
Aun sin negar tal sentimiento, sí que podría culparse al bombón se sus consecuencias negativas: de que tradujera esa felicidad efímera en acumulación adiposa o en carcoma dental. Pero al igual que con la mala organización de la memoria, ésto, una vez más, no es culpa del bombón, no es él quien decide que no hagas deporte, o que no te laves los dientes. El bombón no tiene la culpa. Las sensaciones que te generó eran ciertas. El baile de papilas gustativas no se puede negar. Recuérdalo de forma positiva, pues te será más agradable hacer deporte o lavarte los dientes con ese pensamiento en tu mente. Aunque siempre queda la opción fácil de ni probar el dulce. Pero el bombón no tiene la culpa.