Miguel Servet (1511-1553) que más tarde se haría llamar Miguel de Villanueva (el nombre de su padre), natural de Villanueva (Aragón). De padres “cristianos de viejo abolengo”. A su juventud comenzó una carrera errante y estudiosa. Cursó derecho en Toulouse y junto a otros escolares empezó a leer la Biblia, cosa que no había hecho antes. A partir de ahí constituyó su formación teológica.
En Bolonia conoció a Juan de Quintana, un monje que le tuvo a su servicio. Entabló relación con herejes italianos, particularmente antitrinitarios. De las fiestas boloñesas organizadas por el papa Clemente VII en 1530 retuvo la sensación de haber asistido al escandaloso triunfo del “Anticristo”, auténticos bacanales. Y a partir de esta época se dedicó a realizar una misión de reformador. Asistió en Alemania a las controversias de Augsburgo y allí conoció a Melanchton. Al morir Juan de Quintana, Miguel Servet continuó solo su tarea.
En Basilea intentó ganar a Ecolampadio para la defensa de la doctrina antitrinitaria. Posteriormente, en Estrasburgo, a Bucero y Capitón. Con estos reformadores fue en vano pues se asustaron al ver negados sus dogmas fundamentales.
En 1531 y 1532 Servet hizo imprimir sus dos primeras obras: “Errores de la Trinidad (De Trinitatis Erroribus) Estrasburbo, 1531” y “Diálogos sobre la Trinidad (Dialogorum de Trinitate, libri duo)“, 1532. En ellas se negaba que el Hijo fuera de la misma naturaleza que el Padre y coeterno con El. Con ello echaba toda la trinidad por el suelo. Servet creyó que podía hacer en tierra reformada el uso de la libre opinión como la misma libertad que los reformadores en sus contradicciones del dogma católico. Pero las Iglesias reformadas le expulsaron de Alemania. Lutero en un desafortunado comentario racista le trató de “moro …” en sus “Diálogos de sobremesa (Tischreden) de 1539” , lo cual dejó patente la falta de tolerancia que la Reforma tenía.
Exiliado, se instaló en Francia con el sobrenombre de Villanueva. Se dedicó a las matemáticas, a la geografía, a la astrología y sobre todo a la medicina. Estudió en París y permaneció una temporada en Lyon. Allí publicó su “Geografia y Ptolomeo”. Más tarde le acaparó la medicina. Su tratado de los “Jarabes” tuvo una gran repercusión y sirvió de norma en esta materia.
En 1541 se instaló finalmente en Vienne, donde pasó doce años. Servet se hizo apreciar por su arte y su ciencia. En su proceso de Ginebra llegó a afirmar que “en Francia no había hablado de sus ideas religiosas con nadie”. En 1553 apareció el libro “Restauración cristiana” (Christianisimi restitutio)de Servet, había sido impreso en secreto y bajo el anonimato. Se hizo una tirada de un millar de ejemplares y fue difundido clandestinamente, sobre todo en Alemania y en Italia.
La filosofía de Servet se muestra como panteísta: Calvino le reprocha su creencia de que Dios comunica su deidad a toda la creación. Su teología le separa esencialmente de los católicos, sobre todo en lo que respecta al dogma de la Trinidad. Según Servet, Cristo no es Dios por naturaleza, sino que ha llegado a serlo por gracia. Es el intermediario entre el Creador y la criatura, pero se distingue de los dos. Para él la Trinidad no es más que una cuestión de modalidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu no representan sino tres modos de manifestación divina.
A pesar de que se atiene a la Biblia, Servet se opone a los protestantes. Se revela contra la doctrina de la justificación por la fe (típica del protestantismo), rechaza la rígida predestinación de los calvinistas.
La réplica a esta publicación vino de Ginebra de la mano de Calvino. Calvino, alertado por su correspondencia con Servet, aprovechó la aparición del libro de Servet “Restauración cristiana” para declarar la guerra al “hereje”, como lo definió. Calvino… dice:
“por todas partes corre el rumor de que he intentado que Servet fuera cogido preso en terreno del Papado, en Vienne. No hay necesidad de insistir más para cortar una calumnia tan inconsistente. Se derrumbará cuando haya dicho, en una palabra, que no hay tal”
Servet fue detenido en Vienne en 1552 por instigación de Calvino y sobre la base de documentos por él comunicados. Tuvo lugar un primer proceso en el que él negó haber firmado el libro y las cartas recibidas por Calvino. Pero hubo de reconocer su escritura. Se defendió con evasivas, se perdió en explicaciones confusas sobre su correspondencia con Calvino. Al tercer día del proceso se escapó de la cárcel gracias probablemente al apoyo del arzobispo Palmier.
“Un hombre culpable de blasfemia”
“He leído su carta, en la que ha refutado ampliamente las horribles blasfemias de Servet. Dios gracias al Hijo de Dios, que ha sido el motivo de su combate. La Iglesia le debe y le deberá a usted y a nuestros descendientes un verdadero agradecimiento.
Apruebo totalmente su juicio. Afirmo que sus magistrados han actuado con toda justicia condenando a muerte a un hombre culpable de blasfemia al término de un proceso formal.”
MÉLANCHTON, carta a Juan Calvino. 14 de octubre de 1554.
El proceso de Ginebra fue un verdadero duelo entre los dos hombres, un duelo a muerte. Las acusaciones invocadas en contra de Servet eran en su mayor parte de orden doctrinal y estaban fundadas no sobre la “Restauración cristiana”, sino sobre los manuscritos conservados por Calvino, lo que no era, por otra parte, traicionar el pensamiento del acusado.
Los interrogatorios se desarrollaron en un clima donde no había lugar a la tolerancia. Servet ya estaba condenado desde el púlpito y la intolerancia protestante. Cada día Calvino hablaba en el púlpito del asunto. Asistía a las audiencias, discutía con el prisionero en su cárcel. Una verdadera lucha teológica se entabló entre los dos adversarios, primero de viva voz, luego por escrito. La acusación fue violenta. No se atacaban solamente las ideas de Servet, sino su persona.
Un volumen lleno de “desvaríos”
“Servet me ha escrito recientemente y ha unido a sus cartas un gran volumen lleno de sus desvaríos, acompañado de su jactancia fanfarrona anunciándome que iba a ver cosas sorprendentes y hasta ahora inauditas.
Dice que, si me agrada, vendrá aquí. Pero yo no quiero darle mi palabra, porque, si viene, no permitiré que se vaya con vida, si es que mi autoridad tiene alguna fuerza … ”
CALVINO, carta a Guillermo Farel, 13 de febrero de 1546
Se le acusó de libertinaje, de estafa. Se le acusó de haber pretendido corromper a la juventud, “¿no decía que era imposible el pecado mortal antes de los veinte años?”, decían.
Servet supo dar prueba de magnanimidad ante los ataques y de elocuencia en su defensa. También se irritó contra Calvino. Se negó a retractarse o enmendarse. Abrigaba confianza en la justicia y en la solidez de su obra.
El 26 de octubre de 1553 el Consejo le condenó a ser quemado vivo con sus libros; las Iglesias suizas consultadas se habían pronunciado por su muerte. El proceso había durado cerca de dos meses y medio. El 27 de octubre el condenado a muerte, fue conducido a la hoguera en Champel. No se retractó. Con sus escritos atados a la pierna, murió asesinado por el calvinismo.
Servet fue víctima de una rivalidad religiosa represiva, como si Calvino hubiera querido demostrar que las Iglesias católicas no podían aventajarle en el terreno de la persecución de la herejía. En la misma Ginebra sus seguidores y adversarios se disputaron el título de campeón de la ortodoxia.
Jean Pierre Dubarri, 3 de diciembre de 2009.