Revista Talentos

El camino de la felicidad

Publicado el 30 abril 2015 por Isabel Topham

Esa mañana me desperté de golpe y pegué un salto de la cama al suelo. Me puse un largo camisón y salí a la calle. Nadie lo comprendió, incluso, ni yo mismo. Después de largas horas buscando el lugar dónde había dejado el coche, lo encontré. Estaba aislado de los demás coches, solo pero feliz. Estaba en aquella enorme montaña de hojas rotas y caídas de los árboles de anoche porque hoy, ya no era más que un llano y limpio suelo después de pasar el aspirador los barrenderos. Al segundo bip, entré rápidamente para que aquel frío mañanero no lo hiciera. Abracé mis manos con un suave y ligero sonido de arriba-abajo para intentar calentármelas sin intenciones de conseguirlo. Busqué las llaves e inmediatamente, lo conecté al coche. Arranqué pero antes, puse la estufa. Di marcha atrás con sumo cuidado y, en cuanto estuve libre de choques y malos tratos entre coche y coche, giré hacia la derecha y salí todo recto. Mientras veía como aquellas imágenes difuminadas por la velocidad y borroneadas por la niebla se marchaban de mi vista al tiempo que salía de la ciudad, estuve entonando y sintonizando la radio del coche con tal de escuchar algo del gran maestro Mozart y Beethoven como su discípulo. Sonaban baches y golpes traseros y delanteros pero, yo seguía escuchando aquel agradable y plácido concierto de ambos desde mi volante. Por un momento, despegué la vista de la carretera para mirar sin atención por mi ventana y no ví nada distinto que de la otra manera, por lo que proseguí con cuidado y atención poniendo ojos en la carretera y los oídos en aquel viejo pero favorito casette. El coche seguía deambulando por aquellas solitarias carreteras con los pequeños montes y montañas a su alrededor. No era consciente de aquel preciado e imaginario tiempo y dos minutos más tarde, me apresuraba a preguntar a cualquier caminante sin recibir la respuesta que me llevase al lugar al que yo me dirigía. Entonces, ahí ya ví la solución y sin que nadie me dijese nada tiré dos veces a la derecha y todo recto; y observé como aquel pequeño letrero a la entrada de un pueblo, cada vez se veía enorme... y, lo mejor de todo es que en cuanto, lo ví pasar ya me sentí realmente feliz al cruzar la línea que marca el camino para la Felicidad.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Isabel Topham ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Sus últimos artículos

Dossiers Paperblog

Revista