Revista Fotografía

El bosque animado, 20 de abril de 2014

Publicado el 11 mayo 2014 por Roberto Dominguez @robertodom1974
© R.Domínguez-El bosque animado— Siempre te quise, Hermelinda. ¿Lo sabías ya? — No, no lo sabía —respondió ella en voz baja. Él calló, descontento de haber hablado, con la desalentadora seguridad de haber pronunciado palabras inútiles. La moza se acercó y apoyó la cabeza en su hombro. Geraldo, repentinamente feliz, no se movió. Transcurrieron unos segundos. Ella observó con dulzura: —Hueles a la aldea. Me parece como si estuviese en la aldea. Entonces sintió hacia él una ternura intensa y difusa a un tiempo que no se refería precisamente a aquel hombre, sino a todos los que había amado en las noches de “tuna” de los sábados y en la oscuridad amparadora de las fragas, y el aroma del tojo y de los pinos, y al del humo de las “queiroas” en el fuego del lar, y a los bosques y a los sembrados, a los cariños y a las emociones gozados en aquel trozo de tierra verde y húmedo en el que la vida era feliz, a pesar de todo. En la penumbra distinguía apenas el rostro de Geraldo. Entornó los párpados, echó hacia atrás la cabeza sobre el hombre varonil y ofreció sus jugosos labios juveniles.Fragmento de "El bosque animado" - Wenceslao Fernández Flores

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