Dibujo de Raúl ÁlvarezVuelvo
a sentir tu presencia entre las sabanas. Noto tus fríos pechos acariciando mi
espalda, pero esta vez no has llegado sola. Hay alguien más en la habitación;
ignoro quien es y lo que quiere, pero sé que está aquí. No sabría decir porque
lo sé; no sé cómo explicarlo, es como si la estancia se encontrase envuelta de
una especie de electricidad estática.Está
esperando; esperándome a mí, mientras tú, tu espectro o tu alma me protege.
Rodeado por tus invisibles brazos me siento casi seguro.La
tarima del suelo cruje; son pisadas lentas que se oyen de una punta de la
habitación a otra, de un lado a otro, hasta detenerse en tu butacón preferido.Huelo
tu perfume, pero no como otras veces.
Baña suavemente toda la instancia mezclado con otro olor acre y dulzón más
cercano a mí.Quisiera
comunicarme contigo como en aquella novela de Stephen King que leímos una vez y
que en nuestra ignorancia (debido al amor que nos procesábamos), pensamos que
podría funcionar para hablarnos entre nosotros cuando uno de los dos faltase:
<<Un golpe para sí, dos golpes para no>>. No funciona. – ¿estás
aquí conmigo? –Intento de nuevo. El silencio es absoluto.Noto
tus brazos más pesados que de costumbre, me abrazan con fuerza, mientras tu
mano acaricia mi pecho. – ¿Eres tú, cariño? -<<Un golpe para sí, dos para
no>>. No hay respuesta.Oigo
el sonido que produce el roce del cuero de la butaca, como si alguien se
moviese intranquilo sobre él.Tu
mano ejerce una presión inusitada sobre mi pecho, un dolor insoportable de deja
sin respiración, una densa humedad moja las sabanas y no me hace falta tocar
para saber que es; es mi sangre.Noto
mi corazón salir por la abertura que tu mano, con una precisión de cirujano, ha
abierto en mi pecho.Tan
solo restan tres o cuatro latidos para extinguirse. – ¿Me has matado tú, mi
amor?Un
golpe seco suena cercano al butacón.Luego
un breve silencio.Después
otro golpe.