Revista Literatura
El café de la tarde
Publicado el 09 marzo 2010 por JimalegriasA menudo solía tomar alguna infusión, pues nunca me había gustado demasiado el café. Pero un martes, hace cuatro años, al día siguiente del funeral de mi padre, comencé a pedirlo- y también aprendí a disfrutarlo- a diario. El café de la tarde.
Y es que a mi padre le encantaba el café: en vaso de cristal, tres terrones de azúcar y,más o menos, la misma cantidad de leche y café. Así lo tomo yo también cada tarde, como mi padre.
Mientras giro la cucharilla bajo la espuma marrón y esos tres terrones se vuelven líquidos, suelo leer un libro. Manías. Me gustan mucho esos de suspense que mantienen la atmósfera de intriga hasta la última página y te enganchan de tal forma que te sientes como un poco sola y mutilada cuando los acabas.
Hablando de mutilaciones, también sufrí una mastectomía hace unos meses, por que no decirlo, y me extirparon el pecho izquierdo. Al principio lo pasé muy mal: perdí la confianza en mí misma, me obsesioné con la falta de simetría corporal, dejé de ir a la playa, evitaba desnudarme delante de gente, no dejaba que nadie me abrazase...
Estoy pensando en ponerme una prótesis de esas, aunque todavía no lo sé, pues me da algo de repelús la cirugía.
Ahora son las ocho y diez de la tarde y estoy en una cafetería. Los camareros se cuelan por entre las mesas con bandejas humeantes, las ancianas juegan al parchís y se hacen trampas las unas a las otras, suena un tango de Gardel en la radio mal sintonizada, un señor bajito con bigote apunta algo en una servilleta y se sonríe, un hombre mira en silencio para la televisión mientras su mujer hace el crucigrama. Tintinean los vasos, gotea la cafetera, la calefacción está alta, se lavan cucharas un millón de veces, se pide papel y lápiz, alguien sale del lavabo abrochándose el cinturón mientras yo le espero descifrando los insectos de tinta que atraviesan cada hoja del libro.
Él siempre es impuntual pero llega sonriéndome, y eso me puede. Tiene una de esas sonrisas que te rodea, invade y atrapa, como dibujada a base de notas y acordes. Aparco el libro sobre la mesa, no le reprocho nada. Se sienta y pide un cortado y, sin dejar de sonreirme, me dice:
- ¿ Sabes cuál es el sitio más hermoso donde me he dormido?
- ¿En cuál..?- le respondo dando un sorbo a mi café, que todavía quema un poco.
- Encima de tu pecho izquierdo, esa es mi postura favorita. No entiendo cómo alguien puede dormirse en otro lugar que no sea ése, tan cálido, suave, acogedor... la mejor almohada que conozco...
Y acabo el café caliente y sonrío como si mis labios tuviesen vida propia y de mi boca brotasen un millón de colores. Salimos a la lluvia de marzo y me dejo abrazar durante varios minutos por él y nos dirigimos, cogidos de la mano, al Cine a ver "El Secreto de sus Ojos" pensando que, al fin y al cabo, lo de la prótesis y la cirugía es una estupidez.
Después del Cine me desnudaré. Él se quedará dormido - empapado, en la penumbra- sobre el vaivén jadeante de mi inexistente pecho y yo mientras soñaré con habilidosos camareros, ancianas tramposas, pechos de aire, cicatrices que se cierran con abrazos y con ese café de la tarde en vaso de cristal, tres terrones de azúcar y, más o menos, la misma cantidad de leche y café... pues así lo tomo yo también en sueños cada noche, como mi padre.
Saludos de Jim y buenos cafés para tod@s.