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El cine que construye sueños | Especial Mulholland Drive

Publicado el 17 julio 2013 por Jesusteatrero @jesusteatrero
El cine que construye sueños | Especial Mulholland Drive
Queridos lectores,unas observaciones antes de que comencéis a leer éste especial:
  • Pese a que en la mayoría de los textos se han intentado evitar los spoilers, aconsejamos leer este artículo una vez vista la película de la que hablamos: Mulholland Drive debido, principalmente, a la existencia de alguno de estos molestos spoilers que se puedan haber colado entre nuestros análisis. Si no habéis visto aún la película de la que hablamos, os invitamos encarecidamente a visionarla, a disfrutarla y luego a debatirla con nosotros.
  • El artículo que vais a leer a continuación, está escrito a ¡20 manos! Podéis consultar los autores de cada texto al final del especial. 


INTRODUCCIÓN


David Lynch intentó repetir su exitosa experiencia televisiva (Twin Peaks) con otro piloto que presentó a la ABC. Tras unas discrepancias iniciales como la duración, ya que la cadena exigía reducirlo a 88 minutos en vez de los 127 de la versión de Lynch, al final el proyecto no siguió adelante. Sin embargo, Studio Canal compró los derechos de lo rodado y dio financiación para dar un cierre a la historia, dando como resultado Mulholland Drive (2001).
El cásting fue peculiar, porque Laura Elena Harring y Naomi Watts fueron contratadas a partir de su fotografía y Justin Theroux se reunió con Lynch tras un cansado vuelo y las pintas que llevaba (despeinado e informal) fueron las que usó para el papel. Esta película/piloto sirvió para lanzar la carrera de Naomi Watts, quien después consiguió papeles protagonistas en La señal (The Ring, 2002), King Kong (2005) o Lo imposible (2012).
Mulholland Drive es una de las películas más exitosas del director, ya que éste obtuvo el premio al Mejor Director en el Festival de Cannes y consiguió una nominación al Oscar como Mejor Director, además de nominaciones a los Globos de Oro como Mejor Película, Mejor Guión, Mejor Director y Mejor Banda Sonora para Angelo Badalamenti.
Mulholland Drive es un espectáculo visual que acompaña a un laberinto narrativo en un campo de sueños hollywoodiense lleno de fantasía, ilusión y misterio. Una cinta que no deja indiferente a nadie y que juega con la coherencia y la linealidad hasta que Lynch pulsa un botón y envía cualquier explicación racional al vertedero de la comprensión.
Según Roger Ebert, considerado uno de los mejores críticos de cine del mundo: «Esta es una película a la que te tienes que rendir. Si buscas lógica, ve otra cosa. Mulholland Drive va directamente a las emociones, como la música.» Y no le falta razón. Tras un inicio coherente y de lo más normal, pareciendo una película de misterio y drama en Hollywood, llega un momento en que las emociones es lo único a lo que apelan las imágenes, en un tramo lleno de flashbacks y cambios de identidad que hacen despertar un sentimiento de incoherencia a medida que avanza a la vez evoca a uno de los sentimientos más comunes, el amor, pero en su variante más trágica y triste. Así se construyen unos 30 minutos finales que elevan esta obra a un mayor nivel, pese a tener una primera parte más convencional y monótona aunque igualmente bella.
Simbólicamente, mucha gente ha definido Mulholland Drive como una crítica de Hollywood, un campo de sueños destruidos. Esto se fundamenta con la imposición de mafiosos, representando los grandes estudios, a que Camilla sea la elegida como protagonista en la primera parte, algo que puede tener como origen las imposiciones que le han puesto a Lynch la elaboración del montaje final durante su carrera, siendo Dune el caso más sangrante. También se critica a Hollywood por la desilusión general contrastada con el sueño de Betty de conseguir éxito como actriz o la adquisición de Camilla del papel protagonista a gracias a tener una relación con el director.
En el borde de la línea que divide ambas mitades podemos encontrar una de las escenas más memorables del cine de Lynch, el Club Silencio. Un club donde no hay banda, ni tampoco hay orquesta, pero sí hay música grabada, música en el aire, igual que en la Habitación roja de Twin Peaks, y que representa que todo lo vivido en esa realidad es un sueño al estar “grabado”. Las emociones más fuertes se viven durante la interpretación en español que la cantante Rebekah del Rio hace, usando playback, del tema Crying de Ray Orbison, autor también de In Dreams, el tema más característico de Terciopelo azul. En la interpretación de este tema se simboliza el desamor de la realidad. Finalmente, Rita, descubre la caja azul y la abre con la llave triangular, lo que la hace desaparecer, representando así la muerte de Camilla, de la misma manera que la última escena en que una mujer dice «silencio» representa el suicidio de Diane.
El tono predominante sigue el patrón de la mayoría de las películas de Lynch, con ambientes oníricos, como son la carretera Mulholland Drive, el piso de Diane Selwyn o el Club Silencio; en contraste con otros ambientes que corresponden a películas con direcciones más funcionales, algo que recuerda a Twin Peaks, al tener ambas naturaleza televisiva. Al igual que hizo con la serie de televisión de los 90, Lynch mezcla planos cortos, primeros planos de cara y ojos con planos más comunes, acrecentando este estilo en la parte final que fue rodada posteriormente para su estreno en televisión. Es por eso que la película constituye un híbrido entre filmación para televisión y rodaje para la gran pantalla.
Los sueños de Lynch seguramente adquieren su máximo exponente en este film cuando el director añadió la media hora final. Habiendo pensado la primera parte para el guión, Lynch cambió su plan y acabó transformando aquello que empezó en un sueño que acabaría cuando empieza el nuevo metraje rodado por lo que la película contiene dos horas de sueño por media hora de realidad. Un sueño idílico aunque con pistas en forma de escenas que unidas a la secuencia de realidad ideada posteriormente nos da un todo y un cierre muy bien encajado. Una sola historia, su representación ideal (televisión) y su representación oscura (cine).
En la banda sonora vuelve a estar Angelo Badalamenti, quien consigue una nominación al Oscar por su trabajo en este film. La banda sonora consigue envolvernos en un misterioso ambiente e intrigante en ciertas escenas y nos encandila con piezas suaves en momentos más pasionales, dando más belleza a los planos a los que acompaña.
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PRÓLOGO:

UN VIAJE A TRAVÉS DE LA OSCURIDAD

“Esta es la chica…”
Jamás hubiera podido imaginar que algo tan sencillo y aparentemente inocente como esta frase conseguiría perturbarme de tal manera que llegaría a formar parte de mis pesadillas durante meses. Tampoco que una mujer aposentada en el palco de un teatro vacío lograría inspirar en mí un temor casi reverencial. ¿Cómo iba yo siquiera a pensar que David Lynch conseguiría revivir a uno de los seres de ultratumba que poblaba mis malos sueños de niño, removiendo mi conciencia de una forma tan brutal?
Mulholland Drive, la obra maestra por excelencia de Lynch y uno de los mayores logros cinematográficos del siglo XXI, es un viaje a través de la oscuridad hacia lo más profundo de la subconsciencia humana. Una historia sobre sueños truncados y sus repercusiones en el comportamiento de las personas; sobre cómo la desesperación puede llevar al ser humano a realizar actos tan oscuros como incomprensibles.
Es difícil encontrar una película que provoque sentimientos tan fuertes y diferentes. Mulholland Drive es terrorífica y extremadamente conmovedora al mismo tiempo. Desde su primer minuto, el film trata al espectador como a un pasajero de una montaña rusa: le golpea, le hace estremecer, sufrir y disfrutar.
Cada pequeño detalle constituye una parte del enorme rompecabezas que es la película, y es ahí donde entramos nosotros como figuras activas. El espectador no es pasivo, no se limita a mirar la pantalla, sino que debe hacer encajar todas las piezas del puzzle. Solo así entenderá la enorme profundidad de un film admirable en todos los sentidos.
Desde el primer visionado, quedé totalmente prendado de esta película, de su dirección y ambientación, sus maravillosas actrices principales y en especial de su hipnótica y atmosférica banda sonora, que envuelve en tinieblas una historia con un tema ya de por sí tan sombrío como es la corrupción del ser humano.
Hay veces en las que una película se resiste a abandonar el cerebro del espectador después de su visionado y creo que desde que vi por primera vez el film de Lynch, no ha habido un solo día en el que no haya pensado en ella, cosa que me fascina sobremanera. Cada día aparecen nuevas conexiones, nuevas ideas que de pronto cobran sentido y me sorprendo a mí mismo viéndola por enésima vez.
Podríamos establecer aquí una comparación con la persona que contempla un cuadro o una escultura y de repente descubre un detalle escondido, algo que aparentemente no estaba allí la primera vez y que dota de un sentido completo a la obra de arte. Y es que eso es Mulholland Drive: puro arte. Al igual que en un lienzo, existen elementos que no pueden verse a primera vista y que requieren de un profundo y minucioso análisis de la obra para ser descubiertos, la película es digna de un exhaustivo estudio personal que nos permita descubrir cada detalle oculto.
Por todo esto, invito a todo aquel que no haya visto esta obra maestra a darle una oportunidad y a introducirse en la retorcida mente de David Lynch en un viaje a los rincones más tenebrosos de la psique humana que jamás olvidaréis.
“Silencio”. La función va a empezar.
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TEXTOS:

HISTORIA DE UN SEÑOR DE MONTANA

Un señor de Montana presenta a la cadena de televisión ABC una idea para una nueva serie con la intención de repetir el mismo éxito que tuvo años antes con una tal Twin Peaks. La ABC acepta la propuesta, y le da al señor de Montana el presupuesto necesario para dirigir el episodio piloto de dicha serie. Ese piloto se graba tiene una duración de 2 horas, pero debido a ciertas diferencias entre el señor de Montana y la ABC, el proyecto no llega a cuajar. El señor de Montana, ni corto ni perezoso decide reciclar y retocar ese episodio piloto y lo convierte en una película de casi 2 horas y media.
Este señor de Montana se llama David Lynch. Esa película es Mulholland Drive.
El señor de Montana es un genio.
Con Mulholland Drive asistimos a uno de los mejores ejemplos de lo que es el cine de Lynch. Surrealista y onírica, el film es un viaje de ensueño por el laberinto que constituye el cine del director norteamericano. Un laberinto en el que es complicado buscar una salida, una puerta al exterior. Mulholland Drive son un sinfín de callejones sin salida de los que solo podremos escapar si ponemos los cinco sentidos en la película.
Fascinante para algunos, tediosa para otros. Hay algo que es unánime en cuanto a Mulholland Drive: no deja indiferente. Lynch siempre provoca alguna reacción a los espectadores con su cine, y esta obra maestra puede provocar muchas cosas. Hay que ser un enamorado del cine surrealista y de vanguardia para disfrutar plenamente esta enorme cinta. Puede no gustar, pero es innegable su valor artístico y su peso en el cine contemporáneo.
Mulholland Drive es uno de esos films que hay que ver varias veces para poder sacarle todo el jugo que contiene, que es mucho, y aún así siempre queda algo que sacar de las entrañas de una de las mayores obras maestras del cine de David Lynch (he tenido la oportunidad de verla recientemente y me ha vuelto a fascinar como la primera vez, incluso más)
Mulholland Drive, las películas de Lynch en general, es mucho más que cine. Es toda una experiencia.
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GEOGRAFÍA DE UN SUEÑO

Sin duda lo primero que llama la atención al viajero cinéfilo que se acerca Mulholland Dr. es su singular y particularísima estructura, un esqueleto narrativo que podría parecer al espectador ocasional o poco avezado fruto de una desnortada arbitrariedad cuando en realidad es todo lo contrario: la película de Lynch es un claro ejemplo de causalidad que no de casualidad ya desde su propio nombre, referencia directa a esa carretera que serpentea entre las colinas de Hollywood y Santa Mónica, al pie del cartel que todos conocemos, geográficamente hablando por tanto la vía de entrada directa al país de los sueños cinéfilos (en Argentina se explicitó dicha referencia en su título – El camino de los sueños – arrasando la sutileza del original) y sí, desde luego toca hablar de sueños en toda sus vertientes significativas, ésa que implica a los juegos de nuestra psique con los recuerdos apilados como cartas en un mazo pero también aquélla que apela a nuestras recónditas esperanzas, ésas que no nos atrevemos a confesar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos.
Alguien podría mencionar a Swift y su Alicia para negar la unicidad de la obra lynchiana y de esa estructura puramente onírica (en el sentido estricto de un término tan vulgarizado habitualmente) a la que hacemos referencia pero con intenciones tan dispares no cabe tal comparación, más que la sátira es el dolor del rechazo el que otorga el tono a la obra y el que equipara a Betty Elms/Diane Selwyn y al propio Lynch, ambos repudiados por ese mecanicismo hollywoodiense ajeno a cualquier tipo de conmoción que no sea masiva, fabricada en serie… y aquí, en este preciso punto, llegamos al verdadero triunfo de Mulholland Dr. y es que, sobre esa estructura causal que articula el relato, lo que verdaderamente triunfa en la película es su exacerbada capacidad para la emoción, uno admira a Lynch por su ingenio narrativo pero llora en el Club Silencio o con la masturbación más triste del mundo y es que nuestro hombre, no lo olvidemos, posee ese extraño objeto, la llave azul de los sentimientos.
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La mejor película de la década

Con una puesta en escena magnífica, un desorden cronológico brillante, una dirección elitista minuciosamente calculada y un magistral uso de lo simbólico y lo onírico, David Lynch firma una obra maestra incontestable. Una historia sobre la búsqueda de la identidad (excelentes Naomi Watts y Laura Harring) y la pérdida del sueño de triunfar en Hollywood estructurada en dos terrenos narrativos separados por una escena sobrecogedora: el Club Silencio. Por último, forma un estupendo díptico con El crepúsculo de los dioses como las dos mejores críticas a Hollywood jamás firmadas. La mejor película de la década pasada.

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Lynch, ese director único

Mulholland Drive es una de las mejores películas del inclasificable y autor insobornable David Lynch (uno de los realizadores más interesantes y fascinantes que ha dado el cine moderno), es de esos directores tan especiales, que poseen un marcado universo propio y reconocible. 
No voy a hablar extensamente de la película para no entrar en spoilers innecesarios, porque visionarla es una experiencia inolvidable. Toca tantos palos: es una feroz crítica a Hollywood narrando los duros comienzos de la protagonista como actriz (una espléndida Naomi Watts, en el papel que supuso un antes y un después en su carrera) y por extensión es una cinta enmarcada en el estimulante subgénero de ''Cine dentro del Cine'' (que nos ha dado grandes joyas como Cautivos del mal o El Crepúsculo de los Dioses, por citar dos ilustres ejemplos), tiene dosis de misterio pero por encima de todo, la veo como una historia de amor pasional atípica, contada con el peculiar estilo de su director. Fascinante, hipnótica, onírica...
Lynch tiene tanto detractores como defensores, pero no se puede negar que es un director valiente y que no ha sacrificado su estilo para doblegarse al cine facilón o comercial (sus películas son un reto para el espectador, a muchos les pueden parecer huecas o excesivamente enrevesadas, a mí suelen encantarme, me tiene ganada, entre otras cosas, porque admiro las agallas que tiene al hacer un cine libre y fuera de lo convencional en muchos casos). Su atrevimiento artístico se agradece todavía más, ante el panorama desolador del cine actual americano, plagado de remakes, biopics, adaptaciones, etc... En la mayoría de los casos, se echa en falta un cine arriesgado y diferente y ésto es lo que nos ofrece Lynch, que nunca ha perdido su gran integridad artística. Mis predilectas suyas son: Mulholland Drive, Carretera perdida, Terciopelo azul y Corazón salvaje, pero me gustan incluso sus ejercicios de estilo todavía menos accesibles al público, como Inland Empire. El cine de Lynch va de dejarse llevar, al igual que con otras cintas de directores con un estilo tan marcado, es cuestión de entrar o no, el espectador decide.
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El sueño americano

Por encima de sueños y explicaciones, siempre me he planteado Mulholland Drive como una alegoría —y seguramente venganza de David Lynch— sobre Hollywood actuando a modo de motor de quimeras del colectivo norteamericano. Los deseos de superación de una joven aspirante, como eternas réplicas desde el nacimiento de la industria del séptimo arte, se van enmarañando en un laberinto de perdición, engaño y condena. Las dos caras de Betty y Rita son parte de las fisonomías del sueño americano y los anhelos de una sociedad que ha quedado globalizada dentro de la cultura del éxito. Y precisamente esas caras de la moneda chocan frontalmente con las ambiciones soterradas de la propia audiencia: deseamos creernos el sueño etéreo por encima de la cruda realidad que nos escupe el director de Cabeza Borradora para cerrar tal vez su obra maestra más completa; somos incapaces de abarcar los márgenes del destierro de la pureza y decidimos ignorar los mecanismos que utiliza el subconsciente para maquillar la dura e implacable verdad. Preferimos soñar con una mentira… delante de nuestros ojos y proyectada en una pantalla —o almohada como metáfora y síntesis del cineasta— para evadirnos definitivamente. Lynch siempre ha sido un francotirador del lado onírico, deformando el subconsciente fílmico, y la sensación recurrente es que en la cinta que le valió una nominación al Oscar como Mejor Director decidió plasmar las frustraciones engendradas por esa maquinaria de sueños (y pesadillas) llamada Hollywood.
Mulholland Drive esconde una concepción sensorial inaudita superponiéndose a su visión germinal como ficción televisiva y reinterpretándose para gestar una melodía con todas las notas del autor. Desde el humor al absurdo al interminable arrebato y aire surrealista y asfixiante, que emanan secuencias imperecederas, dualidades, transferencias de personalidad y frases gloriosas para el imaginario lynchano y cinéfilo. La magia de esta obra clave y llave cinematográfica del Siglo XXI parece no tener fin, como ese sueño de amor eterno en el que se sumerge Betty y en el que, por extensión, nos hemos sumergido nosotros desde entonces.
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David Lynch y 'Mulholland Drive': El poder de lo visual y lo sonoro

Que para David Lynch la música, el sonido, la SONORIDAD, son objetos de capital importancia en su obra es algo que ni al más incauto de sus seguidores se le escapa. Por supuesto, no me refiero a la carrera relativamente sólida que Lynch parece estar labrándose como músico (por cierto, ojalá esa orfandad que el maestro nos está imponiendo a quienes preferimos el Lynch cineasta al Lynch músico acabe cuanto antes, por mucho que tanto Crazy Clown Time (Play It Again Sam, 2011) como sobre todo el muy reciente The Big Dream (Sacred Bones, 2013) sean dos discos apreciables). En palabras del propio autor, "el sonido y la imagen trabajando en conjunto es lo que forma la película (…). Cada sonido tiene que apoyar la escena y ampliarla. Una habitación puede medir 4 por 3 metros, pero cuando introduces sonido a la misma, puedes crear un espacio gigante, escuchar cosas fuera de la habitación o sentir ciertas cosas a través de un orificio de ventilación. Y luego hay sonidos abstractos que son como música: dan emociones y establecen diferentes estados de ánimo. Entonces entra la música. Las transiciones de efectos de sonido a efectos musicales y a música, o todo esto sonando a la vez - es dejar que la película te hable". Este hecho, dotar al sonido de un papel preponderante en la historia al nivel de los protagonistas, estaba especialmente patente por primera vez en Lost Highway, con esos murmullos casi en forma de drones de baja frecuencia que acompañaban sempiternamente a Fred y Renee y ejercían un efecto atenazante en el espectador. En Mulholland Drive este efecto no es tan manifiesto, aunque juraría que aparece puntualmente a lo largo del metraje. Sin embargo, de nuevo el componente sonoro y musical tiene una importancia enorme en la historia de Rita/Camilla y Betty/Diane. De hecho, es imposible entender (en sentido histórico y semiológico) el penúltimo largometraje del genio de Missoula sin una canción en particular.
Me refiero, habrán adivinado, a la versión de ‘Crying’, el clásico de Roy Orbison, a cargo de la hasta entonces desconocida cantante latina Rebekah del Rio, que ocupa astutamente el epicentro del film. No vamos a empezar a soltar muchos spoilers, claro (aunque si están leyendo esto, imagino que conocen todas las claves de Mulholland Drive mucho mejor que el abajo firmante), pero es razonable admitir que toda la atmósfera de la película cambia tras la escena en el Club Silencio donde suena esta atormentada y misteriosa versión del gran Orbison. Más aún, si de entrada podemos entender la reacción de las protagonistas a la canción como dolor compartido por un amor no llevado a término, un nuevo visionado, una segunda lectura, nos da una visión más inquietante. En ese “no es fácil de entender / que al verte otra vez / yo esté llorando”, prácticamente se están verbalizando los sentimientos de pánico y culpa de Diane, donde la ensoñación empieza a disiparse definitivamente y la realidad, que es la auténtica pesadilla, parece tomar forma. Para entonces, cronológicamente, Camilla ya ha muerto, Diane empieza ahí a asumirlo, y tener a su amada junto a ella en ese momento (“al verte otra vez”) provoca el desconsuelo y el final de la huida ilusoria. Esa escena, esa canción, han pasado ya a la historia de la filmografía de Lynch y, por ende, a la historia del cine moderno, y probablemente la imagen de Laura Elena Harring y Naomi Watts abrazándose encogidas y sin poder contener las lágrimas escuchando a Rebekah del Rio (pero, ojo, “es una cinta… ¡no hay banda!”) es el primer icono cinematográfico que nos dejaba el nuevo siglo.
Si nos ceñimos a parámetros estrictamente musicales, Angelo Badalamenti entregó en su día una obra rotunda, bellísima. La suite principal, "Mulholland Drive", que suena tanto en los créditos de entrada como al final de la película, por si sola ya merece que nos refiramos a la banda sonora en estos términos. Maravillosa, ensimismada y tremendamente sugestiva, la melodía central de la pieza se va desenrollando lánguidamente, latiendo débil entre la poderosa cuerda del compositor neoyorquino. "Diane & Camilla", sin duda la otra cumbre lírica de la obra junto al mencionado tema principal, ahonda en estos términos, enfatizando acaso el componente emotivo y sentimental en un adagio lacerante. En el polo opuesto, acompañando quizás las escenas más crudas del film, el propio Lynch prestaba a la banda sonora dos de los temas (‘Go Get Some’ y ‘Mountains Falling’) que conformaban BlueBob (Soulitude, 2001), su álbum a medias con John Neff, en los que prima un sonido sucio de guitarra que una década más tarde rescataría en su Crazy Clown Time.
Del viejo, el consejo: recuperen esta maravillosa cinta y experiméntenla esta vez poniendo tanta atención en lo que ven como en lo que escuchan. Y es que si podemos afirmar que el cine de David Lynch se sustenta en la sublimación de la sensorialidad, en Mulholland Drive, quizás más que en ninguna otra de sus películas, brilla despótico y de forma sincrónica el maravilloso poder de lo visual y lo sonoro.
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El Poder de los Sueños

Una de las mejores experiencias de mi vida, en lo que a cine se refiere, ocurrió la segunda vez que vi Mulholland Drive, la caótica y perturbadora obra maestra de David Lynch.
Un intrigante fondo violeta, sobre el que un grupo de parejas bailan sin cesar, y el plano de una cama, con sábanas rojas, dan paso a la película de David Lynch. Acto seguido, seguimos por una carretera que conduce al universo lynchiano en el que nos sumergiremos para disfrutar de su obra maestra. Iniciamos el hipnótico recorrido en el que el espectador tendrá que ir enlazando pistas que el director nos deja por el camino, esto nos produce una agitación mental que dura incluso cuando ha finalizado el metraje, después de haber disfrutado con sus potentes e inquietantes imágenes que te dejan atrapado desde el primer momento, su envolvente sonido, la extraordinaria banda sonora de Angelo Baladamenti -que sirve de acompañante a la intriga y el mistero-, de habernos adentrado en el club “Silencio”: torrente de sentimientos.
De su elenco, hay que destacar por encima de todos a Naomi Watts, esta fue la película que abrió su carrera en Hollywood, curiosamente lo que pretendía el personaje al que encarna, Betty/Diane; aunque su compañera Laura Helena Harring está estupenda también.
En la película, lo que se insinúa es casi más importante que lo que se muestra, esa asfixiante atmósfera que te atrapa y te retiene. Lynch se mueve en un mundo onírico, convirtiéndose en un mago, sugiriendo cosas que el espectador interpreta, deseoso de encontrar respuestas.
Traslada el mundo de los sueños al lenguaje cinematográfico con maestría, porque en los sueños, podemos reencontrarnos con nuestro amor perdido, podemos vengarnos de alguien que en la vida real nos ha amargado la existencia, “matar” a la única persona que nos ha visto planear un asesinato... Pero los sueños, sueños son.
Son muchas las escenas sublimes en Mulholland Drive, destacando la del club “Silencio”. Hay una que llama especialmente mi atención: el torpe asesinato. aunque carezca de importancia en la película, es una divertidísima secuencia en la que vemos cómo el plan de un asesino acaba con la vida de más personas, y que podría haber sido filmada por cineastas como los hermanos Coen. (supongo que es otra de las huellas del verdadero origen de la cinta, pensada como un piloto para serie de televisión).
Adéntrate en, por un lado, la apasionante historia de amor y celos, y por otro, la dura crítica al mundo de la producción en Hollywood y que tantos quebraderos de cabeza le ha traído al cineasta de Montana, abre la caja azul, y... ¡Silencio!.


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LA OPINIÓN DE LOS TUITEROS

Además de los cinéfilos (también tuiteros) que han colaborado en éste artículo especial, varios tuiteros han querido darnos su opinión sobre una de las películas más polémicas del presente siglo. Aquí recogemos sus comentarios:

Mulholland Drive es de mis favoritas de la pasada década, también una película de la que no entendí nada. Ni tengo intención @JesusTeatrero— Hugo Rosales (@ccorleone) July 13, 2013
@lallaveazul Lynch hace un magistral y desconcertante retrato de Hollywood como fábrica de pesadillas contado como si de un sueño se tratase— El Cinéfago (@ElCinefago) July 7, 2013
@JesusTeatrero es fascinante, tanto la película como el hecho de que me guste tanto algo que no entiendo.— Uriel Calatayud (@UrielCalatayud) July 16, 2013
@lallaveazul Compleja y llamativa cinta de sueños Hollywoodienses, amor y venganza con una gran mitología y crítica a la industria del cine.— Alex Skinner (@alecxps) July 5, 2013
@JesusTeatrero @lallaveazul ¿Vale con "me sigo preguntando si viéndola al revés le encontraré la miga"?— Imma Pilar (@rodasons) July 7, 2013
@JesusTeatrero @lallaveazul Perturbadora e hipnótica, dirigida por un Lynch en excelente forma. Contiene un magnífico trabajo de Naomi Watts— Marion_Spain (Alba) (@MCotillardSpain) July 7, 2013

EPÍLOGO:


El cine que construye sueños | Especial Mulholland Drive

LA REALIDAD DEL SUBCONSCIENTE

Son pocas las ocasiones en las que una película pasa a ocupar un lugar privilegiado de tu mente, y, lo que es más importante, de nuestros sueños. Pocas, y por ello merecedoras de un homenaje tal o mayor como el que hoy rendimos en el blog a la película que nos ocupa, las que se asientan en nuestro subconsciente, despertando sentidos, emociones, perversiones o pliegos de nuestra personalidad que permanecían "dormidos", y que, por si todo esto os sabe a poco, además aumentan su intensidad con el tiempo, cuando las luces de la sala se apagan, una vez volvemos a la vida real.

Bajo mi opinión, y creo que también bajo la de los otros nueve escritores de éste artículo (y bajo la de mucha gente más), Mulholland Drive es una de esas películas. Una de esas películas que ya no sólo se limita a plasmar en una pantalla nuestros sueños, nuestras pesadillas..., sino que va más allá. Una de esas películas que ejemplifican la función que ejerce el cine como creador de sueños, función que, al cumplir, convierte el laureado film de David Lynch en un ejercicio de cine completo, y además de completo, de una belleza flagrante, de una oscuridad tan luminosa, perversa, inquieta y, sobre todo, perdurable que la convierte en una auténtica obra maestra en todos los aspectos cinematográficos.Un viaje, que comienza en Mulholland Dr. y que pasa a remitirnos a otro gran boulevard hollywoodiense Sunset Boulevard (retratado de forma maestra por Billy Wilder en la película homónima, al fin y al cabo, ambas cintas comparten un duro y de una textura, más o menos, onírica retrato del Hollywood como fábrica de falsas ilusiones y de reales pesadillas), que se tambalea en un turbio "in crescendo" que explora nuestra razón y nuestros sueños, que pasa a formar parte de ellos y que se erige como una película que no trata de un mero y efervescente visionado sino, aparte de evidentemente dicho difrutable y asfixiante visionado, de obtener un lugar privilegiado en nuestro siempre curioso y experimental sentimiento cinéfilo.Una paleta de colores que pasan de los pastel, a los oscuros y sucios grises de la parte final. Una banda sonora delicada y deliciosa, aparentemente paradójica o contraria. Y una dirección que levanta una locura, Mulholland Drive, que es tan terroríficamente cercana a la realidad de nuestro subconsciente que subyuga la mente del espectador para convertirse, nada más y nada menos, que en él mismo.
Exploren Mulholland Drive si no lo han hecho ya, y si lo han hecho, repitan cuantas veces sea necesario. O quizás, dejen que Mulholland Drive, les explore a ustedes. Véanla como una obra maestra del surrealismo, como una muestra de arte hipnótico, como un cine de sensaciones pero no olviden que Mulholland Drive es una gran historia de amor...
Pero recuerden, estén tranquilos, "todo es una ilusión"

TÍTULOS DE CRÉDITO

El cine que construye sueños | Especial Mulholland DriveAUTORES: 

Introducción*: Alejandro Hinojosa
Prólogo. Un viaje a través de la oscuridad: Miguel
Historia de un señor de Montana: Sergio Yeyo
Geografía de un sueño: Martín Cuesta
La mejor película de la década: Alain Garrido Blanes
Lynch, ese director único: Alba Mirás
El Sueño Americano: Maldito Bastardo
David Lynch y 'Mulholland Drive': El poder de lo visual y lo sonoro: David Martínez De La Haza
El poder de los sueños: Pablo Caldera
Epílogo. La realidad del subconsciente: Jesús Choya Zataraín
(*Apartado cedido por el autor y extraído de su trabajo 'David Lynch: Entre la pequeña y la gran pantalla')

Coordinación del artículo: Jesús Choya Zataraín
Desde La Llave Azul agradecemos a los autores de los textos que habéis podido leer, por ayudarnos a crear un artículo para nosotros tan especial como éste. Agradecemos también a los tuiteros que nos han dado su opinión. Y sobre todo, también agradecemos al lector, a tí, su tiempo. Espero, de verdad, que el artículo os haya gustado.

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