Una vez fue un campesino a la ciudad. Y se encontró con un grave problema. Solamente tenía medio peso y le estaba doliendo una muela.
El campesino pensaba: «Si me saco la muela y pago al dentista, no puedo comer; si lo gasto en comer, me seguirá doliendo la muela.»
Estaba el buen hombre en estos pensamientos, cuando fue a pararse frente a una pastelería. Allí se quedó tiempo y tiempo mirando embobado los pasteles, hasta que pasaron por allí dos sirvientes y le dijeron para burlarse:
-¿Cuántos pasteles te atreverías a comer en una comida?
-¡Hombre! Me comería quinientos.
– ¡Quinientos! ¡Dios nos libre!
-Pues de poco se asustan ustedes.
y de esta forma comenzaron a discutir; ellos diciendo que no y él insistiendo que sí.
-¿Qué apuestas? -dijeron los sirvientes.
-Pues… si no los cómo, me dejo sacar esta muela.
y el campesino señaló la que le dolía. Los sirvientes aceptaron alegres la apuesta.
El hombre comenzó a comer y, cuando ya no tenía más hambre, dijo:
-He perdido, señores.
Entonces llamaron a un dentista y le sacaron la muela.
Los sirvientes se reían diciendo: –Mirad este tonto, por hartarse de pasteles deja que le saquen una muela.
Entonces les respondió el campesino: -Más tontos son ustedes, porque gracias a esta apuesta he matado el hambre y además me han sacado una muela, que me estaba doliendo toda la mañana.
Juan de Timoneda
Publicado por: gogolEtiquetas: Cuentos, Historias cortas