba trabajando para esa revista tan importante. Él le dijo que ya había terminado. La besó en la boca y le arrebató el paraguas. Hizo un ademán invitándola a salir y con elegancia abrió el paraguas. Afuera la lluvia caía con paciencia, en una garúa interminable.
La pantalla de la computadora aún mostraba el documento de texto que había enviado por correo electrónico a la revista. Contenía una sola palabra. El nombre de ella. No necesitó agregar nada más.

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