Revista Diario

El captor…

Publicado el 24 febrero 2019 por Mtevico

Prólogo
Su casposo cerebro procesaba muy lentamente las ideas, incluso ésta que era, el origen de todas.., hacía ya varias horas, que había administrado a la mujer, una droga de última generación, un paralizante muscular ,un inhibidor de la voluntad, una cooperación impagable de la farmacopea del siglo veinte.
“Todo lo que comienza, debe terminar”, su máxima desde hacía ya varios meses.- Dejó que sus ojos se posaran brevemente en la imagen que tenía delante.- La víctima, incapaz de moverse, mantenía una postura imposible desde hacía varias horas, su espalda, doblada hacia atrás, semejaba un libro entreabierto, del que sus cabellos empapados en sudor, colgaban como páginas leídas y arrugadas…, desgastadas, formando una densa cortina con perfil humano y color de muerte que casi rozaban el suelo.
Ella, tenía la mirada perdida en otros horizontes, el umbral del dolor lo había traspasado hacía ya varios minutos y curiosamente, también coincidía en la base de pensamiento de su “Captor”, “todo tiene un final…”
Como un jinete alado, apareció entre sus pechos la hoja de acero que prometía liberarla…, su mente se cerró en un deseo voraz, los límites se difuminaban, sentía el miedo…
Un sonido gutural, semejante a un quejido animal, surgió inesperadamente de su garganta…, cuando esta promesa se cumplía.

Capítulo 1

Hoy volvería temprano, tenía que repasar las últimas páginas antes de irse a la cama, al día siguiente, había quedado con su editor y quería entregarle lo pactado, era la primera vez que le iban a publicar algo y quería demostrar que merecía la oportunidad y la confianza depositada en ella. No podía creer en su buena estrella, ella, que había comenzado a escribir, para combatir la soledad y por puro entretenimiento.
Recordaba el día que empezó todo . Apenas dos años antes, intentaba hacer un pedido de libros por internet, y se tropezó con un blog, la curiosidad y las ganas de comunicarse con gentes que no la conocieran y tuviesen la oportunidad de juzgarla objetivamente , le atraía poderosamente, y se empeñó en mostrar parte de lo que era o había sido, o simplemente lo que surgía de sus horas de insomnio delante de una cuartilla en blanco.
Llamó a su perra, una Golden Retriever blanca dorada, de ocho años, que estaba saliendo de la pista forestal al norte de su propiedad, persiguiendo, en una carrera sin meta, a alguna pequeña criatura que hacía lo imposible por zafarse de sus patas y sus ladridos. Habían salido a caminar, como casi cada día. Pero, en la zona más alta de la pradera, se decidió por internarse en la pista , ahora se arrepentía de estar tan lejos del familiar sendero que circundaba el valle…, desde luego, desde donde se encontraba, la vista era espectacular, la nieve caída la última noche, tenía aspecto etéreo y las blanqueadas lomas marcaban como faros las escarpadas líneas del horizonte.
Miró de nuevo esas nubes, que representando una clara amenaza de tormenta, se arremolinaban en una danza de espirales y grises cada vez más compacta. Aceleró el paso y mantuvo a River controlada, mientras se esforzaba en alcanzar el sendero cuanto

antes, una rama se quebró bajo sus pies y se agachó para recogerla. Durante unos instantes, el sonido del bosque la sobrevoló. Sentía de cerca el murmullo de los arroyos que formaba la nieve al fundirse, éstos se abrían paso entre las coloridas hojas de la alfombra de otoño y las tortuosas rocas blanquecinas, hacia los valles y los llanos inferiores, donde la presencia de granjas era más numerosa.

Capítulo 2

Recordó el instante en que se decidió por su propiedad, una casa grande, de piedra y castaño, rodeada de una huerta y un bonito jardín, cerca del pueblo, pero lo bastante aislada, para no tener que hacer amistades. En instantes como éste, cuando el pánico le sobrevenía, casi prefería estar en su pequeño apartamento de la ciudad. El batir de las alas de una pareja de cuervos, la sacó de su ensimismamiento, los vio alejarse, buscando cena o tal vez refugio para una fría noche. El viento susurraba melodías interrumpidas a través de los brazos descarnados de los castaños y robles, anunciando a todas las criaturas, la inminente tormenta…
River corría despreocupadamente, mientras las ramas más bajas de los helechos, le rozaban el bonito pelaje…,Quizá fue la única criatura que lo sintió, su olfato ancestral, reconoció inmediatamente el olor de la matanza, se le erizó el pelo y su instinto la puso en alerta. Se paró en seco husmeando el aire…, demasiada humedad en el ambiente. Sus patas, comenzaron a volar sobre el linde del bosque, aparentaba seguir un rastro, su olfato percibía algo próximo…,se adentró en la espesura y desapareció.

Dawn, gritaba su nombre sin cesar, el bosque le enviaba sus punzantes olores a noche y frío, poco a poco le fue sobrecogiendo un temor irracional, se vio peleándose, ella misma con la maleza , La oscuridad era cada vez más patente y las gotas de una lluvia helada, se le clavaban como puntas de alfiler, en la cara y las manos. Se mezclaban con su llanto histérico y se hundían en el oscuro barro. El valle situado a pocos metros de distancia, le devolvía y propagaba su grito, como en una broma pesada.
Estaba rodeada de zarzas. En un claro, a pocos metros de un barranco, donde sabía por los aldeanos, que abundaban las alimañas y los pozos.
Se detuvo a tomar aire, tenía serias dificultades para respirar por la loca carrera .-¡River! – volvió a gritar- y su voz se apagó en el instante, en que sus ojos se trabaron con los del animal.
La perra regresaba con el pelaje erizado, levantando las orejas y dejándolas caer sucesivamente, como si no estuviese segura de su avance. Alternaba ladridos y gruñidos y aún en la distancia, le pudo ver las patas extremadamente manchadas.
Quizá la presencia de su dueña, le devolvió la cordura y la pizca de valor que le faltaba, porque echó a correr y en un instante se plantó en el cruce con el pueblo.
Todo el miedo que había rodeado el ánimo de Dawn, se disipó cuando sus piernas, recibieron la orden de salir detrás de su perra, remontó la pendiente, saltó por entre la maleza y sin apenas aliento se encontró a su lado, acariciando y regañando al animal, al tiempo que conseguía ceñirle el arnés y tomar el sendero que las conducía, hacia la seguridad de su casa.
Cuando traspasaron la verja, el cielo ya se había desplomado sobre el valle. La lluvia y el viento, sin duda serían los protagonistas de la

próxima noche. Un relámpago iluminó el instante, en que con mano insegura introdujo la llave en la cerradura , el mismo, que en el claro, dejaba al descubierto el rostro velado de “el Captor”.

Capítulo 3

.- Vamos…, mujer cálmese…, esto sólo nos llevará unos minutos y después podrá irse a su casa. – Era el inspector de homicidios el que le hablaba-.Un hombretón alto y fuerte, de los de “tipo duro”, con un vozarrón que le iba al dedillo con su físico, e intimidaba a la primera, pero con un corazón generoso y una sensibilidad a toda prueba.
Lo había demostrado, en las múltiples ocasiones que tuvo que llevar casos de violencia de género – él se ponía en el lugar de las víctimas- les hablaba con respeto y delicadeza…, desde su mismo lado. Con afecto.
.- ¿ A que hora dice Ud. que pasó por aquí?
.- No más tarde de las seis de la mañana señor, yo iba en mi furgoneta de reparto y comenzaba la ruta de los martes. Ésta zona no está muy poblada, y las pocas granjas que hay, con un día a la semana tienen suficiente. Casi todos, son gente mayor que se levantan temprano y prefiero comenzar por ellos, así pueden desayunar un día con el pan todavía caliente.
.- Bien. ¿ Y qué es lo que le hizo detenerse en éste sitio ?
.- La señal.., algo que ocurre con frecuencia los días de viento. Luego, pasa cualquier conductor despistado, se cree que la pista es

como una carretera comarcal y acaba adentrándose en el bosque. Cada invierno, mi marido, tiene que salir una docena de veces con el tractor para sacarlos del barro. Así es, que al verla en el suelo pensé – Lola, bájate de la “furgo” y más te vale que coloques la señal en su sitio, antes que Lucas tenga que salir a reponerla. Lucas es mi marido, el que está esperándome detrás de la cinta amarilla, inspector.
.- Bien, y…, ¿entonces lo vio ?
.- No, que va señor…, como era temprano pensé en llamar a la panadería para decirles que me acercaría unos minutos a casa de mis padres – son ya mayores y me gusta visitarles a diario. Pues.., como le digo, anduve unos pasos en dirección a la pista , buscando la cobertura y entonces lo vi. Pobre animal, se me encogió el corazón. Un ciervo tan hermoso y luchando por su vida, herido de muerte, arrastrándose desde el bosque…, me pareció muy extraño.
Ahora no hay cazadores, pensé que algún lobo, jabalí u otra alimaña, le habría atacado. Así es, que me entró miedo y al darme la vuelta, lo escuché. Era como la sintonía de un móvil, se podía oír perfectamente, y provenía del claro que hay más al fondo. Grité por si alguien estaba perdido, en peligro…, por si fue un conductor quien tiró la señal, al meterse por la pista y había sufrido un accidente…, seguí avanzando hasta que llegué al claro – muerta de miedo señor – y entonces la vi.
No pudo continuar, una serie de aspavientos interrumpieron su relato, visiblemente afectada por lo ocurrido, la buena mujer, no podía calmarse, no quería permanecer ni un minuto más allí, no podía aportar nada nuevo, que ayudase de momento a la investigación, así es que el inspector, le habló afectuosamente y la acompañó hasta donde su marido, esperaba ansioso, para llevarla a casa.

.- ¡Inspector Wilson ¡¡ Por aquí señor ¡¡ Hemos encontrado algo más ¡
Un joven de la policía científica, le llamaba desde el claro, mientras levantaba en una bolsa para pruebas, lo que le pareció un bolso de mujer manchado y abierto…
. ¡ Bien agente ¡ llévenselo junto con las otras pruebas a la Central, cuando los Forenses levanten el cadáver. Nos vemos en mi despacho. Voy a dar una vuelta por los alrededores por si alguien nos puede proporcionar más información. Ya sabe…, si alguien vio u oyó algo fuera de lo habitual, aunque con la tormenta que cayó anoche dudo que nadie estuviese paseando por la zona.

Capítulo 4

La vivienda estaba situada, a unos pocos kilómetros del pequeño pueblo, de no más de quince casas, que dominaba el valle. Los muros de piedra, le proporcionaban la justa privacidad a las miradas de extraños, pero no cumplían, con la función de protección, ni aislamiento, ya que no alcanzaban apenas, los dos metros de alto.
La rodeaba un bonito jardín y un espacioso huerto. El inspector, se plantó delante de la puerta metálica, e hizo sonar el claxon repetidas veces, hasta que un grave ladrido, seguido de una llamada al orden, le hizo desistir. Bueno, por lo menos había alguien despierto – pensó – no quería empezar con mal pié.
Dawn se lanzó en picado sobre la cafetera, necesitaba una buena

dosis para comenzar las tareas, tenía que sacudirse el sueño y cargar energías para poner orden en la casa, y el patio, por no hablar del borrador de su libro, “ su libro…” Quería causar buena impresión, se sentía en deuda con el editor, el prestigioso Aaron Keller, director de Omega, una pequeña línea editorial, para nuevos autores, perteneciente al grupo Meridian.
Para ella, era el mejor momento del día, adoraba la quietud de los amaneceres y el cauto paso del color al paisaje…, rodeada de valles y bosques, su visión desde la casa, parecía un cuadro impresionista. Los montes, iban dibujando sus líneas escarpadas desde la bruma densa, perezosa, por las horas de la noche.
Las aves, poco a poco, comienzan a perder su timidez, se posan cada vez, en ramas más próximas, como si de una cuestión de desafío se tratara. Carga el dosificador, con “ Godiva Moka” , un café de gourmet, que sólo lo encuentra en tiendas Delicatessen, y aún así, es difícil, pero se da el capricho, es una promesa de placer, solo con abrir en envase. Coloca un CD de Springsteen, y comienza a preparar el desayuno, mientras canturrea ensimismada.
.-¡ River¡- llamó al escuchar su ladrido desde el jardín.-¡River! ¡ven aquí!…, toma bonita, tu desayuno…
La puerta de la casa se abrió al tiempo que Ray Wilson descendía del todo terreno y dirigía en esa dirección su mirada, no hubiese podido desviarla, aunque lo hubiese intentado, lo que apareció ante él, era el Paraíso.

Capítulo 5

Le tenía absolutamente hechizado, la atmósfera de la casa le había cautivado, sus paredes de piedra, los ventanales por donde libremente entraba el paisaje, hasta formar parte de la misma , la música, su invitación cordial y el aroma, hummm…, sobretodo el delicioso y penetrante aroma a café, que a borbotones inundaba todas las estancias, una poderosa tentación, para sus abotargados sentidos.
Dawn, se movía libremente por su cerebro, en seguida se ganó una posición privilegiada en su voluntad, dueña de una franca actitud y una bonita sonrisa, que la hacía muy atractiva – así debe ser sentirse en casa, pensó – cuando le ofrecía compartir con ella una taza de humeante café. Mientras una charla amistosa, tomaba el relevo de lo que debió ser un interrogatorio.
.- Ray, puede llamarme Ray…, ya que hemos consentido, que dos tazas diesen al traste, con el manual del buen “poli” – dijo bromeando – sigamos en la misma línea.
.- De acuerdo Ray, la verdad, temí por mi perra, pensé que podría salir herida, y lo peor, tener que adentrarme en la maleza, cuando ya casi había oscurecido y amenazaba la tormenta. Me sentí absolutamente indefensa, una situación que me sobrepasaba, y no quiero ni pensar, si me hubiese tropezado con la víctima, creo que me hubiese muerto de miedo.
.- Lo cierto es, que estuvo en el lugar donde la encontraron, por lo que deduzco, que el agresor, o, no había llegado aún con su macabra entrega , o estaba oculto entre la maleza, a pocos metros de Ud., Quizá, eso fue lo que espantó a River. Los animales, también olfatean la maldad y la muerte. Perdone, no quería asustarla, ni ser desagradable, pero necesito una promesa formal por su parte, de que por unos días , no se alejará de los caminos

abiertos, cuando salga a pasear; mejor sería que se abstuviese de hacerlo por un tiempo.
.- Vaya…, no debe preocuparse por eso Ray, le aseguro que no es mi intención volver allí arriba, me gusta escribir sobre situaciones de pánico, pero no padecerlo.
.- ¿Es escritora?
.- Sí., bueno, me van a publicar mi primera novela, precisamente hoy, pasará a visitarme el editor.
.- ¡Eso es estupendo ¡ ¿ me promete un ejemplar de la primera edición?.
.- ¡ Firmado ¡
.- Dawn; Me parece Ud., buena gente, en serio…, cuídese. Aquí tiene mi número de móvil y el de mi despacho, cualquier cosa, a cualquier hora. Llámeme. No quiero asustarla, pero si prevenirla, ese hijo de puta, sabe lo que hace y por el momento nos lleva una buena ventaja.
.- Tendré cuidado Ray, se lo prometo. Y…, vuelva cuando quiera, ha sido agradable, desayunar con un poli, para variar.
.- Esté segura . Volveré.

Capítulo 6

Hizo el camino a la comisaría con muy buen humor. Sí , tenía un caso que se presentaba difícil, pero sus hombres, ya habrían

comenzado “el trabajo de campo”; Seguro que le tenían preparadas, las declaraciones de los vecinos del pueblo. Embolsadas y numeradas todas las pruebas, fotos y huellas del escenario. Estarían esperándole impacientes, para comenzar a establecer un perfil del agresor, o agresores.
No podía descartar que fuese más de uno, la pobre muchacha, presentaba un aspecto demoledor, esperaba que la autopsia, le desvelara la mayor parte de las cuestiones, que se le presentaban en un caso de asesinato tan violento como éste.
.- ¡Ya sabemos la identidad de la víctima jefe ! soltera, de veinticinco años, no es de la zona, se llamaba Soraya Gómez…, bueno en verdad, Roberto Gómez. Era un transexual, esto es una buena noticia, podemos descartar de golpe, a más de la mitad de la población y centrarnos en los sospechosos habituales de este tipo de agresiones, xenófobos, pervertidos, locos integristas…
.-Bien, Martín, pues deja de parlotear y ponte a ello. ¿ Cuál es el informe forense? ¿podemos establecer ya un perfil?
.- Todavía no inspector, la Doctora Shannon está con ella…, bueno él…,bueno…ejem, está ahora terminando la autopsia del cadáver, señor.
.- Bien. ¡ Davis ! ¡Usa el teléfono! Llama a tus confidentes, y extrae una lista de posibles lugares que frecuentaba. ¡ Martin! ¿ Has localizado ya a los familiares? ¡ Quiero verlos de inmediato! y quiero un informe detallado, de las actividades de la víctima en el último año, lo habitual en estos casos, trabajo, amistades, viajes, amantes…, ya sabéis…, ¡ A trabajar! y , por favor, traedme un café, y tomaos vosotros otro, a ver si despertáis de este letargo – una sonrisa se dibujo en su rostro, cuando pronunciaba estas palabras – ¡ A mí me ha funcionado!

– Estaban en el depósito, la Dra. estaba terminando de cubrir el cuerpo.- ¿ Hora de la muerte?- dijo Wilson.
.- No más tarde de las 0:30 am y no antes de las 19:00 de la tarde anterior, el cadáver presenta múltiples lesiones y esta muy contaminado, seguramente cuando tenga todos los resultados de la autopsia podré ser más concreta. Sólo con la temperatura del hígado no es suficiente, la zona donde la encontraron es muy húmeda y fría.
.- ¿ El arma homicida?
.- Sin duda similar a ésta, un cuchillo de unos quince cm de largo, con la hoja de doble filo, y uno dentado, muy habitual en los cazadores.
El inspector Wilson, carraspeó, tenía todos los datos posibles hasta el momento, encima de su mesa. Habían comenzado a elaborar un perfil, sus hombres estaban trabajando sin levantar la vista de los informes, ni para respirar…, y sin embargo, le invadía una desagradable sensación de ir andando a ciegas. Se le escapaba algo.
¿ Que era lo que había declarado Lola, cuando le interrogó esta madrugada? …” sonaba como la melodía de un móvil” , pero en las pruebas, no contaban con ningún móvil, allí no habían encontrado nada más, que lo que ya estaba embolsado y clasificado…, ¡no había ningún móvil !.., no tenía sentido que hubiese mentido la mujer.., a no ser que.., pero no. Era demasiado morboso…, aunque no veía otra explicación.
El Captor estaba sumamente satisfecho, le gustaba como iban marchando las cosas. Disfrutaba de los acontecimientos. Le encantaba perpetuar el momento, una y otra vez, por eso se quedaba a observar. Era arriesgado, muy arriesgado, pero merecía la pena. Así después disfrutaba de más instantes de placer

evocándolo, y también le permitía espaciarse más en los asesinatos. Aumentando su seguridad. Planificándolos mejor, eso le hacía intocable, más listo que ellos. Tenía la llave del éxito.
Oyó, como unos pasos se acercaban por el pasillo, terminó en un instante de servir el asado y sacó el plato a la mesa, estaba muerto de hambre.

Capítulo 7

Laura es una niña preciosa, de siete años, con una fácil sonrisa y siempre dispuesta para satisfacer su curiosidad, va a la clase de segundo, con Marcos y Elena, que son sus vecinos y sus mejores amigos, todos los días salen juntos del colegio, situado a tres manzanas de su casa, en un barrio tranquilo y residencial del extrarradio de la pequeña y tranquila ciudad en la que viven.
Ya son mayores…, a menudo sus padres, les dejan coger las “bicis” y hacer solos el camino de vuelta a casa. Hasta ahora tenía que conformarse con ir sentada en el sillín de Marcos, pero ésta Navidad, consiguió una preciosa “bici con cesto”. Está pintada de azul lavanda y en el manillar lleva unas campanillas de cuentas de colores que le regalo su papá.
Se siente absolutamente feliz, ahora ya puede ir y volver sola del colegio, como hacen sus amigos, y no tendrá que esperar que lleguen sus padres, sentada en las escaleras del edificio, junto a los más pequeños, cuando el tráfico o el trabajo, no les deja llegar a tiempo.

Hoy es un día especial. Les han dejado salir casi una hora antes – la señora Major, se ha puesto enferma – con la promesa que se fuesen directos a sus casas.
Pero hoy, Elena , tenía un plan.
Laura y Marcos, no estaban decididos a acompañarla, pero Elena, utilizando sus dotes de persuasión, les ha convencido, tenían que reparar los diques de los castores, el último temporal los había roto y desplazado. Si no hacían algo, se perderían y los castores morirían si no tenían donde guarecerse.
¿Como podrían dormir calientes en su cama, pensando en el frío viento y las corrientes del río.?, ellos, solo tardarán unos pocos minutos, y además será divertido.
.-…Y podemos llegar a casa, a la hora de costumbre, nadie se va a dar cuenta.
.- !Vale¡ pero yo soy el mayor y el más inteligente – dijo Marcos – así es que prometedme que vais a obedecer todo lo que os diga. Si no, yo, no voy y me llevo a Laura.
.- ! De acuerdo¡ .- ! Está bien, pero vámonos ya¡. !Se va a hacer tarde ¡.
Tomaron el atajo que cruzaba por detrás del campo de deportes y el supermercado. Era un camino de tierra, que daba servicio a los camiones de reparto y a los jardines de la parte posterior, de la urbanización. Debido a las últimas lluvias, estaba bastante embarrado, y poco transitado.
Elena abría la expedición, seguida de Marcos y Laura. Los niños procuraban sortear los obstáculos y charcos que eran abundantes, pero a pesar de sus esfuerzos, perdían el equilibrio con frecuencia y se tenían que valer de sus infantiles recursos para no caer.

Laura fue la primera en darse cuenta que algo iba mal, algo estaba entorpeciendo su marcha. La cadena de la bici, se le salió sin remisión al intentar sortear un charco.
.- !Ay¡ !Marcos, me he caído¡ !Marcos¡ !Marcos¡! Elena¡
Tendida en el suelo, con barro hasta las rodillas y la bicicleta hundida en un enorme barrizal, Laura, no podía dejar de llorar mientras veía como sus esfuerzos para que la escucharan sus amigos, se hacían inútiles y acongojada los miraba desaparecer, por el linde de la pista forestal, que les llevaba al remanso del río. No sabía que hacer, no quería abandonar su preciosa bici lavanda…
.- ! Ya estamos llegando..¡ ! Mira Marcos, esta ahí en el recodo de la pista¡.- Dijo Elena .
Marcos se volvió, movido por un mal presentimiento, su bici, derrapó y se paró en seco, cuando constató que por el camino no les seguía Laura.
.- ! Laura¡ ¿ estás bien?,¿no te veo?…, ¿ quieres darte prisa? – gritó ya un poco más nervioso – él era el mayor, debería haber sido el último de la caravana-. No tenía que haber dejado que la niña fuese al final, ahora, si se había caído…, no quería ni pensarlo.
.- ! Laura¡ – gritaba cada vez más fuerte- ! Elena¡ ¿quieres esperar?
Elena le hacía señales inconfundibles, de que se acercara, habían llegado. Absorta en el trabajo de restauración, que tenían por delante, sostenía en los brazos una pequeña cría de castor . Le grito que les esperaría allí hasta que llegasen, mientras tanto iba a comenzar a reparar el dique.
Marcos, se dio la vuelta, no sin decirle a su hermana, que tuviese cuidado de no caer al río. Se alejó desandando el camino, con la esperanza de encontrar sana y salva a Laura.

Contaba las veces que pedaleaba…, quería regresar al principio del camino, encontrar a su amiga cuanto antes. Cuando faltaban apenas quinientos metros para el campo de deporte, se detuvo. Lo que veía le pareció una pesadilla. Ni rastro de la bici. Ni rastro de Laura. Nadie.

Capítulo 8

El señor Major, estaba en la parte posterior de su jardín, tenía que tomar una decisión, hacer algo al respecto. El traslado le parecía lo más indicado, pese a que el limonero ya estaba bastante crecido, no veía otra alternativa. Desde donde estaba situado, sufría todos los embates del mal tiempo y las continuas heladas, que parecían haberse centrado en esta parte del país. Le asignó un espacio con suficiente hueco y protegido en la esquina sudoeste de la casa, junto al gran macizo de azaleas…, allí le daría su inestimable cosecha.
Salió del cobertizo, cargado con las herramientas de trabajo y se disponía a cavar, cuando algo desvió su atención. Se detuvo a escuchar…, si. Parecía un lamento, un llanto apagado, ¿de un niño quizás?. Se acercó a la valla y abrió la pequeña puerta de tablas de madera esmeradamente pintada, que cerraba la cancela.
Apenas salió al camino, la vio. Una niña intentaba arrastrar, lo que parecía una bici, fuera del lodazal…, forcejeando, sin lograr su objetivo. Llorando de impotencia y por el esfuerzo, le presentaba una imagen desoladora…, se sintió de inmediato identificado con la pequeña, y notó como un sentimiento, lo más parecido a la

ternura, se apoderaba de él.
– ¿ Cuantas veces en su vida, tuvo la sensación, de tener que llevar por sí mismo, una pesada carga?. ¿ Cuantas veces se sintió desolado, abandonado por las circunstancias?, más aún, incomprendido y humillado. Pero ahora no. Ahora todo había cambiado, tenía a la Sra. Major – su esposa, Madeleine – una buena mujer que le comprendía, le amaba y no le pedía explicaciones, sobre todo los días en que su cuerpo, le negaba a seguir las indicaciones de su débil voluntad.
En cuanto se acercó unos pocos metros, la reconoció. Era la pequeña de los Palmer, iba a la clase de su esposa y desde luego el cuadro era lamentable. Una preciosa bici, caída en el suelo y embarrada hasta el manillar…, una niña sucia y con el cabello pegado al rostro por el esfuerzo, llorando e hipando. Con signos evidentes de cansancio y desamparo.
Zacarías se acercó y le habló delicadamente desde su altura.- ¿ Que te ha ocurrido pequeña? ¿estás bien?.
Entre hipos y suspiros, Laura se dio la vuelta, y una preciosa carita sofocada, con unos brillantes y escrutadores ojos, de color del océano, que le dieron de pleno en el rostro, le contestó.
.- Me he caído, la bici está rota y mis amigos me han abandonado. Mis papás no saben que estoy aquí y no puedo volver a casa y dejar mi bici en el camino. Es mi regalo de Navidad, y mi papá se va a enfadar mucho si no la llevo conmigo…
.- Vamos, vamos…, yo que tú no me preocuparía por eso. ¿Sabes quién soy?. Ven conmigo a casa,. La Sra. Major te ayudará a asearte y ya veremos lo que puedo hacer por tu bici. Llamaremos a tus papás y todo se solucionará, anda, no llores más y ven conmigo. Laura. ¿ Porqué eres Laura Palmer, verdad?. ¿ Que hacías por aquí

tú sola? .¿ No sabes que es peligroso, para una niña tan bonita como tú, salir por estos caminos tan cerca del bosque?. ¿ No tienes miedo ?. Eres una niñita muy, muy valiente…
Laura, estaba aseada y calmada, sentada delante del televisor, viendo su serie favorita y dando buena cuenta de un gran tazón de leche caliente, con “ bizcocho especial” de Madeleine. Así lo había definido el Dr. Major, como el mejor y más esponjoso del mundo, y ya ni se acordaba de las peripecias pasadas hacía menos de una hora.
Zacarías había llamado a su casa, su mamá, no parecía demasiado enfadada y estaba allí, hablando animadamente con la Sra. Major , que después de una breve amonestación, la había acogido y cuidado con infinito esmero.
Ambas parecían encantadas de la charla, y compartían unas tazas de té, mientras el Dr. Major , fuera en el cobertizo, hacía milagros con la cadena de su bici color lavanda.
Se quedó cautivado por el encuentro…, esa niña le había gustado mucho. La quería para sí. !Ojalá fuese suya¡. Pero… no podía permitírselo, no por el momento. Solo podría recordarla, se quedaría con las cuentas de colores, eso no implicaría mayor riesgo.

Capítulo 9

A Dawn le resultaba incomprensible… No entendía como se había acomodado tan osadamente en su mente, se sacudía sin esfuerzo el momento, pero, permanecía su imagen, sus gestos, su voz pausada

y el perfume de cedro de Ray…
Ya habían pasado casi dos semanas, el libro se publicaría en abril y ella, no sabía que hacer con su tiempo.
Llamó por teléfono a Crís, era su mejor amiga, su confidente, su hermana…, estuvieron charlando, mientras le colocaba el arnés a River y se calzaba las botas de agua.
La tarde se presentaba bastante lluviosa, así es, que se plantó el chubasquero amarillo con capucha, al mismo tiempo, que se lo transmitía por el teléfono, con voz de circunstancias.
.- Ya sabes…, el de pescador de atunes…, el que suelen llevar los personajes de mis novelas con un gancho en la mano, en serio, ¿no te gusta?…, voy de lo más apropiado, después de lo de la otra noche.
.- Dawn, por favor te lo pido, no seas agorera, ¿es que no puedes seguir contándome como es tu nuevo ligue y dejar los detalles escabrosos?
.- Vale, podemos hacer algo mejor. He recibido una caja de vino rosado de la Provenza. El que tomábamos en aquel bistrot, cuando estuvimos el verano pasado, ¿ te acuerdas de Pepa?, pues me lo ha conseguido por fin y yo sola, no debería beberlo, no da buena suerte. ¿Porqué no te vienes unos días?. Mira, hoy es jueves, mañana seguro que encuentras vuelo directo. Te quedas un par de días,¿ que me dices?
.- Sólo si me prometes, que me vas a presentar a tu chico.
.- Eso está hecho, tú le llamas y yo le invito.
Las dos se rieron y continuaron su animada charla con los preparativos del viaje, mientras el paseo, se iba alargando más y

más, acercándose a los límites del pueblo.
River estaba feliz por la libertad, de la que estaba gozando, pues no iba sujeta con la correa y podía entrar y saltar, por todos los charcos y riachuelos que encontraba a su paso. Le encantaba, cuando su dueña estaba pendiente de otra cosa, que no fuese marcarle el camino.
Al principio no le prestó ninguna atención, pero tal y como se iba acercando, los sonidos del riachuelo, el batir de las últimas hojas por el viento, se disipaban y se perdían entre otro rumor… La incesante lluvia, el viento y los ladridos de River, tomaban cada vez mayor protagonismo.
.- Te tengo que dejar Crís, no veo a River y parece que la ha tomado con algo, no quiero pensar, que sea un zorro o algo peor. ¡ Hasta mañana!.
.- Por favor, ten cuidado, ¿no me digas que la has vuelto a perder?.!Ve a por ella ¡ Nos veremos mañana. Adiós.
Echó a correr por el borde del riachuelo. Con una mano se bajaba a tope la capucha, para resguardarse el rostro de la lluvia, con la otra, sujetaba el móvil y la correa del arnés. Andaba agachada, poniendo sumo cuidado en no resbalar y por eso no se dio cuenta de su presencia, hasta que se tropezó con ella.
La niña estaba en cuclillas, empapada por la lluvia y tiritando de frío, no tendría más de siete años. De un arbusto cercano, colgaba su mochila del colegio. Una bici, estaba descansando a pocos metros de ella, imposible de utilizar ya que toda la senda, se había convertido, en un delta de medio metro de profundidad.
La corriente empezaba a desplazar el vehículo y siendo cada vez, más infructuosos los intentos de alcanzarla, se habían cebado en el

espíritu de la pequeña. En ese instante, ya desprovista de toda esperanza, lloraba su impotencia.
.- ¡ Dios mío , niña¡ ¿que haces ahí?,¿te encuentras bien?,¿Que te ha pasado, estás herida?.
Elena no dijo nada, solo señalaba con su mano el lugar donde deberían haber estado los diques de los castores. Dentro de pocos minutos, no quedaría rastro ni de ellos, ni de la bicicleta, sino se daban prisa por remediarlo.

Capítulo 10

Dawn se metió en el fangoso delta y cogiendo a la niña en brazos, intentaba alejarse del peligro, al tiempo que llamaba a River con todas sus fuerzas.
.-! Dios santo¡, !River¡ ! River ¡ quieres hacer el favor de venir aquí ahora mismo ¡ ! River aqui¡ -no dejaba de gritar a la perra – La escena era de máxima tensión, ella no podía soltar a la pequeña. La bici se desplazaba corriente abajo y cada vez más, el fango revuelto y la lluvia le imposibilitaban el avance hacia la orilla.
Algo la sujetó con extremada fuerza por el brazo, en un principio creyó que era una rama caída, e intento zafarse, pero una voz conocida, la tranquilizó al instante.
Ángel, el guardabosques, estaba en el sitio y en el momento indicados. Suspiró aliviada.

.- ¡Ángel, gracias, no sabía como iba a salir de ésta, si no llega a ser por ti!…que suerte que pasaras por aquí,
El guardabosques, la tenía bien sujeta y en un instante las dejaba a las dos fuera de peligro y le echaba un cable de acero a la bici, para hacerla regresar. Sin mayor contratiempo, las acomodó en la Pick- up Nissan, de color rojo cereza y se dispuso a arrancar.
.- !Angel¡ !Falta River¡, se ha vuelto a escapar, no podemos dejarla aquí, se perdería.
.- Angel por favor, ¡para!, ¡para! – Dawn, se negaba a abandonar a la perra, sabía que el animal, acostumbrado a estar en casa, no superaría una noche con tormenta en el bosque, a la intemperie…,
Un sonoro ladrido le hizo volver la cabeza. Allí estaba, parecía un oso marrón, su pelaje era un puro pegote de barro y solo sus ojos, como carbones negros, hacían recordar mínimamente al Golden.
De un salto, se plantó en la parte posterior de la furgoneta, que permanecía descubierta, allí se revolcó a sus anchas y permaneció más o menos controlada, mientras emprendían el camino al pueblo. Para entonces, Elena ya se había recuperado y con la formal promesa de Dawn, de restablecer el dique, una vez pasaran las tormentas, se puso a charlar animadamente, del truncado paseo y de sus amigos.
.-! Parad, es Marcos ¡. Seguro que viene a por mí ¡. !Marcos¡- Elena hacía señales y llamaba a su hermano- que venía como una flecha por el camino – calado hasta los huesos y llamándola a su vez .
Cuando se encontraron y se sentó con ellos, en el interior de la cabina, les relató lo sucedido, sin obviar la preocupación por la desaparición de la pequeña Laura, se sentía culpable. Estaba muerto de miedo, de pensar, en la bronca que les iban a echar en

casa. Su padre, seguro que estaría de servicio, pero Helga, era como un “mastín”, les cuidaba, les alimentaba y se “chivaba” a su progenitor, de cualquier travesura que hiciesen.
Dawn oía sin prestar atención…, se había quedado colgada con esa frase “ papá estará de servicio “…, no puede ser. No podía creerlo. No le podía pasar a ella. Por una vez quisiera no tener que pasar por esto, ¿como se iba a presentar en su casa?.
.- Buenas tardes, soy la mujer a la que ha dejado encandilada su esposo. ¿que tal esta Ud?. ¿ Se encuentra Ray en casa?. Acabo de recuperar a sus hijos y me gustaría volver a oler su perfume…, ¡Dios! ¿ Que estaba diciendo?. ¿Se había vuelto loca?.
Helga, les abrió la puerta consternada, su naturaleza suiza, le daba el aspecto de la “nodriza ideal ”, medía un metro setenta aproximadamente de ternura y calor maternal. En sus regordetes y amables brazos, recogió a los dos pequeños y los metió de cabeza en su cocina. La casa, situada en la zona opuesta a la Iglesia y al colegio, formaba parte de un grupo de tres, -que parecían haberse construido, con idénticos cánones arquitectónicos- sacadas de un pintura victoriana.
Con las fachadas y los porches de madera y amplios ventanales que daban al sur, tenían en la parte posterior, unos cuidados jardines y allí se abrían, cada una de las dos ventanas, que iluminaban la acogedora estancia.
.- ¿Como que no van a tomar una taza de chocolate?, pues claro que sí. – Ud. esta flaco como un fideo y Ud. señorita, humm…, calada hasta los huesos, ahora mismo le bajo una toalla y se seca como es debido, y no se va de esta casa , sin haberse calentado con un buen tazón de chocolate de Helga. No señor. ! Faltaría más¡
Dicho y hecho, en un instante, estaban charlando sobre las virtudes

del chocolate y la imprevista aventura.
Helga llamó a casa de los Palmer, bajo la insistencia de Marcos, y dejó a éste en el teléfono, dando todo tipo de explicaciones a su pequeña amiga, sobre lo sucedido. Menos mal que ha acabado bien- pensó .
Mientras…, en el bosque, alguien recogía un móvil y una correa de perro tirada en el camino, a pocos metros, de un nuevo objetivo.

Capítulo 11

Ángel, apenas se quedó media hora y se despidió alegando un trabajo pendiente. Helga, insistió, en no dejar marchar a Dawn, hasta que estuviese completamente seca.
Por un lado, le daba una vergüenza terrible, pero la situación, había mejorado mucho desde que la buena mujer “casualmente”, dejó “caer” la información más interesante del día.
.- La Sra. Wilson, vive en Suiza desde el divorcio, comparten la custodia de los niños, pasan aquí el invierno, van al colegio y en verano y vacaciones, se marchan con su madre. Los señores, siguen teniendo muy buena relación, el inspector, ya era jefe de homicidios en Lausana.
Él apareció a las ocho de la tarde y desde ese instante, el tema de la reunión giró en torno a Dawn y su novela. Hasta que después de salvar la insistencia de Helga, para que se quedase a cenar, aceptó

la oferta de Ray de llevarla a casa. Sintió un gran alivio y una agradable sensación, al darse cuenta de que iba a estar a solas con él los próximos minutos.
Desde el asiento del copiloto, le podía ver por el rabillo del ojo. El todo terreno, estaba muy limpio -a diferencia del suyo – y le pidió excusas, porque River lo iba a dejar todo hecho un asco. Aunque a él pareció no importarle lo más mínimo. Al contrario, la miró, le sonrió y se le acercó para susurrarle al oído que nada de lo que ella, o su perro hiciesen, podría molestarle jamás.
.- Eres muy amable, no pareces un curtido policía -habían empezado a tutearse en la cocina – me resulta entrañable, verte en tu casa, con tus hijos, como una familia…
.- ¿Quieres decir normal? .No tanto. Estoy divorciado desde hace tres años. Es muy difícil conjugar esta profesión con la familia, de todos modos, no dejo que me sobrepase.
Habían llegado frente a la puerta, de la valla exterior de la finca. Dawn, se dispuso a bajar del coche y entonces, se percató que no llevaba la correa y el móvil.
.- La buscaré por casa y te lo traeré por la mañana ¿si te parece bien?.
.- Si. Claro. No importa. Seguramente estará en la mesa de tu cocina o en la Pick-up de Ángel, la verdad, es que no recuerdo haberlo cogido.
.- Hazme un favor. Si no lo encuentras, consigue otro lo antes posible, no me gusta nada la idea de que estés viviendo sola, en este caserón y con los recursos limitados. No, tan cerca de donde encontramos, a esa pobre muchacha.
.- Es cierto. ¿Tenéis alguna pista?.¿ Sabes quién lo hizo?.¿Vamos,

ponme al día?. Es intrigante.
.- Esto no es lo mismo, que el argumento de uno de tus libros. -de repente su tono cambió.- En el laboratorio, están investigando unos restos orgánicos, pero no tenemos con que compararlos. También hemos encontrado, una transferencia de pintura, en la señal de tráfico, probablemente del agresor, estamos esperando los resultados. Parece ser, que es de un modelo muy poco común en esta zona, pero todavía no hay nada concreto. Hay un par de huellas parciales en el cuerpo de la víctima y algún detalle más, que tengo que investigar.
Estamos estableciendo, el “Perfil del asesino”, pero no sabremos nada más, hasta que nos lleguen los archivos del FBI, que hemos solicitado, para cotejar todos los casos, con el mismo “modus operandi” de los últimos, cinco años. Eso, por poner una fecha, ya que no tenemos ni idea, de si hay alguna relación con casos de desaparecidos, de ésta y alguna otra región. Así es que…,
Hizo un pausa y enfatizó.
.- Va en serio Dawn. Quiero que tengas mucho cuidado. Me importas, y no quiero que te suceda nada.
.- No te preocupes, te lo agradezco de veras – le sonrió acercando su cara a la de él, y añadió con una graciosa mueca – mañana viene una amiga a visitarme, se quedará unos días. No voy a estar sola.
Ray, no lo dudó, lo cierto, es que ni siquiera lo pensó. Desde su más íntimo deseo, dio salida a una reacción inesperada para ambos. Le tomó la cabeza con sus manos y delicadamente la atrajo hacia sí. Se perdió en la luz de sus ojos y la besó de un modo suave y sensual, hasta que la respuesta de ella, le confirmó, lo que ambos deseaban que sucediese. Se buscaron y se encontraron, en un abrazo sincero y apasionado. Se entrechocaban sus dientes, porque se besaban y

reían, se miraban y confirmaban su presencia, se deseaban como hacía tiempo no recordaban y así, como si de una comitiva se tratase, los tres entraron en la casa de ella, cerrando el paso River. Como espectador, una bestia de presa preparada para atacar y furiosa, por haber perdido la oportunidad.
No quería reconocerlo. No podía pasar de ésta noche. Lo había previsto todo, hasta el último detalle. Nadie le echaría en falta, tenía que ser hoy. Su respiración se agitó. En su tarado cerebro una chispa se encendía. Todavía estaba a tiempo, sólo eran las once de la noche. Recordaba a la atractiva camarera del bar de la gasolinera , era una chica moderna y provocativa, una ingenua, le resultaría muy sencillo… Su cara se contrajo en una expresión desagradable, que para el quería ser una sonrisa. Dejó aflorar a la bestia. Comenzaba la captura.

Capítulo 12

Necesitaba controlar su creciente irritación. No podía permitirse ningún error. Todo estaba saliendo mal. Nada, como tenía previsto. Había marcado los tiempos y los lugares donde captar a sus víctimas…, e incluso, las tenía seleccionadas por orden de captura y desde el instante en que reconoció a la pequeña, desde ese preciso instante, en el que los niños se cruzaron en su camino…,todo cambió y se volvió del revés. Los escenarios se habían modificado, y solo le faltaba en el caos, la relación “amistosa”, de esa escritora de ciudad y el poli metomentodo.
Tenía previsto el lugar, donde hacer su nueva captura, cerca de

donde la escritora perdió su móvil…, allí donde estaba la niña de los castores…,indefensa.., pero en un minuto, ella lo complicó. Hubiese tenido el tiempo preciso y la coartada perfecta. En fin, no quería avinagrarse la noche, ahora estaba en la barra de la cafetería y una preciosa jovencita, le miraba hechizada, por su impecable compostura.
.- Ya te lo estoy diciendo, tengo que quedarme hasta las dos y media, más o menos – respondió Greta – pero hoy tendré que quedarme un rato más, David está de mañanas y no puede hacer la caja, por lo que me toca hacerla a mi ,en el turno de noche.
.- ¿Y…, no tienes quién te acompañe a casa ?.¿ Estás segura que el camión cisterna te puede acercar?. No me importa hacerte compañía y quedarme un rato más, hoy mi esposa tiene guardia en el hospital, y siempre me paso a visitarla, durante la noche. Te pareceré anticuado, pero no puedo meterme en la cama, si ella no está a mi lado, son ya muchos años de matrimonio, y nunca nos hemos separado…, ni una sola vez.
A Greta, no le parecía anticuado, sino todo lo contrario, le parecía una persona sensible, entrañable y extremadamente educado. Creyó, que no podría haber nada más romántico en el matrimonio, que necesitar a tu pareja a tu lado, para poder dormir todas las noches. Por eso, cuando le propuso que él mismo la acercaría a su casa y se esperaría fuera hasta que hubiese entrado sana y salva, le pareció una excelente idea, y se sintió afortunada.
A las tres de la madrugada, la carretera era un pozo de oscuridad, en sus límites los árboles y arbustos, la estrechaban y ensanchaban constantemente. Era el camino más corto al pueblo. A estas horas poco frecuentado y tenuemente iluminado, por las luces del vehículo. Participaban de una animada charla, sobre las distintas personalidades de los clientes del restaurante y Greta reía

divertida, ante las ocurrencias de su acompañante.
.- ¿Puedo cambiar de emisora?. Verás en la Spply 4.0, ponen música “Rap” todas las noches, ¿te gusta el “Rap” ?. A mi me encanta Praxiz y su disco “Quién tenga oídos para oír…”, tienen una música genial, y las letras son muy sentidas, ya sabes, aunque venga del Hip Hop, es muchísimo más instructivo.
.- !No me digas¡. !Así que instructivo eh¡. Yo nunca hubiese definido así una melodía, aunque lo que mencionas, no es precisamente melodioso, ¿no pequeña?.
Greta, estaba ocupada con el cambio de emisora en la radio y asintiendo al mismo tiempo con la cabeza, a las palabras de “el Captor”, así que no tuvo tiempo de demostrar inquietud y menos sorpresa, cuando con un rápido golpe del puño, en su nuca, la estampó sobre la guantera del vehículo, haciéndole perder el sentido.
Lo siguiente que vieron sus preciosos ojos castaños, fue la recreación de su peor pesadilla. Estaba sujeta de pies y manos a una fría mesa, similar a las de disección de las salas de la morgue de los hospitales. Sobre sí, tenía un gran foco, que emitía un cañón de luz blanca, que le daba directamente en el pecho. Estaba completamente desnuda y en la frente, una banda de cuero, le ceñía fuertemente, para sujetar unos cables con electrodos que conectados a una máquina y dispuestos de forma estratégica por su cuerpo, la inmovilizaban y le provocaban descargas según fuese el caso.
De su derecha, emanaba un olor nauseabundo, a cloaca, o a despojos, y sobre toda la estancia sobrevolaba el peor de todos los olores, el olor a muerte.
El Captor, se encontraba ocupado en colocar porciones de algo, en

una serie de frasquitos de cristal, numerados y pulcramente distribuidos por tamaños. Al fondo, pudo distinguir una estantería, en la que predominaban los de mayor tamaño, estaban iluminados por una luz, que situada en la parte posterior, le servía también de utilidad, para poder trabajar, en una especie de mesa de despacho, de madera oscura y con patas muy torneadas en forma de garra, que tenía atestada de papeles y carpetas.
Contrariamente a lo que en un principio valoró Greta, la situación aunque truculenta, no le causaba angustia, y ahora que lo pensaba, tampoco sentía dolor alguno. Podía escuchar las notas orquestales de una melodía clásica – imaginó que sería una ópera – aunque no tenía ni idea. Quiso hablar, decirle algo a la persona que la tenía así atrapada, pero solamente consiguió, que un fino hilo de baba, se colgara de su boca.
.- No te esfuerces Greta. Es mejor que te dejes llevar. Tengo tu voluntad en mi mano y parte de tu cerebro en estos tubos de ensayo. No tardaré en acabar, dame unos minutos, para terminar de clasificar el tejido…, mientras tanto, disfruta del momento.
.- Lo que estás escuchando es Madame Butterfly, de Giacomo Puccini, es una triste historia de mentiras y desamor. – Hablaba más para sí mismo que con su víctima – Retrata un mundo en que la inocencia y los sueños son destruidos por el engaño y la cruda realidad. Se desarrolla en Nagasaki a principios del siglo XX. Verás, una joven japonesa, más o menos de tu edad, se casa con un americano que no la toma en serio. Él regresa a EEUU y allí se casa de nuevo, con una joven heredera americana. Ambos, vuelven a Japón de viaje de novios, y allí se entera de que tiene un hijo de Madame Butterfly, que…,no puede soportar la situación y presa de un enorme dolor, se suicida.
.- !Esto es música¡. Esto…, lleva mensaje y no la emisora que

escuchabas por la radio. No quiero ofenderte, pero creo, que no tienes la suficiente instrucción para comprenderlo. En fin, no te preocupes, posiblemente no sea culpa tuya.
Estaba en un error, ya que hacia exactamente dos minutos, que Greta había dejado de preocuparse por cualquier cosa.

Capítulo 13

.- Creo que deberíamos dormir un par de horas por lo menos. Me pagan por investigar con los ojos abiertos y despierto…, a ser posible.
.- Duerme tú. Yo te miro.
.- No. Tenemos que intentar hacerlo juntos. .- ¿Como antes?.
.- Como todo a partir de ahora.
Ninguno recordaba haber sido tan feliz en mucho tiempo, haberse abandonado tan fácilmente en el cuerpo del otro. Ambos se sentían en casa. Eran ellos mismos.
A las siete y cuarenta sonó el móvil.
.- Buenos días Martin. Es mi día libre. Espero que sea algo importante.
.- Buenos días señor. Sí, lo es inspector. Señor, nos han llamado del apeadero de Xiao, el “mozo de agujas” ha encontrado un cuerpo en

las vías, dice…, dice… que parece una mujer. Está muy alterado señor, no he podido sacarle nada más.
.- Salgo ahora mismo. Nos vemos allí.
.- Lo siento de veras – se dirigió a Dawn que comenzaba a vestirse – me tengo que marchar inmediatamente. – la miró con ternura – No quiero dejarte sola. Te vienes conmigo al pueblo y te quedarás con Helga y los niños.
.- ! Oh ¡. No puedo Ray, hoy llega Cristina, tengo que ir a recogerla al aeropuerto, te prometo que tendré cuidado y luego nos quedaremos en casa, no te preocupes. Tenemos a River, estaremos bien.
-. Ya. Menuda defensa, un perro que se escapa detrás del primer bicho que ve suelto.
River pareció entender la indirecta, y gruñó con desgana.
.- Quiero tu palabra, de que me llamarás en cuanto volváis del aeropuerto. Pasaré a veros.
.- Eso, le encantará a Crís.
Salió a toda prisa de la casa y se montó en el coche, cuando perdía de vista la propiedad, no pudo evitar un respingo. Tenía un mal presentimiento. Algo no iba bien.
El apeadero, estaba situado a pocos kilómetros del pueblo, entre éste y la estación de servicio. Normalmente, se utilizaba para la carga y descarga de mercancías, madera y maquinaria pesada. Casi nunca paraba un tren de viajeros, por lo que estos no tenían que reducir la velocidad. Tampoco lo hicieron esta madrugada, los dos que cruzaron sobre las vías, donde yacía abandonado el cuerpo de Greta.

.- Inspector, no es humano- lo dijo Martin – quién le haya hecho esto.
.- Ray estaba completamente de acuerdo. En todos los años de su carrera, nunca se había encontrado con alguien tan maquiavélico. Es como si después de haber realizado “el trabajo” , tratase al cuerpo como unas sobras, como un desecho. Sin importarle qué y cómo le pudiesen hallar.
Puede parecer un contrasentido, pero la mayoría de predadores, después de realizar sus fatales acciones, asumían cierta culpa, o redención, por lo que era frecuente, encontrar a sus víctimas, con algún sudario, enterradas, o como centro de algún cuadro siniestro, pero siempre, guardando cierto protagonismo.
Nunca antes, se había tropezado con una bestia de este calibre. No dejaba entrever, el sentido de su macabra acción. Era muy difícil establecer un Perfil. Cada asesinato era distinto. Sólo se relacionaban por el ADN del Captor y eso, suponiendo, que lo pudiesen contrastar, ya que era sumamente meticuloso al respecto.
Había llegado el forense, esta vez era el Dr. Pravia. Ray, se alegraba por Alicia, que no tendría que soportar esta visión. Le tenía asombrado la entereza de la Dra. Shannon.
En este momento, su colega, se disponía a envolver los restos, el inspector se acercó y saludó a su compañero de la científica.
.- Buenos días Daniel, ¿ que tenemos ?. Por lo que veo el lugar está muy contaminado.
.- Hola Ray. Eso es poco. Tengo restos a lo largo de un centenar de metros. El que la dejó aquí, sabía perfectamente lo que hacía. Se puede hacer muy difícil la recuperación, y ya no te digo la identificación de la víctima por sus huellas y aspecto. Tendremos

que confiar plenamente en el laboratorio de la Central para el análisis de epiteliales y enzimas. Sólo te puedo decir que es una mujer, bastante joven y de cabello castaño. Esto último, lo sé por el vello púbico, ya que, los restos hallados de la cabeza no tienen cabello.

Capítulo 14

En la comisaría, había un ambiente de serenidad y respeto. Todos sabían que hacer. Martin comenzó, por la lista de desaparecidos. Davis, estaba recogiendo testimonios por la zona. Ray y los demás policías de la dotación seguían las pistas y coartadas de los ex convictos y los que tenían concedido el tercer grado y la condicional.
El fax, el teléfono y los móviles no paraba de sonar. Les llegaban archivos del FBI. Los fichados por delitos sexuales, por agresiones a menores, por locos secuestradores y reincidentes de cualquier tipo de agresión. En el archivo que le enviaron por intranet de los más buscados, habían delitos de asesinato y rapto, pero ninguno como los que tenía en su jurisdicción.
Precisaban un Perfil. Lo necesitaban urgentemente. Bajó a la sala de autopsias, era prioritario saber más cosas, alguna información que le ayudase a despegar.
Nunca me acostumbraré al olor y la luz de ésta habitación – pensó – mientras abría una de las dos hojas de acero abatibles que daban

paso al departamento forense.
Dentro el silencio era una constante, que solamente se rompía con el sonido de los aparatos de disección y los aspiradores.
En días como hoy, no envidiaba nada el trabajo de Pravia, en realidad. Nunca. Aunque él , tuviese que tratar con asesinos y delincuentes, aunque tuviese que arriesgar su vida, era preferible a tener que estar encerrado, en esta habitación con mesas de acero y armarios repletos de cadáveres.
.- ! Ray¡. Iba a llamarte ahora mismo.
.- ¿Que has descubierto?. Dime que tienes algo por donde empezar Daniel . Estamos bien jodidos en este caso.
.- Verás, si te sirve de consuelo para cuando tengas que hablar con los familiares, la chica no sufrió lo más mínimo. Estaba hasta arriba de un cocktail de antidepresivos, escopolamina , burundanga, y serotonina monoaminooxidasa.
.- ¿ Podrías ser un poco más claro conmigo?
.- Bueno…, perdona, ejem…, la escopolamina, es una droga con una capacidad, casi inmediata de hacer perder el conocimiento, a una persona durante varias horas. Tiempo suficiente para sufrir cualquier agresión. Controla el patrón de conexiones cerebrales, como si de un interruptor químico se tratara. Permite, activar y desactivar las moléculas de una forma precisa y reversible.
.- ¿Quieres decir que fue a un laboratorio, pidió una cantidad de inmunodepresores , y va por ahí administrándoselos a sus víctimas?
.- No necesariamente, la escopolamina, es un alcaloide que se encuentra en diferentes plantas, como la mandrágora, el beleño. Se pueden obtener, tanto silvestres, como cultivándolas. Y como es un

alcaloide, se absorbe rápidamente por el tracto gastrointestinal. Lo que facilita su administración, por vía oral, en bebidas, dulces, chocolates, café o licor. Inhibe la voluntad de la víctima, llegando a reducirla a cero prácticamente, haciendo así posible, su manipulación para cualquier fin.
.- ¿Entonces la tuvieron que ver en algún sitio comiendo o bebiendo con su agresor?
.- No necesariamente, también es fácilmente administrable por vía respiratoria. Con un cigarrillo, un perfume…Es antagonista de las sustancias que estimulan el sistema nervioso parasimpático. Bloquea los receptores del sistema nervioso central, corazón, intestino, cerebro. Lo que si es posible es que se desplomara, haciendo pensar que estaba bebida, o posiblemente mareada.
.- Tengo a todo el departamento recabando pistas en los alrededores y en cuanto tengamos un nombre, vamos a peinar la zona , sin dejar ni un kiosko de prensa por desarmar. Este cerdo no se va a estar relamiendo mucho tiempo por sus logros. Te lo aseguro.
.- Bien. También creo interesante que sepas esta información; La escopolamina, ayuda en la investigación de los estados normales o enfermos del cerebro y en el mantenimiento de la supervivencia, de las neuronas que se pierden, en enfermedades neurodegenerativas.
.- ¿Alzheimer? .
.- Alzheimer. Además la escopolamina, produce un borrado de la
memoria y …
.- No creo que eso, ayude ya, a Greta. .- No claro que no, jefe, lo siento…

.- Perdona Daniel, es que este caso me tiene muy preocupado, no me gusta nada ir un paso por detrás de los psicópatas…

Capítulo 15

Mientras el inspector Wilson, intentaba coordinar el interrogatorio de David – el compañero de trabajo de Greta -, con las entrevistas, a los desconsolados familiares de ésta. Dawn aparcaba su 4×4 en la zona designada del aeropuerto para recoger a Crís.
Enseguida la vio aparecer por la puerta, llevaba una pequeña maleta de ruedas y una gran bolsa en la mano derecha. Colgando del hombro lo que parecía ser una cámara de fotos y un Louis Vuitton enorme, precioso, francés y posiblemente carísimo.
.- !Crís! ! Eh ¡ ! Cristina, estoy aquí en el parking ¡. A tu derecha, mira , estoy con River. .- ! Hola loca¡ ¿ Como esta la más guapa “terratenienta” del mundo?.
.- !Que va¡ ! Mírate¡. Tu si que estás guapa y elegante. ¿Se puede saber que haces con unos tacones de aguja para venir al campo?
.- Ay hija, nunca se sabe. Y además ahora no estamos en el campo, nos vamos a ir a comer a la ciudad. Me vas a contar todo lo que quiero saber de ese Ray…”lo que sea”… y no quiero negativas.
.- Crís, es que llevamos a la perra y no nos van a dejar entrar en ningún sitio , además es todo carísimo…
.- ¿ Que dices? a River la dejan estar en todas partes, si es más una persona que un perro. Fíjate, está feliz de salir a comer fuera. No

todo el mundo, tiene que ser un bicho raro como tú. !Ay¡, no seas pesada que te invito. Me voy a quedar a vivir en tu casa, es lo mínimo para devolverte el gesto.
.- ¡Eso no vale!. Sois tal para cual. Se supone que su dueña soy yo, y se tiene que parecer a mí.
.- Pero…,!si sois igualitas¡. Fíjate que no se a quién le va a venir mejor el regalo…
.- ¿ Me has traído un regalo?, ¿porqué? . Quiero decir, ¿ Qué es?. Dámelo por favor.
.- Te lo he traído para tu cumple y no te lo pienso dar, hasta que no estemos en tu casa después, de haber ido a comer y dar una vuelta y que me hayas contado todo…, todo, lo de tu enamorado.
…Eran las ocho de la tarde, acababa de llamar a Ray, para decirle que ya estaban en casa y que le invitaban a cenar. Dawn se había puesto el regalo de Crís que consistía en una bonita blusa de Thierry Mugler, de su colección de primavera, sacada directamente del “Showroom specialising in fashion” de Madrid. Un sueño para ella, que a menudo su amiga hacía realidad.
En la casa, flotaba un delicioso aroma a estofado con finas yerbas y del horno salían los provocadores indicios de un pastel de berenjenas, que no admitía excusas de demora.
Dawn, llevaba el pelo recogido en una coleta y unos tejanos, que dejaban muy poco para imaginar su trasero. Un buen resultado después de tantos años de tenis y natación. En conjunto, ofrecía una visión, joven, desenfadada y cuidada.¿ Qué más podía desear?. Gracias a su querida amiga y a las endorfinas, generadas por su reciente encuentro con su amante, parecía diez años más joven que lo que decía en su carnet de identidad.

Cristina, llevaba un precioso vestido de cocktail , gris marengo de Armani. Estaba impecable, como siempre. Su cabello, del color del azabache, brillaba suelto sobre los hombros y sus labios de un intenso rojo, la hacían una de las mujeres más atractivas del planeta.
Se dirigió a abrir la puerta, los ladridos de felicidad de River, anunciaban la esperada visita. Ray, apareció ante sus ojos, con un enorme bizcocho casero de chocolate y dos botellas de “ Chablis 1er cru”. En ese preciso instante Cristina supo que le iba a “caer” fenomenal el novio de su amiga.

Capítulo 16

Pasaron las horas rápidamente, los tres cenaron charlaron y rieron como adolescentes. Dieron buena cuenta del vino y del asado, y en este momento estaban sentados en los sofás alrededor de la amplia chimenea.
.- No sé el tiempo que voy a poder quedarme, – dijo Ray- me ha encantado la cena y estar con vosotras, pero es posible que me llamen de la comisaría, si se descubre algún dato nuevo, y no me gusta nada, la idea de dejaros solas, en este caserón en medio de la nada.
.- !Es verdad¡, me lo ha contado Dawn, tenemos un asesino malvado y depravado por la zona. ¡Y luego dicen que el campo es tranquilo!. ¿De veras es tan cruel como lo han descrito?. Dice el

periódico que una de sus víctimas se arrojo al tren para huir de él.
.- Bueno, eso no es del todo exacto. Fue “el Captor” quién la depositó en las vías para que la arrollasen los trenes y así ocultar las pruebas.
.- ¿ El Captor?. Sólo el nombre ya me pone el vello de punta – dijo Dawn- espero que lo cojáis pronto, francamente con esta historia has conseguido alterarme.
.- Pues eso me alegra, así te tomarás en serio, lo que te digo de trasladarte a mi casa. Quizá, tú logres que entre en razón. Me inquieta dejarla sola.
.- Te comprendo. Antonio me ha llamado ya dos veces. Está por cerrar la Galería y venirse con nosotras, si las cosas no mejoran. Mañana a primera hora, me confirmará el vuelo. Quiere ganarse el premio “marido del año”.
.- No seas tonta Crís. Antonio te adora y se moriría si te pasara algo.
.- Lo sé. Y a tí también. Por eso estoy segura, que mañana se planta aquí antes de mediodía.
.- Ya lo ves, – dijo Dawn – mañana vienen refuerzos, y ésta noche, cerraremos bien ventanas y puertas. Si te llaman, puedes irte tranquilo.
.- Por cierto…, sabías que lo que tienes en el borde de la valla son beleños?. Siempre podemos hacer un té con las bayas y dárselo a beber al tipo ése si viene. Ya en la antigua Grecia, se les administraba a los condenados a muerte. Y el padre de Hamlet, murió envenenado con beleño negro. Aunque…, bien podría haber sido de asfixia, huele nauseabundo.
A Ray ,se le quedo la sonrisa congelada.- ¿Cómo sabes eso Cristina?

.- Crís es un pozo de sabiduría, le encantan las curiosidades y el “National Geografic”. Seguro que es un brebaje que sale en alguna de tus historias de brujas.
.- Bueno, no es muy corriente que en las enciclopedias se hable del “filtro de cirse” – dijo Ray conmocionado, por lo que acababa de escuchar.
.- Si quieres saber la verdad, lo sé por el estudio de antropología que escribió Dawn. Me dejó leer el manuscrito. Trata de las leyendas de los Celtas y los Druidas. Me encantó y devoré todo lo que conseguí del tema.
.- Pues en este caso, podrías poner a prueba tus conocimientos. El Captor, utiliza derivados de la mandrágora y el beleño, para inmovilizar y privar de la voluntad a sus víctimas, y cada vez en dosis mayores. Como si quisiera experimentar algo. En la primera víctima, se limitó a una pequeña dosis, para capturarla, pero en ésta…, ha conseguido encontrar la cantidad exacta para privarla de la voluntad, eliminar el dolor y utilizarla como conejillo de indias, antes de que muriese por envenenamiento. Por lo menos, eso es lo que pensamos hasta ahora.
.- Bueno pues le tendré que echar la charla a Ángel, fue él quién me aseguró que era una planta ideal para el cercado.

Capítulo 17

El domingo por la mañana, Laura se levantó temprano. Sus padres estaban durmiendo, así es que pensó en acercarse a la tienda de

dulces de Rita. Con la bici, no le costaría mucho tiempo, y regresaría temprano, con un par de Muffins para el desayuno.
A mami, le encantan los de chocolate y arándanos.- se dijo. Cogió unas pocas monedas, de la caja vacía de galletas, donde las reservaban para ese tipo de cosas y salió hacia el cobertizo.
La bici rodaba de maravilla, el Dr. Major , se la había arreglado estupendamente. Si le sobraba dinero, compraría dos más y se las llevaría a su casa. Para él y su mujer.
No tuvo que hacer cola, Rita acababa de abrir y era la única clienta de la pastelería.
.- Buenos días Laura. ¿ Que madrugadora eres, no es muy temprano para ser domingo ?
.- Hola Rita, es que no tenía sueño y he pensado llevarles el desayuno a mis papás, es una sorpresa.
.- Ya veo. ¿ Y qué quieres llevarte?. Tengo un bizcocho de zanahoria todavía caliente, y los croisants están a punto. Aunque por la carita que pones, creo que las magdalenas son tu elección. ¿ Cuantos Muffins te pongo?.
.- ¿Cuanto vale uno? – dijo extendiendo su manita con las monedas en la palma. .- A ver…, aquí llevas suficiente para tres. ¿ De que los quieres?
.- ¿Me puedes fiar uno y me llevo cuatro?, y por favor, me los das en dos bolsas, dos de chocolate y dos de arándanos. Quisiera hacer un regalo.
.- Claro. Ahora mismo, y no te preocupes por el dinero, no te cobro ni éste, ni otro más para ti.
.- Oye, me dijo Ángel, que el otro día os visteis metidos en un buen

lío, tú y los chicos del inspector, – le comentó, mientras empaquetaba las magdalenas – fue mi novio, quien rescató del río a la escritora y a tus amiguitos.
.- Que susto, es verdad, fue el Dr. Major quien me arregló la bici, por eso he pensado llevarle los Muffins.
.- Eso me parece muy bien, Laura, hay que ser agradecidos.
Laura, metió en el cesto las dos bolsas de papel y comiéndose su ración, se dirigió a casa de los Major. Será un minuto – pensó – entraré por el garaje y los dejaré en la mesa de la cocina, así cuando se levanten para desayunar los verán en seguida.
…Hoy no era un buen día para Madeleine Major, había dormido fatal. Desde el pasado viernes, tenía un agudo dolor de cabeza, apenas tenía apetito y aunque su esposo intentaba colaborar en las tareas de la casa y la cuidaba con mimo, ella no sabía bien quien era. No le reconocía . Se empeñaba en hablarle y demostrarle su afecto…, pero para Madeleine, esta mañana, su marido, era un completo desconocido.
.- No te preocupes preciosa, pronto se te pasará el dolor de cabeza y volverás a estar perfectamente – le dijo Zacarías – mientras le dejaba la habitación en penumbra.
La noche anterior, se quedó hasta tarde, preparando una nueva dosis de suero. Esta vez iba a funcionar perfectamente, y tendría suficiente para por lo menos un mes. Prefería quedarse trabajando en el cobertizo, aunque era más arriesgado, pero no podía permitirse, otra llamada indiscreta que le delatase, cuando precisaba de total impunidad.

A punto estuvo de que le pillaran en el bosque. Tendría que renunciar al placer que le proporcionaba, como espectador, el reconocimiento del trabajo bien hecho. La absoluta ignorancia de la policía y sus inútiles pesquisas.
Pero antes, tendría que volver a su refugio, borrar todo tipo de huellas y recoger cada una de las pertenencias que le implicasen en la autoría de los crímenes. Tendría que hacerlo hoy, mientras Madeleine se recuperaba y después, buscar con tiempo, otro lugar donde poder experimentar. Disponía casi de cuatro semanas, para montar un nuevo laboratorio, mientras su mujer estuviese serena y capaz, antes de comenzar de nuevo la captura.

Capítulo 18

Laura, aparcó la bici en la acera, junto a la bomba de agua. Empujó la puerta del cobertizo, que hacía las veces de garaje y dónde el Dr. Major, tenía su gran banco de trabajo y dedicó una mirada a contemplar lo que había a su alrededor.
Un fabuloso Pontiac de 1926 de seis cilindros, ocupaba el centro de la habitación. Laura lo conocía bien, la Sra. Major lo había puesto de ejemplo, en una de sus clases. Pontiac, era el nombre de un jefe de los indios Sioux , que causó problemas a más de una división del ejército norteamericano, durante la conquista del Oeste.
El Sr. y la Sra. Major adoraban ese coche, lo habían conservado desde que se casaron y todos los años, en las fiestas del ayuntamiento, se paseaban orgullosos por el pueblo, montados en él, éste año, le habían prometido llevarla.

Su curiosidad, estaba viéndose complacida. Había un bonito escritorio de madera torneada y una gran caja de tablas que parecía muy pesada. La pared del fondo estaba completamente cubierta de estanterías de roble. Había varias.
No pudo reprimir un suspiro de admiración. A estas alturas ya se había olvidado de lo que le había traído hasta allí. A Laura le gustaba el orden y allí lo había por todas partes. Sus infantiles dedos, recorrieron las etiquetas que marcaban el contenido de los pequeños cajones. Reconoció la escritura elegante y puntiaguda de su profesora. En algunas de ellas, la caligrafía se había vuelto casi ilegible por el paso de los años. Estuvo leyendo por encima y dando golpecitos en los marcos de latón, de repente una le llamó la atención más que las demás y deteniéndose, abrió el cajón.
Dentro estaban dispuestas en unas pequeñas cajitas de cristal, varios brotes de algo que parecían semillas, eran de color gris oscuro y estaban cerrados con tapones de goma .
Cerró el cajón y abrió el de debajo, allí los botes contenían una pequeñas flores de color violeta, muy parecidas a las que tenía en su casa, en el arriate de debajo de su ventana. Pensó que podría coger una de aquellas, y regalárselas a su mamá, seguro que al Dr. Major no le iba a importar, tenía muchísimas.
En ese instante, oyó como se cerraba una puerta, posiblemente la del vestíbulo. Se dio la vuelta rápido con la cajita en la mano, para mostrársela a Zacarías, pero sin percatarse, que detrás de sí, estaba la gran mesa de caoba.
Tropezó con una de sus esquinas y se golpeó contra la estantería , haciendo que se cayesen algunos de los muchos cuadernos, que estaban ordenados en su extremo superior. Toda la habitación se convirtió en un instante, en un murmullo de carpetas y folios lloviendo sobre ella.

Zacarías se quedó paralizado. No podía ser. Había escuchado claramente un ruido. En el garaje no había nadie. ¿ Cerró bien la puerta anoche?. Recordaba haberlo hecho. Pero ¿quién podía estar allí dentro? . Bajo los escalones de dos en dos y se plantó delante del pasillo. Lo que vio le heló la sangre.
Laura tuvo el tiempo justo, para esconderse detrás de la enorme caja de tablas. Fue una reacción inconsciente, producida por el pánico. Pero su bici, estaba a la vista, apoyada en la bomba de incendios, si se asomaba, el Dr. Major, la reconocería al instante, y seguro que ahora, si se iba a enfadar.
Pasaron varios minutos sin que oyese nada más, que el palpitar de su corazón en su garganta y el de alguna gota del rocío de la mañana, al caer del tejado. Zacarías se paseaba por el garaje inspeccionando las esquinas y abriendo las portezuelas del automóvil y el maletero. Se aproximaba peligrosamente a la caja de madera. La iba a descubrir. Cogió una tablilla de la estantería que se había caído y la colocó encima. Apartó la mano de la caja un instante, para poder acercarse al interruptor que encendía la luz, justamente en ese rincón.
.- !Ya está ¡.- pensó Laura. Estoy perdida.
De pronto, dio un respingo, la sintonía de un móvil se escuchaba claramente, provenía de uno de los cajones de la mesa. El hombre, se dio la vuelta, abrió el cajón y se quedó pensativo, mientras el timbre se cortaba, al conectarse el contestador.
Que extraño – pensó la niña – quedarse mirando la llamada y no contestar. El hombre, pareció por el momento, olvidarse de lo que le había traído hasta el garaje. Se dirigió a las puertas, las abrió de par en par, y dándose la vuelta, se montó en el coche para desaparecer a toda prisa por la calle.

Capitulo 19

Algo se movía en el escondite de el Captor,.
.- Este sitio es una cloaca – pensó Ángel – y huele como tal.
Era una antigua y deshabilitada caseta para los guardabosques. Un refugio para cuando se hacían las guardias físicas, en las parcelas de bosque. Desde el GPS y los satélites de vigía, muchas se habían quedado obsoletas.
Todavía no sabía cierto que es lo que le impulsó a pasarse por el lugar…
Estaba en el perímetro de la zona de actuación de ese asesino. Se acordaba que sólo un par de agentes y él estaban al corriente de su existencia, y pensó que sería un buena idea pasarse a echar un vistazo.
La cabaña en cuestión, medía unos cincuenta metros aproximadamente, de los cuales, treinta los ocupaba una sala amplia para trabajar por la noche y dormir. El resto se distribuía entre una pequeña cocina y un aseo. En su día, incluso se podría disfrutar de unas bonitas vistas sobre el valle y un confortable fuego, en la chimenea que estaba situada en el centro de la estancia.
Ahora, las tablas del suelo estaban sueltas y podridas, en las paredes, anidaban todo tipo de arañas y en el techo faltaban más de una docena de pizarras. Sin embargo, con un puñado de clavos y un poco de pintura, quizá pudiese volver a tener utilidad. Pensó en Rita, y en sus escapadas de fin de semana. Se lo propondría al jefe, la arreglaría y se la alquilaría a la Junta Forestal.

Se puso a levantar las tablas para ver si se podría acceder fácilmente al suelo y si como en algunas de ellas ocurría, construir un sótano de piedra debajo.
Levantó las dos del centro que rodeaban la superficie de la chimenea. Apenas le ofrecieron resistencia, parecía que solamente estuviesen dejadas caer. ¡ Vaya! Quizá no tenga que hacer mucho, aquí parece que ya hay construido algo.
Se dispuso a levantar parte del suelo, hasta que pudo colarse y acceder a lo que en efecto, parecía un sótano construido en la base del barracón.
Lo que aparecía ante su mirada, era una gran cavidad, excavada en el suelo, las raíces penetraban por las paredes y la humedad, se colaba por todos los rincones. El suelo estaba formado por losas de barro colocadas simplemente, sin argamasa, ni cemento… Sin embargo, en uno de los extremos había instalado un generador eléctrico, con toda una serie de conexiones, cables y enchufes. El generador alimentaba un congelador, y sobre una mesa de acero, una lámpara con un foco de grandes proporciones. A su derecha , se abría un pasadizo. Era de pocos metros y en los laterales crecían raíces y tallos de varios tipos, algunos desconocidos para él. Por todas partes flotaba un penetrante y desagradable olor…, lo calificaría de nauseabundo, era producido, sin duda, por esa colección de extrañas plantas.
Se había dado la vuelta para salir, cuando sus pies tropezaron con algo, se agachó a recogerlo, era una correa de perro. La reconoció al instante, era la correa de River. Pero…, ¿que hacía allí la correa de la perra?, sólo había un modo de saberlo, volvió sobre sus pasos y se dispuso a llamar al móvil de Dawn, allí abajo no había cobertura, por lo que salió al exterior de la cabaña y marcó. Uno, dos, tres tonos, nadie respondió al teléfono, se conectó el

contestador.
.- Dawn, soy Ángel, estoy desconcertado, he encontrado la correa de tu perra en una cabaña deshabitada del bosque. No comprendo como ha podido venir a parar aquí. Llámame, cuando oigas este mensaje, voy a quedarme un rato más. Este sitio pone los pelos de punta, pero quiero aclarar este asunto.

Capítulo 20

El Captor, dejó el coche en un sitio invisible desde la pista forestal. Estaba un poco separado del barracón, pero daba igual, era más seguro y solo tardaría un cuarto de hora en entrar y salir. Tuvo breves dudas en cuanto se puso en camino, sobre la necesidad de acudir, pero ahora lo tenía claro, estaba convencido de que Ángel estaba sólo y el factor sorpresa contaba a su favor, eso y que él tenía el doble de envergadura.
Lo solucionaría en pocos minutos. Sin duda, hoy era el día.
Ángel, estaba recorriendo los alrededores, había dejado el Pick-up entre los árboles, a pocos metros de la puerta del refugio. Se acercó a su camioneta y cogió un pequeño y pesado tubo de metal que llevaba en la caja de atrás. Estuvo tentado de llamar a su compañero por radio, pero quería primero investigar si encontraba algo más extraño y esperar a Dawn.
Le interesaba quedar bien delante de ese puñado de polis de ciudad que se creían los más inteligentes. El solito había dado con “el agujero del asesino”. Cada vez estaba más convencido. Se

preparó la frase, por si tenía que hacer una declaración.
Se fijó en que, a la derecha del barracón, había una pequeña caseta, con una puerta cerrada con candado, seguramente la entrada al sótano. Él lo había encontrado levantando las tablas, pero obviamente, éste era el acceso habitual. Lo bordeó hasta que la caseta le quedó a sus espaldas.
Al dar un par de pasos, volvió rápidamente la cabeza, le pareció haber escuchado un murmullo desde la carretera. A decir verdad, aunque fuese cerca del mediodía, la situación y el lugar le daba escalofríos. Se detuvo para observar el candado de hierro que cerraba la caseta. Se agachó por si había alguna huella reciente, pero comprobó que la lluvia de la pasada noche , las habría borrado todas. Entonces tiró del candado con fuerza, para comprobar que estaba cerrado.
Primera regla del buen forestal, no usar las herramientas, sin haberse asegurado que fuesen necesarias. Si, estaba cerrado. Buscó en su chaleco una ganzúa, y la introdujo en el orificio. En pocos segundos, tenía la puerta abierta. Ante sí, se abría una escalera de pocos peldaños, y al fondo la oscuridad y el hedor que ya conocía.
Después de guardarse la herramienta de nuevo en el bolsillo, retiró el candado y lo dejó en el suelo. Empujó del todo la puerta, que se quejó con un chirrido de las bisagras oxidadas. Se quedó unos instantes pensando si debería volver a bajar o esperar a recibir refuerzos.
Nada más absurdo, pues, desde lo más interno de su cerebro, se le disipó la duda. Un estallido luminoso, le incidió en la nuca y le traspasó hasta que su mirada se convertía en una cortina granate. Alguien había decidido por él, enviándole al fondo de la caverna.

Capítulo 21

Laura, se levantó con las rodillas temblándole y se puso en pie con todo su cuerpecito alerta. No quería que ahora fuese su maestra, la que la pillase con todo el estropicio que había causado. Intentó recoger los papeles desperdigados por el suelo, y las carpetas caídas. Se subió a la mesa, para poder colocarlas en uno de los estantes superiores desde donde se desplomaron, al tropezar ella con la estantería. Y allí. En uno de los compartimentos más altos ,hizo un descubrimiento que la dejo desconcertada. A pocos centímetros de su nariz, estaba su bonito colgante de campanillas de colores. El que llevaba en la bici el día que se cayó en el barro.
Era su colgante. No comprendía porqué el Dr. Major no se lo había devuelto. Es posible que se rompiese al caer y Zacarías se lo hubiese arreglado. Seguro que pensaba dárselo como una sorpresa. Pues bien, ella le haría saber que lo había recogido y que le daba las gracias por todo. Iba a dejarle los Muffins en la cocina, como había pensado en un principio, y se volvería a casa sin hacer ruido.
Una vez de camino a casa, se percató que todavía llevaba en el bolsillo de sus pantalones, la cajita con las flores de violeta. Mejor, su mamá se alegraría por partida doble.
Mientras tanto en casa de Dawn, ella y Cristina, se preparaban para ir al aeropuerto a recoger a Antonio, estaban decidiendo entre la posibilidad de llevarse o no a River, las opciones se decantaban a favor de que les acompañase, pero en este momento la perra no parecía muy dispuesta.
.- Vamos a dejarla – dijo Dawn – es posible que Antonio se retrase o que traiga más equipaje y resulte un inconveniente el tener que llevarla. Ya sabes que no quiere ir en el maletero.
… Decidieron que cruzarían por el camino de las pistas forestales,

para ver las camelias rojas y las mimosas que ya comenzaban a estar en flor. Cuando remontaban la primera pradera, Cristina lanzó un grito de asombro. Dos preciosos cervatillos, de color parduzco, con las pequeñas manchas blancas en el lomo y el rabito como un esponjoso algodón, se les quedaron estáticos en el centro de la carretera. Les miraban con esos grandes y rasgados ojos marrones, para saltar a continuación por delante de ellas y perderse entre los árboles de las zonas más altas.
.- En momentos así- dijo Crís – entiendo porqué sigues viviendo aquí sola, esto te llena y te agranda el espíritu. Es un contacto tan intenso con la naturaleza y sus criaturas. Son preciosos. Dawn, si encontrases un buen marido, ya sería perfecto y me quedaría absolutamente tranquila. ¿ No crees que Ray, puede ser un buen candidato?
.- Venga Crís, no empieces. Lo que hay entre Ray y yo, esta bien, pero es el principio. Haz el favor de no agobiarme.
.- No…, si yo solamente especulo discretamente. No quiero agobiarte.
.- Ni a él tampoco. No le digas nada a Antonio cuando llegue…, !que os conozco¡
.- Vale. Prometido. Seremos discretos. Que bonito, mira las nubes como ascienden en círculos, ¿ no hay mucha niebla en el bosque?.
Dawn, volvió la mirada hacia donde le decía su amiga, para encontrarse con unas enormes nubes blanquecinas, que efectivamente, ascendían desde el pequeño bosque que se perdía sobre la pradera, pero…, no era la niebla. Esas nubes eran de humo. Estaba segura, allí arriba, había un incendio.

Capítulo 22

.- Tenemos que hacer algo inmediatamente, eso es un incendio Crís. Coge tu móvil y llama a Ángel, su número esta en la guantera. Yo perdí mi teléfono la semana pasada. Voy a acercarme un poco, a ver si podemos saber de dónde procede.
Dawn dio un brusco giro de volante, por la primera pista a la derecha que encontró. Comenzando a subir por ella. Mientras tanto Crís, no conseguía que Ángel le cogiese el teléfono. Le dejó un recado en el contestador.
.- Ángel llama a este número, soy Cristina, estoy con Dawn en el coche, pensamos que hay un incendio en la pista forestal del norte, vamos hacia allí…
.- ¡Bien hecho ¡, ahora llama a Ray y dile lo mismo, aquí no parece haber movimiento y con el viento girando de poniente, se pueden complicar las cosas rápidamente.
… El 4×4 de Dawn, se internaba por la pista con facilidad, cuanto más alto subían, más humo. El ruido del incendio era ensordecedor, parecía que se hubiese desbocado una manada de potros. Las ramas caían por todas partes envueltas en llamas y las piñas de los arrogantes pinos del norte, explotaban como si se tratara de munición. Junto con el viento, contribuían a avivar la combustión. El fuego se difundía a gran velocidad, era del tipo corona, de los que avanzan por las copas de los árboles, por lo que la pista estaba más o menos despejada, aunque peligrosa .
Era una locura adentrarse como lo estaban haciendo. El incendio era más imponente desde allí arriba, y en pocos minutos llegaría hasta el límite de la pista forestal. En el momento que Dawn paró el vehículo aterrada, las dos amigas, se percataron que un coche salía de entre los arbustos y se dirigía directo hacia ellas. El Pontiac del

Dr. Major se detuvo a su lado. Hablaron sin bajar del coche.
.- Zacarías ¿ qué ocurre? ¿está Ud. bien?. Dijo sacando prácticamente todo el cuerpo por la ventanilla.
.- Estoy bien, querida. He visto el incendio desde la carretera y he querido subir por si había alguien, creo que se ha producido en la antigua caseta de vigía. He conseguido acercarme por si encontraba a alguien ya sabes, pero no he visto a nadie.
.- ¡Dios mío!. ¿Está seguro?, he llamado a Ray, porque Ángel no me coge el teléfono. Los forestales ya deberían estar aquí.
El Dr. Major , contestó visiblemente alterado;
.- Queridas, es muy peligroso permanecer aquí, deberíamos marcharnos, ya les he dicho que arriba no hay nadie.
.- Dawn por favor- le rogó Cristina asustada – Vámonos, ya hemos avisado del incendio. Da la vuelta, esto se está poniendo imposible. ¡Te lo ruego sal de aquí!.
.- Está bien. Zacarías, le seguimos hasta la carretera, y nos desviaremos dirección aeropuerto. Si ve a Ray ,o se encuentra con Ángel, por favor dígales que volveremos lo antes posible y que les llamaré.
.- Claro. No dudes que si les veo les daré el recado y ahora dejemos este infierno.- Con esta frase aceleró y se dirigió a toda velocidad hacia el valle.
Dawn, a su vez, inició la maniobra para dar la vuelta, pero ante la perplejidad de Cristina, frenó y se quedó en punto muerto.
.- ¿Que pasa niña? – dijo su amiga con un desasosiego cada vez más evidente.

Dawn sopesó la situación, más que eso, la información que acababa de recibir y que estaba procesando. No le cuadraba, que narices podía estar haciendo el Dr. Major por esa zona y a esa hora… No creía que fuese un loco pirómano pero…
. – Un momento Crís, tengo un mal presentimiento, pásame el móvil, quiero intentar de nuevo, hablar con Ángel.
…El fuego, no podía llegar al fondo de la caverna, las paredes de tierra, donde estaba enclavada la protegían del calor y de las llamas, pero el humo se estaba adueñando de toda el área respirable y del poco oxígeno que quedaba. Ángel yacía sin sentido como un muñeco de trapo en el suelo de barro. Tenía sobre sí, un pavoroso incendio y en su bolsillo, su teléfono recibía la única llamada, que necesitaba responder para salvar la vida.

Capítulo 23

La luz que estaba situada sobre la camilla de disección, estalló por el calor que se propagaba rápidamente. En pocos minutos sería un horno. El generador, era una bomba, todavía conservaba algo de fuel-oil, que explotaría sin remisión en cuanto la temperatura rebasase el límite del termostato, cosa que estaba a punto de suceder.
Los cristales le dieron de pleno y le causaron un dolor lacerante en la cara. Tenía mucha dificultad para respirar. Los pulmones y la

garganta se negaban a tragar más humo. El shock después del golpe recibido, le provocaba terribles náuseas y se sintió morir.
Se arrastró con muchísima dificultad, hacia el estrecho pasadizo que le quedaba a la derecha. Allí se encogió lo más que pudo. Colocó la cabeza entre sus piernas y se quedó inmóvil, esperando una muerte segura. La caldera no resistió ni dos minutos, explotó inundando todo el recinto de un humo denso y negro, pero al quedar tan poco oxígeno en la cueva, la explosión, no provoco apenas llamas.
Sin embargo, del impacto, lo que quedaba del suelo de la cabaña, voló por los aires, dejando un boquete a cielo abierto, de varios metros. Ya que el aire caliente se eleva y el frío va por el inferior. Ángel salvó la vida.
El estruendo, les llegó perfectamente, seguido de una columna de humo negro que se elevaba, desde varios metros por delante de ellas. De momento pareció que el fuego se sosegaba, como si perdiese fuerza, Dawn pensó en los bomberos y las brigadas forestales de incendios, en lo que alguna vez leyó sobre el tratamiento del fuego.En ocasiones se organizan explosiones, para cortar el avance de las llamas.
Arrancó el 4×4 de golpe y aceleró. Estaba convencida que la brigada forestal y Ángel estaban trabajando en el incendio. Le invadió la curiosidad del escritor, quería verlo por si misma. Sin hacer caso a las protestas de la aterrada Cristina, se acercaba rápidamente a la zona cero.
Se bajó del coche y empezó a llamar a Ángel. Cada vez le parecía más extraña la situación, la caseta de vigía había explotado literalmente. Allí no había nadie. Los árboles quemados se situaban

alrededor de ésta . A pocos metros estaba aparcada la camioneta del guardabosques. Una columna de humo la sobrevolaba.
.- ¡ Vamos, baja Crís!, esta camioneta es de mi amigo. Tenemos que buscarle. Ver si hay alguien. No me gusta nada esto, aquí esta pasando algo muy malo.
.- ¡Ya te digo! tu puñetero instinto nos va a causar muchos problemas. ¡Ángel! , sal de donde quiera que estés, si estás en alguna parte , o me veo aquí hasta el lunes…
¡Ángel!. Soy Dawn, ¿Ángel estás aquí?
Dio la vuelta al pick-up y se acercó al pequeño cobertizo, que escondía la entrada del túnel. Sus pies tropezaron con un candado, alguien había abierto esa puerta y había entrado.
.- ¡ Ángel ¡ -volvió a gritar-. No podía asomarse, el humo le impedía la visión y le aterraba lo que pudiese encontrar detrás de esa oscuridad. Vamos – se dijo- sé valiente. Respiró hondo para aguantar el aire en los pulmones el mayor tiempo posible y se dispuso a bajar…
Un grito de terror le hizo dar la vuelta y mirar hacia donde estaba Cristina. Un ser monstruoso, estaba surgiendo de entre las maderas quemadas de la casa. Arrastrándose , con la ropa hecha jirones y temblando, completamente manchado de negro. Sangrando por la cabeza y desorientado, encontraron a Ángel.
El guarda no veía donde pisaba, ni podía oír apenas desde la explosión, sangraba por los oídos, por la cabeza, tenía múltiples contusiones y arañazos. Pero cuando escucho débilmente un zumbido encima de ellos, un zumbido muy fuerte, y miró hacia arriba. Cuando vio una avioneta dando vueltas sobre el claro, a poca altura. Supo que había sobrevivido.

… Esperaron hasta que llegó Ray. Ángel iba camino del hospital y Antonio tendría que tomar un taxi.
La información era fundamental y los tres tenían abundancia de detalles. Juntos se dirigieron en el coche del inspector hasta el pueblo. Dawn cedió el suyo a Martín para que llevase al guarda al hospital.
Iba sentada delante y estaban contrastando opiniones de lo que había ocurrido en las últimas cuarenta y ocho horas. La investigación y los acontecimientos habían tomado un ritmo frenético. Nadie sabía de la identidad del agresor. Ángel no le pudo ver y abajo en la cueva, solo recordaba haber encontrado la correa de River. Si, estaba seguro era la de la Golden. Nada tenía sentido. No, el móvil de Dawn no estaba.
.- ¿Pero, como podemos estar seguros que alguien atacó a Ángel? ¿ No pudo caerse sin más?, es posible que lo haya imaginado, con el humo, la explosión y todo eso – dijo Crís.
.- No creo, el candado de la entrada estaba abierto y en el suelo. Tenemos su propio testimonio de que le atacaron. Además, el cráneo no desarrolla por sí mismo una herida occipital. No. – continuó Ray- Le empujaron después de atacarle por la espalda, golpeándole con algún objeto muy pesado. Y probablemente…,
.- La persona que le agredió es el asesino – concluyó Dawn. .- Así es. El mismo que se os cruzó en el camino forestal… .- El Dr. Major. Asintieron a la vez los tres ocupantes.

Capítulo 24

El Pontiac aparcado delante de casa del Dr. Major tenía una capa de ceniza . Su carrocería se había vuelto mate por el barro y la suciedad. Había alguien apoyado en él. Zacarías, no quería entrar en casa, sin haberse tranquilizado. Había pasado mucho miedo, pero ya las cosas parecían haberse calmado, había solucionado los inconvenientes. Todo parecía haber vuelto a la normalidad.
No quiso meter el coche en el garaje, no quería que Madeleine lo viese y se preocupase. Madeleine…, ya debería de haber comenzado a recuperarse. Todo volvería a estar bien.
Entró en el garaje. Se había olvidado completamente del estropicio que se había formado esa misma mañana. Seguramente, entró la gata gris del vecino, y lo revolvió todo. Tendría que asegurarse que cerraba bien la puerta a partir de ahora. Guardaba cosas demasiado valiosas en este lugar. Cosas que le permitirían seguir su feliz vida de matrimonio con su esposa.
Pasó a la cocina con un humor impecable, su adorable esposa, estaba sentada en la mesa del desayuno, llevaba puesta, una bata de estar por casa, que le regaló en las pasadas navidades. Le sentaba espléndidamente y realzaba su blanca y delicada piel.
La miró con todo el cariño que era capaz de asumir y le dedicó una amable sonrisa.
.- Buenos días preciosa. ¿ como estas hoy?
.- ¿ Dónde te has metido?. Estuve preocupada, me desperté y no te vi. Luego bajé a desayunar y me extrañó que no te hubieses quedado conmigo. Pero no me importa cariño, has tenido una idea genial, me encantan estas sorpresas mi amor.
Zacarías se alegró enormemente. Su mujer había superado de

nuevo la crisis. Gracias a él. A su dedicación. A su inteligente forma de actuar y velar por ella. De momento podría tomarse un respiro. Un mes más. Quizá dos…
.- ¿ Te sorprende no verme cuando te levantas?-dijo con un ademán cariñoso.
.- No seas tonto. Me sorprende que te hayas molestado en ir a buscar estas magdalenas, sabes que me encantan los Muffins de arándanos.
.- Yo no…, ¿dónde los has encontrado?
.- Pues donde los dejaste, encima de la mesa de la cocina. ¿ Dónde sino.?. Deberías probarlos, hoy están especialmente jugosos, tengo que pedirle a…,
El Dr. salió repentinamente de la cocina, dejando a Madeleine con la palabra en la boca y se dirigió de cabeza al garaje. No había sido la gata del vecino. Alguien había estado curioseando en sus cosas y además le había dejado un regalo. Una provocación. Tenía que descubrir, quién se tomaba tantas molestias. Quién o quienes le habían visitado sin su permiso.
Se fijó en la caja de tablas, estaba cerrada, el congelador que trasladó de la cueva con todas las muestras estaba a salvo. Fue repasando con la vista la serie de cajas con las etiquetas enmarcadas en latón. Todas cerradas. La mesa de trabajo, estaba atestada de papeles y carpetas. El desorden era evidente, pero no parecía faltar nada. Los archivos de los estantes superiores, estaban amontonados encima de la mesa y – alzó la mirada- en los últimos espacios de la estantería, se habían colocado apresuradamente algunos de ellos, ¿ pero como..?. De pronto la solución se hizo evidente.

Unas pisadas infantiles sobre la mesa, resolvieron el enigma.
Consternado se alzó sobre una escalera de dos peldaños para alcanzar su objetivo. El lugar donde depositó el colgante de cuentas, estaba vacío. Le habían arrebatado su juguete, su tesoro.
Laura, entró en su casa feliz y corriendo subió hasta la habitación de sus padres.-¡Buenos días!. Papá. Mami. Os he traído desayuno. ¡Muffins de chocolate!.
.- Laura tesoro, papá ha tenido que salir, volverá pronto, pero yo, me los voy a comer ahora mismo…
.- !Mi niñita¡ ¿tu ya has desayunado?. Bajemos juntas, y te haré un buen zumo de naranja.
Su mamá era la mejor, estaba muy guapa con la camiseta de color rosa, que se había puesto esta mañana. En cuanto desayunaran, y prepararan el pic-nic , su papá pasaría a recogerlas. Iban a pasar el día en el lago. La dejaría pescar, y podrían comer en una barbacoa. Laura estaba encantada con la perspectiva. Miró a su madre con cara de adoración y le tendió la cajita de cristal con la violeta.
.- Es preciosa Laura. ¿ De dónde la has sacado?.
.- Bueno…, es una larga historia, ya sabes que el Dr. me arregló la bici, pues yo esta mañana para darle las gracias, le he llevado a su casa otra bolsa de magdalenas y …,
.- ¿ Si..?
.- Me he quedado con ésta sin querer…, Tiene muchísimas, en unos cajoncitos en las estanterías del garaje. No le va a importar. Seguro que ni se dará cuenta. No pasa nada mami.
.- Cielo, si pasa…, no esta bien que te lleves algo sin pedir permiso. Lo sabes. Entiendo que lo has hecho sin pensar, pero debes de ir

inmediatamente a casa del Dr. y devolverla. Si se la pides, estoy segura que te la va a regalar. ¡Ve Laura ¡, mientras tanto prepararé las cosas para la excursión. No te retrases.
Laura, obediente, se montó en la bici y bajó pedaleando como una fiera por la calle principal de la urbanización. Le pediría disculpas al Dr. Major y le contaría porqué había tomado sin permiso, la cajita con la flor. Seguro que a él no le iba a importar. Seguro que si se lo pedía le daría incluso más de una. Tenía muchas.

Capítulo 25

Elena y Marcos, estaban en la puerta de su casa, se estaban comiendo una empanada de salchichas de Helga. Marcos le hizo señas que parase, y Elena con la boca llena de pepinillos le preguntó
.- ¿ Qué haces Laura?. ¿ No te ibas a marchar de excursión al lago, con tus padres?.
Laura, les relató la historia en pocas palabras y ambos estuvieron de acuerdo. La acompañarían. Más por curiosidad que por solidaridad, pero a sus infantiles oídos, les sonó una opción genial.
.- ¡Los amigos están para esto!.¡Todos para uno!… ¡Y uno para todos!
Entre risas y bromas, los tres se montaron en sus respectivas bicicletas para dirigirse hacia la casa del Dr. y la Sra. Major.
.- ¡Un momento mosqueteros!.¿Dónde creéis que vais? – Era Helga

la que les hablaba-. Su generoso cuerpo, embutido en un coloreado mandil y blandiendo un tenedor de cocina sobre su cabeza, les truncó los planes.
.-¡Vosotros no vais a ninguna parte jovencitos ¡, y tú Laura lo he oído todo. Ve a devolverle al doctor, lo que no te pertenece y regresa a casa con tus padres inmediatamente. Por si no lo sabéis, hay un loco peligroso rondando por ahí y no voy a dejar que paseéis libremente por la ciudad. ¡No señor!. A mis niños no les va a ocurrir nada, mientras Helga pueda evitarlo. Así es que vamos…, lo que habéis oído. Tú pequeña, a casa del doctor a devolver el chisme, la flor, o lo que sea que te hayas llevado y vosotros, guardar las bicis en el cobertizo y adentro. Vuestro padre no tardara en volver y quiero que estéis en casa y presentables. ¡Por una vez!.
Ray, se dejaba de convencer, sólo se quedarían en su casa si les dejaba montar un gabinete de crisis en la cocina. Todo le parecía mejor que dejarlas solas en el campo, luego, ya se encargaría él de poner en antecedentes a Antonio y mantenerlas alejadas del peligro hasta que todo quedase resuelto.
.- Esta bien-dijo-pero nada de involucrar a los niños, ni de hacer investigaciones por vuestra cuenta, hemos tenido suerte allá arriba en el bosque, no quiero abusar de ella. Con relatar lo sucedido y especular sobre lo que va a ocurrir ya tenéis suficiente.
Yo tengo que ir a la comisaría –continuó- y a contrastar la información que poseemos con la del FBI. Tengo que preparar el protocolo de actuación. Confirmar si son ciertas nuestras teorías y poner una patrulla delante de casa del doctor, asegurándome que no vaya a ninguna parte, por si lo tengo que llevar bajo custodia.

…Por unos pocos segundos, Laura y el coche del inspector no se cruzaron en la calle. De todos modos no hubiese servido de mucho, ya que ni una , ni los otros habían cruzado la información que poseían. A la niña no le preocupaba nada su seguridad, sino todo lo contrario, era como una pequeña oveja que marcha ingenuamente al matadero.
Cuando llegó a la casa del Dr. le sorprendió, que estuviese en la entrada del garaje, y de pronto,le entró un miedo terrible. Quizá se había equivocado, quizá a Zacarías, le había disgustado mucho que se llevase la cajita sin pedir permiso. Estuvo a punto de dejarse llevar por el pánico y salir corriendo. Pero en lugar de eso, le saludó cortésmente y le hizo frente a la situación con valentía.
.-¿Así es que la has traído contigo?.- le espetó el Dr. -¿Y no se la has enseñado a nadie?. ¿ No me estarás mintiendo, verdad?. Estas flores son un regalo para la Sra Major y no podemos permitir que nadie las vea antes que ella. ¿ No crees?
.-¡ Que va, doctor!.- Laura no entendía porque era tan importante que nadie pudiese ver una de estas flores. Con que no las viese Madeleine , ya sería suficiente. Pero…, no quería enfadar más al doctor, le mintió, le dijo que se la había guardado sin pensar – lo que en parte era verdad – cuando le cayeron encima las carpetas, y ahora, que se había dado cuenta, corría a devolvérsela.
.- Vaya…, ya veo, ya. Y además has encontrado el adorno que te guardaba de la bici.
.- Por eso, le he dejado las magdalenas en la cocina, señor. Para darle las gracias. Mamá, siempre dice que hay que ser agradecido.
.- Eso está muy bien pequeña, ¿que te parece que yo te haga ahora un regalo, a tí ?. Tengo que ir a lavar el coche. Mira lo sucio que está ,¿ no puedo dejar que la Sra. Major, lo vea así un domingo por

la mañana. Si me acompañas a la gasolinera, te compro un bonito piloto rojo para que todo el mundo te vea cuando vas en tu bici. Podemos colocarla en el asiento posterior. Después, desde allí sólo tienes unos pocos minutos hasta tu casa.
.- ¿Qué me dices?. ¿ Te vienes?.
Laura dijo que sí. El doctor era un gran tipo, como decía su padre, no sólo no se había enfadado, sino le iba a regalar un piloto rojo para su bici nueva.
Se montó en el coche y pasaron como una flecha por delante de casa del inspector Wilson, donde sus amigos y las visitas empezaban a charlar animadamente en la cocina mientras esperaban acontecimientos.

Capítulo 26

No cesaba de repetirse a si mismo “ esto no es más que un daño colateral”, en ocasiones hay que sacrificar algo valioso para proteger un resultado más valioso y necesario.
.-¡Cuanta gente hay en este lavadero!. No vamos a esperar tanto tiempo, nos acercaremos al Centro Comercial, allí elegirás el piloto que más te guste y luego ya me iré yo solo a la gasolinera. No quiero que tus papás se preocupen porque tardas demasiado. ¿ Te parece bien?.
.- ¡Oh! sí , gracias Sr. Major.- Laura confiaba plenamente en el

doctor. Apenas se percató de que cambiaron de dirección y se internaron en la Autovía de la costa. Ella le estaba contando lo simpática que fue Rita cuando le regaló los Muffins para su esposa y para él. Lo que iban a hacer hoy en el lago…, pero su voz se apagó de golpe, cuando el bueno del doctor, le cubrió su pequeña carita con un pañuelo empapado en Formol.
…Todavía debería deshacerse de algunas pruebas condenatorias que conservaba en el coche desde que vació la cueva. Una de ellas, era el maletín donde guardaba los fumigadores y desinfectantes, utilizados para la conservación de los tejidos orgánicos que les había extraído a sus víctimas.
También llevaba una pequeña nevera portátil, con muestras del tejido cerebral, ya tratado con la mezcla de las drogas, que él sólo había sintetizado.
Se había vuelto demasiado confiado. Los buenos resultados, tanto de la captación de sus víctimas, como de las manipulaciones genéticas que realizó con sus ADN, le relajaron. Había obviado los imprevistos y estos ocurrían. A su lado, tenía la prueba. Nadie lo comprendería aunque tratase de explicarlo. Le llamarían Dr. Muerte, o cualquier chorrada parecida, cuando él sabía que lo que había descubierto, era un avance espectacular en la Ingeniería Genética. Varios años atrás, en la revista Life leyó un interesante artículo que hablaba de los inmunodepresores y su afición por la botánica hizo el resto.
El resultado era espectacular la progresión del Alzheimer de su esposa había ido decreciendo. Después de algunas crisis primarias, estaba en un punto muerto, él la controlaba. ¡El era su memoria !.
Tampoco había tenido que pagar un precio demasiado alto, un par de travestidos y un par de golfas de barra. El mundo se lo agradecería. Lo único que le molestaba era tener que eliminar a la

pequeña Laura. Pero no le quedaba otra opción. Tenía que pensar y rápido. Esperaban la vuelta de la niña de un momento a otro.
Emplearía el método del Arenque Rojo. Sonrió para sí, cuando recordó esa estratagema propia de las novelas de detectives del siglo pasado. Se utiliza una pista falsa, para confundir al oponente.
Recordó cuando lo buscó en los manuales de criminalística británicos, el nombre proviene del siglo XVI, cuando se ataba un arenque rojo con un cordel que arrastraban por el rastro primario de un zorro o, un delincuente, superponiendo ambos, para comprobar si se podía confundir a los perros.
Pues bien, le infravaloraban si la policía llegaba a pensar que le podían culpar de los asesinatos. Emplearía un Arenque Rojo con Laura y les enviaría directos en otra dirección.
…Dawn ataba cabos. Intentaba explicar la situación en voz alta.
.-Primero la desaparición de mí móvil y la correa de River. Correa que asegura encontró Ángel en la cueva del refugio forestal. Después el encuentro con el Dr. Major saliendo de la zona del incendio visiblemente alterado. Y el bueno del doctor, tiene mucho tiempo libre que le deja su jubilación. Aparte de cuidar la salud de su “delicada” esposa y las preciosas plantas de su jardín.
.- Tiene tiempo, pero no le conocemos ningún móvil- constató Cristina.
.- No es posible que piensen que el Dr. es capaz de hacer algo malo – dijo Helga – le he visto con los niños, con su mujer, y es un verdadero santo.
.- No sería el primero que tiene engañada a toda una población. No podemos eliminarle por eso. Le vimos bajar de la zona del incendio.

Por poco nos embiste – dijo Cristina, tomando un sorbo de café.
.-¡ Es amigo de Laura!, ¡le arregló la bici !. Dijo Marcos desde la sala de estar donde él y su hermana estaban compitiendo con un videojuego.
Sonó el teléfono. Ray llamaba desde comisaría. Habían conseguido información del FBI, durante los últimos dos años, habían encontrado dos víctimas además de las que ellos ya conocían. Todas presentaban una característica singular, la autopsia revelaba, que se les extrajeron perimortem, fracciones del cerebro, de los distintos lóbulos y esto era muy interesante, algunas de ellas además de tener cantidades de serotoninas en sangre, presentaban signos de envenenamiento por mandrágora y beleño.
.-¡ Ah! .- Rita ha llamado desde el Hospital, Ángel está fuera de peligro.
.- ¡Que buena noticia Ray! , Antonio también ha llamado, llegará dentro de un par de horas, su vuelo se ha retrasado. Cristina y yo, le esperaremos aquí si no te importa. Estamos descubriendo las virtudes de la repostería casera.
.- ¡Genial!, eso es lo que quiero. Nos veremos pronto. Un b…, un beso.
Dawn sonrió, y colgó el teléfono. Dirigiéndose a Helga, le dijo que se quedarían un poco más esperando a Ray. Los niños lo escucharon y comenzaron a soltar unas risitas nerviosas. Se acercó a ellos y les preguntó dónde estaba su amiga Laura. Le extrañaba que no estuviesen juntos, era lo habitual.
.- Se ha ido de excursión al lago con sus padres- contestó Marcos.
.-¡ No es verdad! Está en casa del Dr. Major, se ha ido a pedirle perdón por haberle cogido una cajita con flores. Ha ido a

disculparse.- dijo Elena, dándose importancia, sin imaginarse que esas palabras sonarían como el detonante de una bomba .
.- ¡Qué dices! ¿ Es cierto lo que estás diciendo? Elena por Dios, ¿sabes, si todavía está en su casa?. ¿Helga tiene Ud. el número de teléfono de los Major?. Voy a llamar a Ray – continuó- esto debe saberlo, no podemos dejar que el sospechoso esté a solas con una niña de siete años.
…Ray se había trasladado a la vivienda en pocos minutos. En casa de los Major, sólo estaba Madeleine. No , no sabía donde se había metido Zacarías. Hoy estaba un poco raro. Le había traído magdalenas para desayunar y había desaparecido. Luego regresó con el coche muy sucio y todavía no había vuelto.
Sí, le había llamado la señora Palmer, pero ella no había visto a Laura. Por supuesto, que podían pasar al garaje. Allí estaban sus herramientas de jardinería y sus archivos de medicina.
Dejó a un coche patrulla en la puerta y a los de la científica recogiendo pruebas y se dirigió rápidamente a su casa. Tenía que hablar con su hija.
.- Vamos a ver. Piénsalo detenidamente antes de contestar Elena. ¿ Como era la cajita con las flores que le iba a devolver Laura al doctor Major?. Dime, ¿era como ésta del dibujo?
.- Si. Bueno más pequeña. Pero dijo Laura que tenia muchísimas cajitas llenas iguales a ésta.
Ray asintió.- Voy a dar la orden de busca y captura, por asesinato y secuestro. Vamos a levantar hasta las piedras, pero les encontraremos. No voy a permitir que toque, ni un cabello de esa niña.
Sus palabras sonaron fuertes y decididas, al tiempo que una

llamada interrumpió la escena.
Era el móvil de Cristina, lo cogió y miró el número del remitente…
.- Dawn, es tú teléfono, es tú móvil, me estás llamando…, tú.

Capítulo 27

El Captor, ya tenía solucionado el problema, había aparcado el coche en un páramo desierto que se pronunciaba sobre los acantilados. La gente no frecuentaba esta zona, ni siquiera los domingos. Era un sitio donde siempre hacía viento y el acceso a las playas era poco menos que imposible.
La solución es fácil, pensó. Primero llevaré la bici hasta el borde, luego a la niña y por fin las despeñaré al mismo tiempo, para que no encuentren variables distintas, en las señales de la caída .
Luego conduciré de nuevo hasta el asfalto y borraré las huellas de los neumáticos que pueda haber dejado en el campo y en el camino de polvo. Por fin, retomaré la Autovía y me detendré en el lavacoches . Siempre puedo aducir que había mucha gente en la gasolinera y preferí ir más lejos.
Le dedicó un rápido vistazo a Laura que estaba desfallecida todavía, y se dispuso a cargar con la bicicleta hasta el borde del acantilado. Tenía como unos cien metros, pero debía llevar la bici rodando sobre el suelo y con una ligera presión, aproximadamente del peso

de la pequeña, para que pareciese que ella la conducía. Sólo le costaría unos diez minutos.
Laura no estaba inconsciente. No sabía que pasaba, pero era una niña muy espabilada y sabía que la actuación del doctor no era normal. Le había mentido. La había interrogado con mucho interés. Le puso en la cara ese trozo de tela con algo que le produjo mucho picor y náuseas. Pero Laura, era del grupo de natación. Laura contuvo la respiración y se mantuvo quieta. Inmóvil, hasta ver que es lo que pretendía hacer el señor Major.
Se percató cuando el doctor salió del coche y cuando cogía la bici, su bici color lavanda, y la arrastraba por el páramo.
¿ Qué pretendía?. Allí no había nadie, estaba sola, pero, si echaba a correr, podría llegar hasta la Autovía. Pedirle a alguien que le ayudase. Todos conocían a su papá y al inspector Wilson.
No se lo pensó dos veces. Esperó hasta que el doctor, estuvo casi al borde del acantilado y entonces saltó sobre el asiento del piloto. Al hacerlo, sus manos tropezaron con la bandeja del centro del cambio, algo se movió. Era un móvil, estuvo a punto de lanzarlo al suelo…, pero lo pensó mejor y lo cogió.
Abrió la puerta con cuidado y se deslizó fuera del automóvil, la cerró cuidadosamente y echó a correr con todas sus fuerzas, apretando el móvil contra su corazón y conteniendo la respiración por si eso la delataba. A los pocos metros, los nervios y el llanto la hicieron temblar y le nublaban la visión, pero Laura, seguía corriendo…
El Captor, no se percató de nada, hasta que no estuvo al lado del vehículo, no podía ser. La niña estaba desvanecida, el mismo le había aplicado el Formol. Estaba tumbada en el coche hacía cinco minutos. ¿ Que diablos está pasando? ¿Porqué se tiene que poner

todo tan difícil? ¿dónde se ha metido esa dichosa cría?.¡Él mismo la ahogaría con sus propias manos!. Esta historia le estaba desquiciando. Ya no soportaba más problemas.
Pensó lo evidente, se había escapado.
Era un error imperdonable, dejó de observarla porque la menospreció. Ahora había alguien que podía estropear todo su trabajo sólo con una palabra. Pero…, esa condenada cría, no tenía escapatoria sólo podía huir hacia la Autovía. Le daría caza. Se montó en el automóvil y dio la vuelta con un golpe de volante. Dejó marcados en el suelo unos desmesurados surcos con las huellas de los neumáticos. Eso no importaba ahora. Salió a toda velocidad, mientras sus ojos escrutaban cualquier posible rastro de la niña.
Laura no cesaba de correr, le costaba respirar, pero estaba entrenada a los sprint, había llegado al final del páramo. La maleza era de mayor altura que en el centro, se detuvo un instante. Entonces, oyó el arranque del coche. El terror le impedía pensar con claridad, y desde donde se encontraba no veía lugar para esconderse. El viento empezó a cambiar ya no venía de poniente, sino que soplaba del norte, con rachas frías y más fuertes que en toda la mañana. Ella solo llevaba un suéter ligero y unos tejanos. Sintió un desazón que le aplastaba la voluntad. Se hizo un ovillo y acurrucada esperó.
Desde pequeña había visto “El mago de Oz”, sentía fascinación por los tornados, se imaginó una gran tormenta de polvo que arrancaba carteles y tejas, que arrasaba con todo lo que midiese más de un metro de altura. Acribillaba los coches y los tractores, las granjas y los árboles…, los árboles. Delante de ella, había un roble, no era muy alto, pero si lo suficientemente grueso para permitirle trepar y lo más importante, tenia follaje, podría esconderse. Podría escapar del Dr. Major.

…Todo era cuestión de tiempo, El Captor daría las vueltas que hiciese falta hasta encontrarla, pero hasta ahora no había tenido suerte. No había donde esconderse. Era lista, más que un demonio, esa maldita mocosa.
Laura cogió el teléfono móvil, y marcó el número de su padre. Oyó una grabación que le informaba que el destinatario no tenía cobertura. Cobertura. Era una palabra sin sentido que se repetía en su cabeza. Llamó a su casa, sonó cuatro veces y saltó el contestador.
.- ¡Mamá !- la niña no pudo reprimir el llanto – no sabía donde estaba, no podía decírselo a nadie. Necesitaba hablar con alguna persona. Colgó.
Si el teléfono era del doctor, posiblemente habría llamado a su casa. Su esposa, Madeleine. Su profesora…, la llamaría a ella. Le explicaría que pasaba. Le pediría ayuda. Abrió el teléfono para buscar las últimas llamadas. Ninguna a su mujer. La última llamada era a Crís. ¿Crís? . Podría ser, la amiga de Dawn. Se llamaba Crís. Marcó rellamada. Un tono, dos, tres…
.- ¿Sí Diga?. – La voz sonó alterada – no la reconoció en ese momento, Laura, permaneció muda. Estuvo a punto de colgar, hasta que le pareció oír unas voces de fondo conocidas.
Habló con cautela .- ¿Elena?. ¿ Marcos?, ¿estáis ahí?. Soy Laura, el Dr. me está buscando, no puedo hablar más alto, tengo mucho miedo.
.- Cariño, soy Dawn. ¿Estás bien?. Tus papás han llamado a la policía, te están buscando, no tengas miedo tesoro. Todo se va a arreglar, ¿donde estás?.
Dawn, se imaginó a la pequeña y se le encogió el corazón. El sonido

era apenas audible, la señal del móvil era muy débil y la batería no tardaría en acabarse. La pequeña, estaba aterrorizada, le temblaba la voz, y parecía totalmente desorientada. No podía arriesgarse a perderla, tenía que hacer pocas preguntas, breves y concisas. Era decisorio para salvaguardar la vida de la niña.
.- Laura,- dijo Dawn- presta atención y contesta a lo que te voy a preguntar. ¿Vale?.
.- ¿ Estás sola?.
.- Sí.
.- ¿Cerca de una carretera ?. .- Si.
.- ¿Hay casas cerca?.
.- No
.- ¿Que ves desde donde estás?.
.- El páramo y más lejos el mar. Dijo la asustada voz de la niña.
.- ¿Laura, saliste a la Autovía?.
.-Creo que si .
.- ¿Puedes ver algún cartel o letrero de información?
.- ¡Si!, veo el cartel que informa del desvío al aeropuerto, a quince kilómetros.
.- Ahora atiende Laurita, corazón…, ¿el Dr. Major te ha hecho daño?, ¿está cerca de ti?.
.- Me está buscando en el coche. Me he escapado. Estoy subida a un árbol y tengo mucho frío…-el llanto le impedía seguir hablando.

.- Bien Laura, lo haces muy bien, solo una cosa. No te muevas. No hagas ruido. No llames a nadie más. Nosotros te encontraremos.
.- Vale…
.- Ahora debes colgar. Yo te llamaré.

Capítulo 28

Ray tenía todas las salidas de la Autovía controladas. Había colocado patrullas en cada acceso y él mismo llevaba la sirena disuasoria en su coche. La encontrarían. Dawn le había llamado con la información. Tenía que estar en la zona del acantilado, era importante cubrir los veinte kilómetros que abarcaba el páramo.
El tiempo no acompañaba. El cielo se había ido cubriendo progresivamente de nubes oscuras y que presagiaban tormenta. El viento comenzaba a arreciar, y todavía era peor en esa zona, alta y despoblada. Pensó en la pequeña, se maldijo por haber sido tan torpe. Tenía que haber previsto que el asesino, podría desarrollar una acción semejante al verse acorralado. Pero, ¿como podía sospechar que la niña iría a su casa especialmente?.
Intensificó su atención en las zonas despobladas. Si Laura había encontrado refugio en un árbol, tenía que ser por oportunismo. No había encontrado otro sitio mejor, más a mano. Ni un cobertizo, ni casa alguna.
En el llano, aproximadamente a cinco o seis kilómetros delante de él , había un pequeño bosquecillo de robles. Se dirigió hacia allí rápidamente.
Fue el mismo pensamiento que tuvo el Captor. No podía haber sido

de otro modo. La niña echó a correr y el único refugio que pudo encontrar tuvo que ser el robledal. Así es que frenó y dio la vuelta. Condujo con cuidado de no levantar mucha polvareda… y aparcó a unos cien metros del roble donde estaba Laura.
A Laura, le pareció escuchar el motor de un automóvil, levantó la cabeza, pero no se oía ya nada. El viento tampoco ayudaba, las rachas levantaban polvo y aplacaban cualquier sonido que no fuese muy cercano. Notaba en su cuerpo el batir de las ramas y el murmullo de las hojas la confundían. Pensó que posiblemente comenzaría a llover, y que sus padres se iban a preocupar mucho por ella. Le volvió la sensación de impotencia y desolación. Se olvidó que su posición era sumamente delicada, repentinamente, perdió el equilibrio y cayó al suelo.
Se levantó indecisa, no había nadie en su campo de visión, probablemente, el Dr. ya estaría a muchos kilómetros de allí. Comenzó a andar agachada, con mucha precaución, intentando avanzar hacía los demás árboles. Ahora si, escuchó claramente un ruido a su izquierda. Se quedó inmóvil. Quizá fuera un ciervo o cualquier otro animal. Siguió avanzando con muchísimo miedo y sin apenas levantar la vista del suelo. Otra vez el mismo ruido, seco, extraño, furtivo. No, no podía ser el doctor, él iba en coche…,
No le dio tiempo a más. Oyó y sintió como su cuerpo era aplastado literalmente por un gran peso. Una mano que le hizo de mordaza, le impedía gritar. En su pequeña garganta, latía febrilmente su corazón. Sus manos intentaban zafarse de lo que parecían dos bates de béisbol . Abrió los ojos desmesuradamente.
Un grito de sorpresa se quedó en su cerebro. Ray Wilson, el inspector de policía, el padre de sus amigos la miraba desde su altura y le hacía señales evidentes que se tranquilizase y guardara silencio. A Laura le pareció el “mago de Oz” en persona.

.- ¡Túmbate en el suelo! y no te muevas de entre estos árboles pase lo que pase – le dijo susurrando el inspector, .- Esto todavía no se ha terminado.
El Captor, había intuido movimiento a pocos metros por delante de él. Supo que su presunción de que la niña estaría entre los árboles era real. Avanzó despacio por entre la maleza, hasta que a poca distancia, vio su cuerpecito echado en tierra. Distinguía claramente , su suéter de color azul celeste entre los árboles. Sacó una jeringuilla con una dosis letal de ricina. Él mismo, extrajo las semillas del ricino que cultiva en su jardín, y que considera de gran utilidad. La ricina, es una de las mayores toxinas conocidas y muy difícil de detectar. Perfecta para la situación. Puede acompañar a la niña a su casa alegando, que se la encontró sin sentido. Los síntomas que provocaría en la pequeña, serían parecidos a una intoxicación, seguidos por un coma y parada cardiorrespiratoria. Una lástima. Pero ella se lo había buscado.
Ya estaba encima de Laura, avanzó los pocos pasos que le separaban del cuerpo con la decisión de un cazador que ve acorralada a su presa. Pero, el puño derecho de Wilson, salió disparado desde la nada, como un proyectil y se estampó con fuerza en la parte izquierda de la cara del doctor.
Éste tenía la decisión y los músculos en tensión por el momento que estaba viviendo. Lo que minimizó el resultado del ataque. Consiguió parar casi toda la fuerza del golpe, aunque para esquivarlo dio un paso atrás y tropezó, para mantener el equilibrio, se tuvo que apoyar en el suelo. La jeringuilla cayó de su mano.
Wilson, se plantó de un salto sobre él y le dio otro puñetazo con todas sus fuerzas. La mandíbula del doctor lanzó un desagradable crujido. Sin esperar resultados, Ray, se le echó encima como una fiera. El doctor se revolvió y le lanzó a Ray un puñetazo que recibió

en un lado de la cabeza. El Captor se defendía con una fuerza extraordinaria. Consiguió agarrar al policía de un brazo y retorcérselo. Ray con la mano libre, le asestó un golpe en la laringe que le dio la suficiente ventaja, para agarrarle de las muñecas mientras le colocaba las esposas sin contemplaciones.
.- ¿Está Ud. loco inspector?¿ Puedo saber qué diablos es todo esto? .
.- No mucho, sólo el final de su vida tal y como Ud. la conoce.- respondió Ray ,al tiempo que le empujaba hacia adelante y tomaba a Laura en brazos.
Ambos podían oír perfectamente las sirenas de los coches patrulla que se acercaban.
Epílogo
El sol de poniente flotaba sobre la casa como una bendición, la tormenta había dejado paso a un atardecer tranquilo y los últimos rayos dorados y naranjas del ocaso, dibujaban entre las nubes rojas siluetas de caballeros andantes y animales mitológicos.
Una agradable música celta, sonaba en la sala de estar de Dawn. La chimenea seguía encendida, aunque la noche ya no se preveía tan fría. Las dos parejas, estaban activas con los preparativos de la cena y poniendo en conocimiento de Antonio todos los acontecimientos de las últimas horas.
.- Crees que eres la jefa ¿eh?. No paras de dar órdenes en la cocina. Que sepas que soy un experto Chef, los precocinados no tienen

secretos para mí.
.- Vaya, vaya, así es que el inspector nos ha salido un cocinillas -le contestó Dawn, soltándole un sonoro beso en la mejilla y colgándose de su cuello, para abrazarle sin reservas.
. – Humm…, pues da la impresión que necesitas ayuda.
.- ¿Porqué lo dices? .- Por como soy.
.- Eres una mujer guapa e inteligente..,
.- Y un bicho raro, que te ha seducido y no te deja cocinar.
.- Con una rapidez, no exenta de ternura, Ray le cogió de la cintura y la atrajo hacia sí.
.- ¿Que te parece?, si yo agito el Martini y tú…, .- Yo agitaré – contestó Dawn.
River, gruñía y se tapaba sus peludas orejas con las patas.No estaba habituada a escuchar estas conversaciones en casa.
…Mientras tanto, en una celda de alta seguridad de la prisión federal, un hombre que había visto truncado su objetivo, solamente podía repetir estas frases de Wormwood. Las decía con cadencia, como un agrio lamento..
“Aunque no pueda volver la hora, del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, pues, encontraremos la fuerza, en el recuerdo “.
Fin
Dawn El Carballo, mayo 2009


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