-¡Rogelio!
-¡Qué!
-¡Ven!
-¡Voy!
Qué misterios... Lo que no me pase a mí... Tenían que estar por aquí y no están por ningún sitio.
-Presente, amo.
-Dos borradores que no aparecen, Rogelio, dos. El que iba a publicar hoy y el de la semana que viene.
-¿Los de las entrevistas a Irina y a Blanca?
-Esos, esos.
-Ya... Verás... La políglota ucraniana será un monumento femenino, como tú dices, pero verdades cuenta pocas. Vamos, que no me creo lo de su nacimiento en Prípiat y la mascarilla que le pusieron y las pastillas de yodo... Una mujer radiactiva desde lo de Chernóbil, ella una niña en aquel tiempo, y que por eso no quiere tener hijos... ¡Venga ya, Irina!... En cuanto a tu hermosa asistenta, blanca que te quiero blanca, tres cuartos de lo mismo. No me convence lo de su idílica aldea al borde de un río y las idílicas casas de piedra y el idílico valle con tantas fuentes... Demasiado idilio... Te siguen la corriente, jefe, te cuentan lo que deseas oír, solo eso.
-Pues ya es mucho aunque así sea, muchísimo.
-Con poco te conformas.
-No necesito más.
-Bienaventurados los pobres de espíritu... Además...
-Qué.
-Nada decían de mí en las entrevistas, nada, ni una palabra de agradecimiento para quien tanto las entretiene cuando tú estás en no se sabe qué mundo. Por eso...
-Qué, qué.
-Por eso eliminé los borradores. Para contar mentiras y despreciarme...
-¿Te los cargaste?
-Los dos. Los mandé a la papelera y después la vacié.
-Cómo pudiste... Si estás ciego, tan ciego del ojo izquierdo como del derecho. ¿O no?
-Lo estoy. Pero a tiempo parcial, jefe; solo a tiempo parcial, acuérdate. Sé que no lo entiendes, tampoco lo entiendo yo, pero así es.
-¡Despedido, fuera, largo de aquí!
-Te denunciaré.
-¡Fuera de mi vista, demonio!
-Te denunciaré por despido improcedente.
-¿Firmamos algo?
-Fue un acuerdo verbal, y los acuerdos...
-Las palabras se las lleva el viento, ¿no lo sabías? Tomas notas y más notas y luego no me avisas de nada, me desgracias la cabeza o el blog... Estoy peor que antes, mucho peor contigo que sin ti.
-Fuiste tú quien me pidió...
-Sí, fui yo. El mismo que ahora te dice que estás despedido a tiempo completo.
-A ti te sobra mala hostia. Si no te sobrara...
-¡Y tú confundes la velocidad con el tocino!
-No confundo nada. Pisa trozos de tocino y verás cómo aumentan las velocidades de tus habituales caídas, ignorante.
-Largo, fuera, esfúmate.
-Me las arreglaré sin empleo y sueldo, como me las arreglé antes de ser tu secretario, pero te recuerdo que de tu casa no puedo irme.
-La madre que te parió...
-A mí no me parió madre alguna, ¿ya lo olvidaste también?
-No, Rogelio, no lo he olvidado.
Cuando desperté, el ciego ya estaba allí.