Revista Literatura

El caballero de la piel de tigre, de Shota Rustaveli

Publicado el 24 febrero 2013 por Ninyovampiro @ninyovampiro
El caballero de la piel de tigre, de Shota Rustaveli
Entre los libros que el barbero y el cura encontraron en la biblioteca de Alonso Quijano, faltaba la obra cumbre de la literatura georgiana. Y uno lo lamenta, porque ¡cuánto hubiera disfrutado nuestra gloria nacional con las andanzas de Avtandil y Tariel penando por sus amadas Tinatín y Nestan, o con el solitario Pridón, por tierras de Arabia, el Indostán o Jatai! Pero eran otros tiempos, y aunque griegos y romanos denominaron Iberia a lo que hoy es una república caucásica llamada Georgia, las relaciones entre aquellos iberos y los habitantes de un lugar de La Mancha no eran, por aquel entonces, especialmente estrechas.
El caballero de la piel de tigre, de Shota Rustaveli
Ruta militar georgiana, a su paso junto al Monte Kazbek.

Tampoco lo son hoy. De hecho, Georgia y su cultura son para la mayoría de nosotros unas perfectas desconocidas, y a veces uno podría pensar que la mayor contribución georgiana a la humanidad fue Stalin. De hecho, fue precisamente leyendo la biografía del joven monstruo cuando por primera vez oí hablar de este clásico y de su autor, Rustaveli, entre otros oscuros nombres de poetas probablemente jamás traducidos a nuestra lengua. Esta obra, no obstante, sí se ha publicado en nuestro país, en ediciones muy contadas, y si no me equivoco, nunca en una traducción directa. En todas las bibliotecas públicas de Barcelona sólo hay un ejemplar (el que tengo ahora en mis manos), incluido en una de esas impagables colecciones de Círculo de Lectores, y de la que, sencillamente, no existe foto de portada en google.
Y todo ese rollo lo suelto porque, una vez más, me maravilla y me deprime ver que unas obras tan sencillas, tan universales, tan hermosas y entretenidas como ésta desaparecen de catálogos, librerías y bibliotecas y se convierten en exquisitos manjares para cuatro eruditos y algún vampiro que pasa por allí. (No obstante, en la red sí está disponible. Aquí lo podéis leer en inglés)
El caballero de la piel de tigre, de Shota Rustaveli
Rustaveli en un fresco del Monasterio de la Cruz, en Jerusalén

Poco se sabe de Shota Rustaveli, aparte de lo que él mismo cuenta en esta obra. Para empezar, no sabemos su nombre, dado que Rustaveli significa o bien propietario o bien hombre de Rustavi, una ciudad al sur del país. Vivió en el siglo XII, y se piensa que fue ministro o tesorero (con perdón) en la corte de la reina Tamara de Georgia. Hizo una peregrinación a Jerusalén y allí, siglos más tarde, se descubrió un fresco en el Monasterio de la Cruz con su retrato.
El caballero de la piel de tigre, de Shota RustaveliUno de los castillos de la Reina Tamara
A la reina Tamara precisamente está dedicada la obra, y, como suele suceder, uno se pone a investigar por ahí, luego por allá, una cosa lleva a la otra y acaba como tiene que acabar: perdiéndose uno por las carreteras secundarias de la historia. Esta Tamara es una figura cuya relevancia en Georgia va más allá de la historia. Su padre, Jorge III, era de los que sabían dejarlo todo atado y bien atado, y oliéndose las dificultades que tendría una mujer al frente del reino, decidió coronarla sin abdicar él, es decir reinar junto a su hija. De este modo, pensaba, consolidaría el poder de la heredera cuando él ya no estuviera. La jugada le salió bien, y, tras seis años de correinado (?), a la muerte de Jorge, Tamara heredó un reino fuerte que supo mantener así, si bien tuvo que hacer ciertas concesiones a la aristocracia. Extendió las fronteras del imperio, lo convirtió en un bastión cristiano contra el islam, contribuyó de manera decisiva a la fundación del Imperio de Trebisonda, y tuvo la buena idea de morirse antes de que llegaran las invasiones mongol y jorezmita (¿no os digo que se aprende mucho haciendo esto?) y le bajaran los humos a ese pequeño reino del Cáucaso.
El caballero de la piel de tigre, de Shota RustaveliIlustración de Mihaly Zichy para la Tamara de Lérmontov
En occidente, y durante el romanticismo, la figura de Tamara se convirtió en un símbolo de la sensualidad oriental, y el gran poeta ruso Lermontov, un enamorado del Cáucaso, en su obra Tamara convertía a nuestra amiga en una devoradora de hombres.
El caballero de la piel de tigre, de Shota RustaveliLa otra Tamara, junto a su padre, Jorge III, en un fresco restaurado del Monasterio de Betania
Frente a esta distorsión del personaje, en Georgia, en el siglo XIX, también se romantizó la figura de Tamara, pero por el lado pío. Tamara, que de hecho ya había sido canonizada por la iglesia ortodoxa, se convirtió así en una figura venerada por los georgianos, que veían en ella el símbolo de la época de mayor gloria y esplendor del país, un triste contraste con la Georgia anexionada al Imperio Ruso.
El caballero de la piel de tigre, de Shota RustaveliAvtandil al encuentro de un siempre lloroso Tariel (ese piel es de leopardo, a mí no me engañan). Al fondo, el sol y la luna.
El libro que nos ocupa, como buen clásico de la literatura medieval, es, en apariencia, sencillísimo, y nos habla de caballeros andantes que se pasan el día llorando por sus amadas, a las que tienen que abandonar quién sabe por cuánto tiempo para salir en busca de sus amados, léase, otro caballero andante tan noble, valeroso y apuesto como ellos. El primero es Avtandil; el segundo, Tariel. Cuando el uno encuentra al otro, parte casi al instante en busca de la amada de éste, presa la pobre de unos espíritus malignos. Y así, en esa continua búsqueda, mientras degüellan bichos a diestro y siniestro, nuestros héroes se encuentran con piratas, grutas llenas de incalculables tesoros, y algún otro caballero de triste y melancólica figura. Pero bajo esta tierna sencillez argumental se oculta una obra de gran calado filosófico y profundamente humanista.
El caballero de la piel de tigre, de Shota RustaveliAvtandil encuentra a Tariel moribundo junto a un tigre y un león, de Mihaly Zichy
A primera vista, El caballero de la piel de tigre, que en realidad puede que se trate de una piel de pantera, parece fundir los valores del amor cortés y la literatura medieval con un paganismo precristiano, donde se adora al sol, la luna y demás astros. Georgia fue, junto con Armenia, uno de los primeros países en convertirse al cristianismo. Hasta ese momento, habían convivido el zoroastrismo y el mitraísmo, caracterizado este último por el culto al sol. Y ciertamente, en este libro, prácticamente no hay estrofa donde no aparezca el sol. Tariel, que es el caballero en cuestión, después de cargarse a los jinetes del rey Rosteván, despierta en éste una incontenible añoranza por volver a verlo:
He encontrado un caballero de aire extraño y maravilloso;
los rayos que de él emanaban llegaban a los confines de la tierra...
Pero también su hermano jurado, Avtandil, es el sol:
De la mano le lleva, como al astro radiante,
Tariel, al verlo, exclamó que era igual al sol.

Tariel fue a su encuentro, los dos semejantes a soles,
a la luna, al cielo sin nubes, inundando de rayos la llanura;
a su lado, ni el áloe merece ser un árbol,
recordaban a los siete planetas. ¡Por qué buscar otra imagen!
Aparte del sol, hay, como ya habéis visto, una serie de símbolos y motivos, poderosos y primordiales, que se repiten sin cesar a lo largo de la obra. Así, a la luna y los planetas (los siete planetas de la época eran la luna, Venus, Mercurio, el sol, Marte, Júpiter y Saturno, y puede que estuvieran relacionados con los siete niveles de iniciación del mitraísmo), hay que añadir el cuervo y el león (primero y cuarto niveles de iniciación), la rosa, el cristal, el ciprés, el áloe, la perla, o el fuego. Pero curiosamente, en una obra tan repleta de motivos religiosos, dedicada a una reina que combatió contra los reinos musulmanes colindantes, y que fue escrita en plena época de las cruzadas, no hay, si la memoria no me falla, ni un sólo símbolo cristiano. Y por el contrario, el Corán sí se menciona en repetidas ocasiones. Nos dice este erudito y fascinante artículo que la obra está fuertemente influida por el islam, y más concretamente, por el sufismo. Mis conocimientos del sufismo no llegan muy allá. Tampoco los del neoplatonismo, otra de las bases filosóficas del poema. En cualquier caso, no es de extrañar que el poema no fuera visto con buenos ojos por la iglesia, y que ésta, como se nos informa en el prólogo, todavía en el s. XVIII se dedicara a mandar quemar ejemplares de la obra.
El caballero de la piel de tigre, de Shota RustaveliAvtandil, Tariel y Pridón, de Tamara Abakelia. No son la Santísima Trinidad. ¿Quizá las tres grandes religiones monoteístas?
Escrita más o menos al mismo tiempo que el Cantar de los Nibelungos y las obras de Chétien de Troyes, El caballero... nos narra una búsqueda. Como si del Grial se tratara, nuestros héroes emprenden una búsqueda continua, donde no importa tanto qué se busca como el hecho de buscar. Nos encontramos ante una obra arraigada en el humanismo del islam medieval -anterior al de la Europa renacentista-, y que abarca fuentes que van desde España hasta China. Se cita, por ejemplo, a Ibn Ezra, el gran poeta judío español, que escribía en árabe, y cuya poesía, aparte de estar imbuida de un fuerte componente homoerótico habitual también en sus contemporáneos musulmanes y más que evidente en El caballero..., invita al hombre a buscar en su interior y apartarse de la vanidad de la gloria mundana. El objetivo del caballero es, pues, hallar las fuentes últimas del conocimiento, incalculable tesoro oculto en una gruta. Así, mientras cristianos y musulmanes guerreaban, Rustaveli abogaba por la reflexión, la búsqueda de Dios en nuestro interior, y
yo canto aquí a un amor terrenal en su caminar hacia la carne,
quien sin lujuria lo imita, languidece y desfallece.
El caballero de la piel de tigre, de Shota RustaveliAvtandil junto a un manantial de montaña, de Sergo Kobuladze
Rustaveli es un héroe nacional en Georgia, y en su honor se han nombrado las más importantes avenidas, estaciones, teatros y premios nacionales. Pero curiosamente, del mismo modo que el cristianismo parece estar ausente en esta obra, la historia de El caballero... no sucede en Georgia, sino, como se ha mencionado más arriba, en Arabia, India, China y Persia. Aunque después de todo, quizá ello no resulte tan curioso en alguien tan leído y tan viajado como Rustaveli: humanismo y nacionalismo no suelen ir de la mano.
Probablemente fue de Persia de donde la obra recibe la mayor influencia cultural, literaria y, como ya hemos visto, religiosa. En esta estrofa, por ejemplo, aparecen los deves, procedentes del zoroastrismo persa:
Encontré cavernas vacías que los gigantescos deves habitaban;
yo los cortaba, los atravesaba, en vano se me resistían,
mas ellos mataron a mis esclavos mal protegidos por las cotas;
el destino siguió hiriéndome, alcanzándome con su rayo.
El caballero de la piel de tigre, de Shota RustaveliLos dos héroes en busca de aventuras, en una ilustración de Tseretliseuli del s. XVII
Más adelante, nos encontramos con los kachs, magos desprovistos de carne, hostiles a los humanos, y personajes habituales en los cuentos populares georgianos. Hay que señalar, no obstante, que el papel que juegan en la obra estos seres fantásticos es muy limitado. El tema principal, como ya hemos dicho, es la exaltación de los valores caballerescos, tales como el valor, la lealtad y el amor cortés, si bien, respecto a este último, se observa una vez más la influencia de Persia, y más concretamente, de Las mil y una noches. Porque el amor cortés será muy bonito, pero Avtandil, que, al contrario del dermoatigrado Tariel, no deja de tener su lado práctico, sabe que, a veces, uno ha de olvidarse de su amada, hacer de tripas corazón, y ceder ante los avances amorosos de una señora algo ajada (¡que además se llama Fatmán!) que le puede ayudar en su misión.
Fatmán con Avtandil saborea la dicha hasta el alba,
el caballero, sin deseo alguno, enlaza a su cuello el cuello de cristal,
muere pensando en Tinatín, furtivamente se estremece;
su corazón, otra vez salvaje, se une a las fieras.

Avtandil derrama en secreto lágrimas que llegan al mar,
en los negros remolinos de sus ojos bogan navíos de azabache,
dice: "Vedme, amantes felices, privado de la hechicera rosa;
como un cuervo sobre el estiércol, yo, el ruiseñor, se posa".

Las lágrimas fluyen de sus ojos, capaces de ablandar el suelo;
la rosaleda de sus mejillas pone un dique al bosque de azabache.
Fatmán está llena de gozo cual bello pájaro que se alegra:
cuando el cuervo encuentra la rosa, se cree ruiseñor.
Qué maravillas se escribían en el siglo XII. Y si ése ha sido, probablemente, el único momento en que asoma el cinismo, imaginaos la belleza de las 1.484 cuartetas restantes, donde se unen la lírica, la épica y hasta el existencialismo.
El destino trata al hombre como Dios a las tempestades,
tan pronto el sol brilla como la ira del cielo truena.
Antes, la desgracia me poseía, ahora en fiesta la cambio...

Nada es más dulce para el hombre que el azabache con el cristal,
que junto al ciprés, en el jardín el áloe regado en árbol se convierta,
que dé alegría a quien lo vea y tristeza al ausente...

Una lectura, en definitiva, fácil de leer, difícil de hallar, bellísima, fascinante, y que, al escribir estas líneas, me cautiva más a cada momento. 
La sangre con sus lágrimas mezcladas trazan canales en sus mejillas.
Él dijo: "El sol ya no está allá para que repose mi cabeza,
 mi corazón de diamante lo ha rayado una negra pestaña,
¡oh mundo! Ya no gozaré de alegría hasta que vuelva a verla.

La suerte que antaño, plantado en el Edén en árbol me convirtió,
hoy me hiere con su lanza y con su espada me desgarra.
Ha atrapado mi corazón en la trampa de fuego de la eterna llama,
ahora sé que este mundo no es más que una mentira y una patraña.

Os dejo con este precioso vídeo y el Coro de Rustavi, tierra, según una de las dos teorías al respecto, de donde procedía Rustaveli.


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Por  Ma Antonieta Sanchez
publicado el 08 abril a las 16:43

buenisimo! tengo la dicha de tener el libro original traducido en chile