La bicicleta, tal y como la entendemos hoy, con su sistema de transmisión en cadena, está a punto de cumplir ciento veinticinco años. En este tiempo, poco ha cambiado. Al menos en lo básico. Y es que la introducción de este elemento, utilizado como medio de transporte ecológico y económico, como módulo deportivo o como instrumento de ocio, ha influido en los cambios sociales y culturales que se han dado desde principios del siglo XX. En la actualidad hay más de ochocientos millones de bicicletas en el mundo y en países como China o India, se erige como el principal medio de transporte.
En 1903, apenas veinte años después de que el velocípedo se transformara en la moderna bicicleta, un periódico francés –L´Auto-, para adquirir más repercusión, crea la primera carrera que tiene previsto recorrer el país, creando así la ronda ciclista más mítica y de mayor repercusión en la historia de este deporte: el Tour de Francia. En aquella primera edición tomaron la salida 60 corredores que recorrieron una media de 400 kilómetros cada uno de los seis días de competición. Maurice Garin, un deshollinador italiano fue el primer ganador del Tour, un hecho que repetiría en la segunda edición de la carrera, pero de cuyo título sería desposeído por cometer ciertas irregularidades. Y es que parece ser que en ambas ediciones había corredores que hacían parte del recorrido en coche o en tren, e incluso los había que arrojaban clavos a la carretera tratando de perjudicar a los demás competidores. Todo hacía indicar que aquella carrera había nacido herida de muerte y que estaba condenada al fracaso, pero entonces se invirtió un enorme esfuerzo, se endurecieron los controles, se eliminaron los tramos nocturnos y el Tour de Francia se consagró, en unas pocas ediciones, como el premio más importante en el mundo del ciclismo.
Noventa y cinco años después de aquella primera edición, en 1998, un nuevo escándalo va a hacer que tiemblen los cimientos de la carrera. Se trata del conocido como “Caso Festina”, y en esta ocasión fue la EPO, el gran fantasma del deporte actual, la que golpeó con fuerza al Tour de Francia. Médicos, masajistas, directores de equipos y corredores se vieron envueltos en un escándalo grandioso que acabó con varios de ellos detenidos y procesados. El Tour de Francia volvía a estar herido de muerte.
EPO es el nombre con el que se conoce a una hormona producida principalmente en el riñón y que se llama eritropoyetina. Esta hormona juega un papel muy importante en un proceso biológico denominado eritropoyesis, y que consiste en la producción de glóbulos rojos, cuya función en el organismo es transportar oxígeno hacia los diferentes tejidos del cuerpo. Es decir, que un aumento en la cantidad de esta hormona en la sangre se traduce en un aumento del hematocrito, que es el porcentaje del volumen de la sangre que ocupan los glóbulos rojos y que varía, en condiciones normales, entre el 40 y el 50% en hombres, y el 35 y el 45% en mujeres. Este aumento en el hematocrito permite un mayor rendimiento del deportista en actividades aeróbicas, aumentando así la resistencia al ejercicio físico.
Una forma natural de producir EPO es mediante el entrenamiento en zonas de gran altitud. Y esto es así ya que en estas zonas la cantidad de oxígeno disponible en el aire es menor que aquella que podemos encontrar en zonas que se encuentra al nivel del mar, y se sabe que la producción de eritropoyetina se ve estimulada por la reducción del oxígeno, mediante la expresión, a nivel celular, de una proteína que ejerce de receptor específico para la hormona.
El problema del uso ilegal de estas sustancias es que, algunos deportistas, dada su alta capacidad de entrenamiento y unas características innatas, presentan un número de pulsaciones muy bajas (Indurain, por ejemplo presentaba, en reposo, menos de 40 por minuto), así que un aumento en la cantidad de glóbulos rojos en sangre puede hacer que ésta se haga más “densa” y que esta densificación termine en un colapso circulatorio que podría costarle la vida.
En aquella edición de 1998 el ganador del Tour de Francia sería Marco Pantani, quien varios años después aparecería muerto, en la habitación de un hotel, debido a un paro de corazón provocado, según la versión oficial, por su adición a la cocaína. El Tour se recuperó como pudo de aquel golpe, como lo ha hecho de otros muchos, pero la sombra del dopaje persigue a los ciclistas más allá de los controles que tratan de evitar la trampa. En última instancia es la responsabilidad de cada uno la que debe imponer el sentido común, y el fair play el que debe imponer la lealtad en el deporte.