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EL CARACOL.Un enorme caracol yace en la arena cada golpe ...

Publicado el 03 septiembre 2013 por Víctor José Guindo Singh
EL CARACOL.Un enorme caracol yace en la arena cada golpe ...
EL CARACOL.
Un enorme caracol yace en  la arena cada golpe en el costadoclavó más honda la espiral de su vacío.“Trazos”Juan K. Zamora.
Emerge del sueño confuso, no sabe si ha soñado el impacto  o si  se  trata  de un simple accidente... Un  segundo  impacto  lo estremece  todo,  incluso sus vísceras... La  ferocidad  de  cada nuevo  golpe va cambiando la atmósfera que se torna  irrespirable por causa del serrín de esmalte que se desprende de las paredes y el  techo...,  ya no se puede abrir los ojos  y  las  retumbantes vibraciones desequilibran el tino... Una primera hendedura  surge en  la  pared, y se agranda sucesivamente hasta que la luz  y  el aire se abren paso hacia el interior, cristalizando parte de  sus tejidos  en un crepitar oloroso a chamusquina... Enmudece por  el dolor  y  se repliega sobre sí mismo obstinado  en  permanecer... Nuevas   brechas  aparecen,  acentuándose  tras  los  estruendos, develadas   por  las cortinas de polvo que caen después  de  cada derrumbe...  Cree enloquecer, y en un arranque de  coraje  decide salir  fuera  precipitando, de una vez,  los  acontecimientos  al parecer  inevitables...  El más profundo eco palpita en  toda  la estructura  y  emerge  intermitente,  llamándolo...  Se  arrolla, lanzándose  a  las  vueltas interminables y  descendentes  de  la espiral  cónica...; extiende alternativamente  las  extremidades, marcando  en  las paredes los diferentes compases de  cada  nuevo giro...  Se adentra en el silencio y la oscuridad hasta  que  sus llagas  comienzan  a sentir el alivio que les  produce  la  sabia aplicación  de cristalinas viscosidades secretas...  Las  paredes circulares  van reduciendo cada vez más su diámetro hasta que  el avance  le resulta imposible; el conducto queda obstruido por  su propio  cuerpo... Saborea la quietud y reposa, entonces duerme  y se  sueña un gigantesco ente abisal, eterno, solitario;  envuelto en  la  tibieza  y  humedad de un útero  maternal  que  nunca  lo parirá... En algún lejano horizonte, alguien cabalga un reloj...; el  péndulo  oscila sus vaivenes sobre  dos  enormes  tambores... Despierta  sobresaltado y reorganiza, instantáneamente,  toda  su tenacidad  existencial... Y fluye, aullando, hacia el  insondable resquicio helicoidal que tiene por delante.
...  Hincando  la arena enmohece su  herrumbre  un  péndulo, inmóvil en el sueño perezoso de un viejo relojero.


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