Me gusta mi vida. Tengo un buen trabajo, una esposa devota, un Audi todoterreno y un apartamento en la playa. Soy feliz y me siento orgulloso de decir esto bien alto: no creo en el cambio climático. Es un puñetero cuento, un negocio para quitarnos dinero. Antes creería en San Valentín o en Papá Noel bajando por una chimenea. Si hay cambio climático, ¿por qué estos días tenemos la temperatura de siempre? ¿Por qué hay más lluvia que de costumbre en el mundo?. Mira a tu alrededor y utiliza el sentido común; está claro: el cambio climático no existe. Y punto.
Tengo un hermano al que quiero pero yo diría que es adoptado, el muy desgraciado. Parece una mezcla entre el Che Guevara y Eduardo Punset. Siempre está dale que dale con el efecto invernadero, los osos polares y los gases. Bastantes gases sufro tras las comidas. El pobre iluso dice que no contrasto información, que lo mio es “onanismo mental”. No se lo tengan en cuenta; es un cumbayá sin oficio ni beneficio. Tiene cosas ridículas; se pone de los nervios cuando alguien tira un cigarro al suelo. No compra atún porque dice que se extingue y “afecta a los delfines” ¿Acaso ha visto algún delfín triste? ¿Extinguirse? ¿Pero es que no ve los estantes del super llenos de atún? Atún al natural, en aceite, con tomate… ¡Hay tantas cosas que desconoce! El muy apátrida se alegró cuando prohibieron las corridas de toros en Cataluña. Todos sabemos que los toros no sienten: han nacido para morir y son un símbolo patrio. Y punto.
Es cómo lo de los extranjeros, que vienen aquí a quitarnos el trabajo y se llevan todas las ayudas del gobierno. Mi hermano dice “¿pero tú conoces a algún extranjero que tenga ayudas?”. Y yo le contesto que directamente no, pero que tengo un amigo que conoce a alguien que conoce a un vigilante del ministerio del interior… Y además el otro día recibí un email que lo explicaba muy claro, con fotos y todo. También recibí otro email que decía que Elvis vivía en Torrelodones y que si no lo reenviaba veinte veces me iba a salir un herpes, pero esto no viene al caso. A mí que no me coman la cabeza: los extranjeros vienen aquí a robar, las chicas con tanga son unas busconas y el cambio climático no existe. Y punto.
Y además… ¡Claro que contrasto la información! El otro día escuché un debate plural en Interconomía en el que todos los invitados estaban de acuerdo: esta estupidez del exceso de CO2 es un invento de los verdes y los jipis emporrados para acabar con el mercado. No nos quieren dejar fumar tabaco, nos quitan el alcohol, matan a los niños antes de nacer y encima quieren que ahorremos energía, con lo que cuesta ganar el sueldo. ¡Y yo me gasto mi dinero en lo que me da la gana, faltaría más! ¿Para qué he comprado cuatro aparatos de aire acondicionado… para pasar calor? ¿Qué será lo próximo, prohibir los carajillos y el fútbol los domingos?
Los restaurantes chinos cocinan gatos, los rumanos son mafiosos, los marroquíes terroristas y el cambio climático no existe. Lo sé de buena tinta. Y punto.