El cabo del miedo (1.991), catapultó el prestigio del director Martin Scorsese en los años 90. Subió su cache y se consagró como uno de los grandes del panorama cinematográfico norteamericano. Desde entonces vinieron otros sonados éxitos de taquilla y talento como las célebres y renombradas Casino (1.995), Gangs of New York (2.002), o El aviador (2.004), la fallida Infiltrados (2.006), o Shutter Island (2.010), que por enésima vez han dejado constancia tanto de su capacidad para contar historias épicas como para tenernos pendientes de la trama durante todo el metraje.
Sin embargo, a pesar del éxito de El cabo del miedo, y apesar de su interesantísima trama el filme adolece de serias carencias, tachas y deficiencias muy características del cine de Scorsese. Por regla general la rigidez desangelada, el fondo desalmado, y el intelectualismo improcedente obstaculizan la redondez de sus filmes, la plenitud absorta. Porque no hay quien soporte más que ciertos personajes de sus filmes citen a Shakespeare, a Nietzsche, a Silesius o a su puta madre. ¡La gente no va por ahí citando a los clásicos!.
En este caso Robert de Niro hace una magnífica interpretación de Max Caddy, un recluso excarcelado con ansias de venganza, que cita a Nietzsche y a tantos otros, porque en el fondo Martin Scorsese encarna en él al concepto del superhombre que ha hecho correr ríos y ríos de tinta en la literatura filosófica alemana. No obstante a Max Caddy le queda bien la cita constante de los clásicos pero hasta cierto punto. Llega un momento en que se pasa de listo y todo se tiñe de un halo artificial.En general en muchas de sus películas y, en igual medida ésta, el desarrollo de las escenas se desenvuelve con crasa rigidez. La interpretación de los actores, incluso algunas de las acciones de estos, desprenden una cierta artificiosidad de ejecución. Y ello es así, no por falta de pericia de los actores sino más bien por una obcecada torpeza en la dirección de los mismos. Falta magia y naturalidad, falta alma y falta algo de fluidez. Las formas se destilan desde cauces demasiado previstos.