He de confesar que la situación de España y su cultura me resultan patéticas. No existe la vida intelectual y aquellos que opinan arden con fuego y sin llama.
Hoy mismo un poeta mencionaba nombres como candidatos al Nacional de Poesía –según su humilde opinión desacertada-. Y hablaba de d’Ors, Sánchez Rosillo, Pepín Mateos y Rocío Arana. Horizontalidad, ni una mota de verticalidad. ¿Existen críticos con criterio? El conocimiento literario debe ser forma de amor, lo decía la Zambrano.
Pero, ¿Arana escribe poesía? ¿Eso es poesía? Se precisa pensamiento filosófico, un trasmundo, el orden estable, movimientos fecundos verticales. Equilibrio y armonía.
Si el bueno de Luis Jiménez Martos levantara la cabeza se volvería a la tumba. Antes Adonáis descubría talentos, ahora percibe complejidades que no habitan en la poesía.
Siniestros, España está repleta de siniestros. Hoy abrazaba a un indolente mientras se despedía para siempre. El horizonte se observa, la verticalidad se crea. La riqueza de nuestra poesía se encuentra mucho más allá de la vulgaridad que España defiende.
¡Qué incierto porvenir! Desolador presente.
Poesía siempre es revelación y descubrimiento, nunca debe existir sin principios, la razón de la palabra poética es conocimiento, filosofía. Las apariencias nunca importaron a los indolentes, y la posesión es mentira, como la poesía horizontal.
Armonía, mansedumbre y criterio sin resistencia. El poder de expresión nunca será vacío, debe ser violencia, queja, caos e independencia. Revelación. Pura revelación. Símbolos humanos de conocimientos poéticos.
El indolente número 13 no deja de dar lecciones de aprendizaje verdadero. La magnificencia nunca será poesía, es pasividad. Se requiere humildad, silencio y soledad, caminos desamparados. Y la unidad aparece sin presunción. El conocimiento poético es esfuerzo permanente, afán, lectura sin escritura.